- Se llevó a cabo el primer recorrido literario del año: El viaje que no termina, por las calles de la colonia Santa María la Ribera
Al número 69 de la calle Salvador Díaz Mirón, en la colonia Santa María la Ribera, entra un hombre de aspecto desgastado. Podría decirse que se ha enfrentado a los embates del tiempo, pero continúa de pie, como el edificio al que ingresa: portezuelas de madera podrida y paredes carcomidas por la humedad. En la parte alta de la construcción solo quedan las marcas, desvaídas, del antiguo Teatro Bernardo García. En ese lugar, hace más de cien años se fundó el Ateneo de la Juventud.
El pasado fin de semana se llevó a cabo el primer recorrido literario del año: El viaje que no termina. En las banquetas de la Santa María la Ribera caminan, aproximadamente, 50 personas entre gente mayor, jóvenes y algunos niños, quienes participan en el ciclo organizado por la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Todos siguen al escritor Ricardo Lugo-Viñas, quien este día funge como guía del recorrido literario. Lo escuchan hablar sobre la historia del sitio, así como de los personajes que vivieron ahí y que fueron parte importante para la cultura de la Ciudad de México.
Por las calles de esta colonia pasaron Alfonso Reyes, Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Ricardo Gómez Robelo y Alfonso Cravioto, pero también aquí se inspiraron grandes personalidades de del arte y la cultura nacionales, como los poetas Jaime Sabines y Ramón López Velarde, el pintor Gerardo Murillo Dr. Atl y el compositor como José Alfredo Jiménez, o Fello, como lo conocían en la zona antes de que fuera famoso.
Resulta curioso que en esta colonia donde se formó el Ateneo de la Juventud viviera el ingeniero Agustín Aragón y León, integrante del grupo de Los Científicos –contrario al Ateneo– y artífice de que el Quiosco Morisco se ubique en la Alameda de Santa María la Ribera, pues lo solicitó a Porfirio Díaz, después de que lo quitó de la Alameda Central, para verlo desde su casa, a un lado del parque.
Así, mientras la gente avanza, también hace un recorrido por diferentes épocas de la ciudad, ya que la Santa María la Ribera fue uno de los primeros asentamientos urbanos, inaugurado a mediados del siglo XIX.
“Aquí vivió la poeta Enriqueta Camarillo, la única mujer del movimiento modernista, y quien, además, debía firmar sus poemas como Iván Moszkowski”, refiere el coordinador de la visita literaria.
La gente voltea hacia la calle Jaime Torres Bodet, antes Ciprés, y ve una fachada blanca que no busca protagonismo. Este lugar no solo es importante por haber sido la vivienda de la mencionada poeta, apunta Lugo-Viñas, sino además porque ella concedió esta edificación para que fuera la sede de la Casa del Estudiante Sinaloense. Años después sería uno de los escenarios del Halconazo, el 10 de junio de 1971.
Es indudable la pérdida de esplendor de la colonia. Las miradas de los asistentes al recorrido imaginan sus mejores épocas a través de las historias que el escritor narra. No obstante, la realidad les muestra calles sucias en algunos trayectos y edificios a punto de caer, pero los cuales no ceden, porque si lo hicieran, con ellos se iría un poco de historia.
El escritor considera que la actual situación de la Santa María la Ribera se debe a tres aspectos: el auge de las colonias Roma, Condesa y Juárez después de la Revolución; la construcción de ejes viales cercanos, lo que significó la demolición de casonas e infraestructura porfirianas, y el sismo de 1985, que provocó la llegada y el hacinamiento de personas que perdieron sus viviendas en el Centro Histórico de la capital.
Los recorridos literarios son una posibilidad para que la gente establezca vínculos entre la literatura y su ciudad. A partir de ellos, los participantes ubican con claridad a escritores y figuras históricas, y se dan cuenta que son más que nombres de calles.
Jaime Sabines escribió sobre esta colonia donde vivió algún tiempo: “Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda de Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana”.
A inicios de 2017, los sobrevivientes de los ajetreos citadinos recorren la Santa María la Ribera, descubren los entresijos de sus calles y disfrutan de su rico crisol de experiencias sociales, históricas y literarias. Ricardo Lugo-Viñas sostiene que los participantes asisten “a un paseo que es regocijo y conocimiento de la Ciudad de México”.