- El reto del poeta es alimentarse de todo, pasado, presente, futuro, dijo el autor César Cañedo en la Sala Manuel M. Ponce
“Mi libro parte de que hay un destino social, familiar, político, que nos es muy difícil cambiar, pero que vale la pena cuestionar”, señaló César Cañedo, ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, durante la presentación de su obra Sigo escondiéndome detrás de mis ojos en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Para el autor, la poesía aparece como un refugio: No olvidemos que el gran origen de la poesía es la catarsis, el refugio, el ayudarte a sanar. En un principio (para mí) así lo fue y todavía lo es. El reto del poeta es alimentarse también de todo, pasado, presente, futuro, porque todo es tema de la poesía.
Sobre su relación con la lengua, señaló que es de “muchas ojeras”: Estar con la poesía es estar en una relación muy intensa, muy bella, pero también muy demandante. La importancia de este premio no sólo es la visibilidad, sino el compromiso con la tradición, con los grandes poetas que ha dado México, quienes asumieron ese compromiso con la palabra, quizá para hacer de este un mundo mejor, más digno, con mayor respeto”.
De su poemario, con el cual obtuvo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, detalló que le interesó tratar el tema del destino, como padres, hijos, hermanos, para saber qué es lo que nos conecta con el otro, en el que se propuso decantar más el lenguaje a diferencia de sus trabajos anteriores.
Por su parte, Mariana Ozuna, catedrática de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, dijo que la poesía de Cañedo “se hace la pregunta originaria, ¿quién soy?, y ensaya respuestas trascendentales. Sí, somos definitivamente esa secuencia de adenina, tinina, citosina y guanina del Ácido Desoxirribonucleico, porque el ADN puede adquirir la forma de una escalera de caracol en movimiento. César le pregunta quién soy a su ADN, interroga a su cuerpo, a su deseo.
“Se pregunta y se responde, quién hubiera sido si no fuera quién está siendo. Y es que por la escalera genética que nos conforma se sube hacia los ancestros y por ella se desciende. Vivimos en el vórtice de la aceleración sin pausas para recordar de dónde venimos y quienes le dieron carne a nuestros cuerpos. La velocidad banaliza lo que toca, somos incapaces de dar cuenta de la espiral genética de donde nos desprendemos como flores al viento. Hay en este poemario una pedagogía genética y anti genética.
“Los versos extienden ante nosotros la paradoja del ser al mismo tiempo espiral continuada o mutación genética y de no ser todo lo que pudimos haber sido cuando fuimos niños y que quizá alguien más, después o antes, lo sea o haya sido ya”.
En la presentación del libro ganador estuvieron también Dana Aguilar y Héctor Hugo Peña.