*** Blanca Estela Treviño reúne en dos tomos textos de cronistas de esa época
*** La crónica es el género por excelencia con el que se narra la vida de la ciudad
*** Hizo posible la asimilación de la cotidianidad ante la modernización: la autora
Quien quiera conocer perfectamente el siglo XIX y la historia de nuestra nación debe remontarse a la prensa, sentenció Margo Glantz durante la presentación de los dos tomos del libro La vida en México (1812-1919), los cuales fueron antologados por Blanca Estela Treviño.
*** Blanca Estela Treviño reúne en dos tomos textos de cronistas de esa época
*** La crónica es el género por excelencia con el que se narra la vida de la ciudad
*** Hizo posible la asimilación de la cotidianidad ante la modernización: la autora
Quien quiera conocer perfectamente el siglo XIX y la historia de nuestra nación debe remontarse a la prensa, sentenció Margo Glantz durante la presentación de los dos tomos del libro La vida en México (1812-1919), los cuales fueron antologados por Blanca Estela Treviño.
El domingo pasado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes se dio a conocer esta publicación conjunta del Instituto Nacional de Bellas Artes, la editorial Jus y la Universidad Autónoma de Nuevo León, con comentarios de la maestra Glantz, Vicente Quirarte, Héctor de Mauleón, Héctor Orestes Aguilar y la compiladora.
En el acto organizado por el INBA, Héctor de Mauleón recordó que la primera crónica urbana mexicana se escribió en 1554, cuando Francisco Cervantes de Salazar imaginó a tres personajes que recorrían la Ciudad de México. “Ahí se empieza a sentir el movimiento de la ciudad”, dijo.
Explicó que a partir de ese momento “inició una estirpe de escritores que deciden recorrer la ciudad para descifrarla y contarla, es decir que la ven como si fuera una esfinge a la cual hay que interrogar y arrancarle sus más profundos secretos”.
Eso mismo hace Blanca Estela Treviño –aseguró De Mauleón-- al desentrañar crónicas aparecidas en periódicos de la época, desde Lizardi hasta Gutiérrez Nájera y Heriberto Frías, quienes fueron contando el día a día de la capital “provocando sensaciones muy perturbadoras”.
En las crónicas recuperadas por Treviño hay momentos extraordinarios, como cuando aparece un aerostato en los cielos de la ciudad, al que los habitantes “confunden con el diablo”; unas elecciones en tiempos de Iturbide a las que sólo concurren siete personas, y la epidemia de suicidios, por lo que aseveró que aquí “la crónica es el género por excelencia y una de las mejores tradiciones del periodismo mexicano”.
La vida en México (1812-1919), señaló, es una especie de Aleph en el que uno ve distintos momentos de la capital del país entre 1812 y 1910, por medio de pequeños aconteceres y amaneceres.
Para el poeta Vicente Quirarte, este género periodístico es una herramienta de exploración del siglo XIX, porque rescata gemas que se encontraban sepultadas en un mar de historias en espera de recuperarse. Ahora aparecen los nuevos y permanentes misterios de México, conisderó.
Luego expuso: “Treviño nos enseña que, por ejemplo, desde principios del siglo XIX, Lizardi hizo un poema sobre México por dentro, donde va señalando los significantes y los significados de sus calles, como Santa Anna que vivía en la Calle de las Ratas, entre Bolívar y Cinco de Mayo.
Aseguró Quirarte que el trabajo de Treviño es fundamental y es, entre los trabajos teóricos sobre la crónica, de los más completos, ya que viene a completar lo que hizo Carlos Monsiváis con A ustedes les consta y a dar una nueva visión de este género.
Treviño señaló finalmente que la crónica hizo posible la asimilación de la cotidianidad ante la modernización de las formas y comportamientos otrora canónicos. “El género, en sí fragmentario como la realidad misma, era el espacio ideal para reflexionar sobre los cambios y su precipitada sucesión”, agregó.
Sostuvo que la crónica es un género híbrido, a caballo entre la historia y la literatura, entre el periodismo y la urgencia literaria, la cual fue plasmada por la pluma de notables hombres de letras que se asumieron en consecuencia como cronistas necesarios.
En los dos tomos aparecen textos de José Joaquín Fernández de Lizardi, Carlos María de Bustamante, Guillermo Prieto, Francisco Zarco, Manuel Payno, José T. Cuéllar, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Gutiérrez Nájera (conocido como Duque Job), Justo Sierra, Ángel de Campo, Amado Nervo, José Juan Tablada, Laura Méndez de Cuenca y Ramón López Velarde, entre otros.
Blanca Estela Treviño es maestra en Letras Mexicanas y candidata a doctora en Literatura Mexicana por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde es profesora de tiempo completo.
Cursó estudios de especialización en Lengua y Literatura Española en el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid, España. Entre sus publicaciones destacan: Manuel Payno (2003), Kinetoscopio, las crónicas de Ángel de Campo (2004), y Justo Sierra: una escritura tocada por la gracia (2009).