- Su obra es reflejo de la actitud rebelde y transgresora que caracterizó a la artista nacida hace 126 años
María del Carmen Mondragón Valseca (1893-1978), mejor conocida como Nahui Ollin, apelativo conferido por el pintor Gerardo Murillo Dr. Atl, se caracterizaba por su espíritu libre y apasionado con el que rompió esquemas y que dejó como sello distintivo en su pintura y poesía, además de convertirse en la musa de fotógrafos y pintores de la vertiginosa época posrevolucionaria.
Nació el 8 de julio de 1893 en Tacubaya, dentro de una familia acaudalada bajo la estricta presencia de su padre, el general Manuel Mondragón.Su madre Mercedes Valseca cultivó en ella el gusto por la música y le enseñó a tocar el piano y a escribir desde temprana edad.
Al mudarse a la capital francesa, por razones de trabajo de su padre, Nahui Ollin estudió en un internado donde aprendió danza clásica, pintura, literatura y teatro. Volvió a París ya casada con el pintor Manuel Rodríguez Lozano, donde conoció a artistas como Diego Rivera, Georges Braque, Henri Matisse y Pablo Picasso. Este mundo fue el germen de la actividad artística y la personalidad indomable que desarrolló a lo largo de su vida Carmen Mondragón, cuyo sólo nombre sacudía a “las buenas conciencias” de la época.
La Primera Guerra Mundial, su huida a España y la muerte de su único hijo por asfixia a los pocos meses de nacido, fueron algunos de los trágicos episodios que debió afrontar la joven artista, quien encontró en la pintura su mejor forma de expresión y el medio que la vincularía sentimentalmente con el pintor Gerardo Murillo Dr. Atl, luego de romper con su esposo.
Fue esta época una de las más fructíferas de Nahui Ollin, quien a su labor creativa sumó su actividad como modelo para grandes figuras, como Diego Rivera, quien la inmortalizó en el mural La creación, donde aparece como Erato, la musa de la poesía erótica; también posó para Jean Charlot y realizó desnudos para los fotógrafos Edward Weston y Antonio Garduño, quienes no sólo capturaron la sensualidad de su figura y sus enigmáticos ojos verdes, sino que también asoma en sus imágenes la actitud rebelde y transgresora de una mujer que, como tantas otras figuras legendarias, quedó envuelta en el mito y la leyenda.
Con Garduño realizó una exposición de desnudos en la azotea de una casa del Centro Histórico de la Ciudad de México, que atrajo a figuras como Manuel Álvarez Bravo, Roberto Montenegro, Dolores Olmedo, entre otros.
Pese a la celebridad de la que gozaba, su obra artística fue poco valorada en su tiempo. Justo el año pasado, el Museo Nacional de Arte presentó una exposición coordinada por Tomás Zurián, coleccionista de la obra de Nahui Ollin titulada La mirada infinita. Para el especialista, sus imágenes constituyen “un universo inédito, inesperado, extraño, complejo e infinitamente bello”, compuesto por dibujos, pinturas e incluso, caricaturas. Además, era una pensadora que compartía las inquietudes intelectuales de su época.
Si bien, Nahui Ollin también era reconocida por su activismo en favor de la instauración del voto femenino, la igualdad de género y el acceso a la educación para todas las mujeres, Tomás Zurián ha comentado que nunca lo hizo a través de protestas o pancartas, sino con sus actitudes libertarias.
En la etapa final de su vida, Nahui Ollin se desempeñó como maestra de pintura en una escuela del INBA; gustaba comer en el Casino Español, gastaba incluso en algunas joyas y otros artículos de lujo, contrariamente al mito que se ha creado en torno suyo como alguien que vivió sus últimos años en medio de la pobreza.
Carmen Mondragón, Nahui Ollin, fue una mujer que amó el arte, la ciencia y que se distinguió por su irrenunciable espíritu de libertad.