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  • En el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, las escritoras Elisa Díaz Castelo, Paula Abramo y Mar Gámiz compartieron sus experiencias

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) y el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, llevaron a cabo el ciclo Versiones: Nosotras traducimos.

El evento fue presentado por la encargada del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, Dulce Chiang, moderado por la coordinadora nacional de Literatura, Karen Villeda, y con la participación de tres destacadas traductoras: Elisa Díaz Castelo, Paula Abramo y Mar Gámiz.

Para Elisa Díaz, su primer acercamiento con la traducción fue de manera sorpresiva, debido a que su familia tuvo que radicar en Estados Unidos; por lo que de un momento a otro se enfrentó a un lenguaje totalmente nuevo, lo que la llevó a cobrar conciencia de forma muy nítida de la multiplicidad de maneras que puede ser nombrada la realidad, lo que pensó era fascinante y estremecedor desde muy temprana edad.

Paula Abramo compartió que comenzó a traducir debido a que parte de su familia proviene de Brasil, por lo tanto había muchos libros en portugués, comentó que su primera traducción la realizó a los 13 años, disfrutando el proceso que más tarde haría su profesión, aunque algunas veces no selecciona los textos que va a traducir, sigue habiendo dentro de la labor del traductor una especie de deseo por compartir lo que se tiene acceso, pensar que su trabajo hará que el texto original pueda llegar a más personas.

En tanto, Mar Gámiz compartió el asombro y la inquietud que la llevó a analizar desde una edad muy temprana que el entendimiento social de la lengua es un entramado social, algo que compartimos como seres humanos. “El mismo concepto me parecía sorprendente, que una serie de fonemas que comprendemos se refiere a una realidad concreta, pero que tenía que haber un entendimiento entre nosotros. Entonces me pareció que comprender el español y las dinámicas que estaban detrás de ella era algo fascinante”. También mencionó que dentro de su familia se habló, en otros tiempos, el catalán y el ruso, aunque no conoció a los integrantes que lo hablaron, sí tuvo contacto con los libros en esos idiomas, por lo que despertó en ella aún más la inquietud de querer saber el contenido de aquellos libros.

El deseo de traducir una obra particular, a un autor o una cultura en particular, para Mar Gámiz significa convertirse en alguien que no deja de aprender, que no deja de intentar comprender al otro.

Ante la pregunta ¿Cuál ha sido el trabajo de traducción más complicado que han realizado? Elisa Díaz respondió que han sido varios y de distinta índole, sin embargo, podría citar un poema en particular del autor Ocean Vuong y su complejidad por el alto contenido de violencia.

Paula Abramo recalcó el aprendizaje constante, a su consideración una característica de la traducción, porque un traductor no para nunca de aprender, porque está obligado a ponerse en los zapatos ajenos todo el tiempo y, en su caso, traducir la prosa del escritor brasileño Luiz Ruffato fue muy complicado por la especificidad del vocabulario que incluye en sus obras.

Para la traductora Mar Gámiz el texto que más le presentó dificultades fue La estampilla egipcia de Ósip Mandelshtam, ya que es un texto que está escrito en prosa, una prosa altamente poética y que además no es evidente la secuencia lógica o de seguimiento de los pasajes.

Las tres coincidieron en el compromiso personal que ponen en cada obra que traducen, al leer un texto puede ser encargado o no, pero terminan comprometiéndose a tal grado que pareciera que es suyo.

El compromiso ético del trabajo de la traducción

Para la escritora Elisa Díaz, traducirse a sí misma es un trabajo relajante, sin embargo traducir a otros autores significa que el nivel de responsabilidad se eleva completamente, al grado de sentir miedo por traducir un texto, por “traicionar” a una persona, se convierte en una enorme carga.

En este sentido, Paula Abramo consideró que justamente ese miedo a no querer fallar es el motivante. “Sin ese miedo no podríamos traducir bien, es el miedo que nos hace investigar, que nos hace dudar de nuestros propios conocimientos,  creo que la traducción es una mezcla muy curiosa entre miedo y soberbia, porque finalmente nos da miedo, pero si no creemos que lo podemos hacer en determinado momento nace esa pequeña chispa de sí, sí puedo estar a la altura de este señor o de esta señora que escribió esta obra”.

Sin el reconocimiento suficiente

Desde el punto de vista de Paula Abramo, la falta de crédito a su profesión refiere a la tradición de pensar que el ejercicio de traducir es un trabajo mecánico, que no requiere ningún impulso creativo, ni compromiso con la investigación y que eso ha cambiado con el tiempo, y ahora estamos dando visibilidad a la importancia del trabajo de los autores, al hecho de que las traducciones no son intercambiables entre sí, dependen del traductor, dependen del tiempo en el que se realizaron, de la región, de la variante lingüística, entonces cada traducción es única, eso es algo que se reconoce y es muy bueno que existan espacios como este para ponerlo en relieve.

Por último, Claudia Cabrera, presidenta de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (Ametli), realizó la invitación para asociarse como miembros aspirantes si desean abrirse paso en el mundo de la traducción o como miembros asociados si ya han publicado traducciones, la información detallada se encuentra disponible en www.ametli.org