- Paulina Lavista, Javier García-Galiano, Javier Espada y José Luis Martínez S. participaron en el homenaje realizado en la Sala Manuel M. Ponce
“Apasionado”, “polemista implacable”, “peleonero” y “maestro extraordinario”, así fue definido el poeta, ensayista y crítico literario José de la Colina durante el homenaje que realizó el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), mediante la Coordinación Nacional de Literatura, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
El autor de Cuentos para vencer a la muerte (1955), quien falleció el pasado 4 de noviembre en la Ciudad de México, a decir del periodista cultural José Luis Martínez S., que estuvo en el homenaje, murió disfrutando una de sus grandes pasiones, el cine.
“José de la Colina fue un amante del cine y lo fue literalmente hasta el último momento de su vida. Él murió alrededor de las 12:50 horas de ese día y murió viendo Los cañones de Navarone, estaban pasando esa película cuando él falleció. Cuando estaba en el hospital, me platicaba su hermano Toño, lo que más peleaba era no tener su televisión para ver sus películas”, narró Martínez S.
En la Sala Manuel M. Ponce también se contaron anécdotas del espíritu juguetón, el humor negro y las pasiones de José de la Colina. Fue el narrador Javier García-Galiano quien mencionó su constante crítica y curiosidad que lo inducía a exámenes rigurosos de lo que iba conociendo.
“Cuando conocía algo nuevo, ya estaba haciendo un juicio al respecto. Creo que ese examen crítico se manifestaba en formas varias, muy distintas, por ejemplo, podría convertirse en una descripción íntima, que se convertía en un hallazgo de cosas que todos estábamos viendo; pero también su curiosidad podía derivar en una denostación contundente. De la Colina era un crítico muy riguroso, muy apasionado”, dijo.
García-Galiano también lo recordó como un gran conversador, un “polemista implacable” que alargaba sus conversaciones y defendía fuertemente sus ideas.
“Muchas de sus polémicas fueron públicas en la prensa mexicana. Un día le preguntó Emmanuel Carballo: ‘oye Pepe, tú eres muy peleonero’, en una entrevista, y Pepe le contestó: ‘lo sigo siendo’ y, efectivamente, era muy peleonero, muy defensor de sus ideas”, refirió García-Galiano.
De la Colina, que nació en Santander, España en 1934, también fue recordado por su humor negro y ser un bromista que podría tomar por sorpresa, aún a sus propios amigos, como el cineasta Javier Espada, quien comentó que la primera vez que conoció al autor de los ensayos El cine del Indio Fernández (1984) y Viajes narrados (1992) recibió una broma.
“Cuando lo conocimos lo invité a comer a un sitio que le gustaba mucho, el Ateneo, pero por el tráfico de la Ciudad de México, una cosa que yo no sabía que era tan terrible, llegué con mi mujer un cuarto de hora tarde, él ya estaba ahí, nos montó un numerito de enfadado, pero enseguida me di cuenta que estaba imitando a Luis Buñuel y le dije: ‘mira como Buñuel’, se dio cuenta y cambió, todo fue muy divertido”, aseguró Espada.
Al tomar la palabra, la documentalista y fotógrafa Paulina Lavista recordó que a José de la Colina lo conoció como profesor de guion en lo que fue el Centro de Estudios Cinematográficos (CUEC, ahora Escuela Nacional de Artes Cinematográficas).
“Pepe era un maestro extraordinario, tomábamos la clase, pero como él no podía dejar de hablar nos íbamos todos a un café y ahí pagábamos lo que podíamos comer, tortas, porque éramos todos pobres. Pepe fue muy importante en la difusión de la cultura, fue un pionero, un agente entrañable, un personaje que plantó una base de lo que sería la cultura moderna”, afirmó Lavista.
El escritor fue rememorado como un hombre que se mantuvo activo hasta el final de su vida, a decir de su hermano Antonio de la Colina, murió con las botas puestas, pues una semana antes de su fallecimiento todavía publicó su última columna. A su homenaje también acudió María, “la mujer que amó toda la vida”, dijo José Luis Martínez.