*** Participan ambos poetas en el ciclo Literatura en voz de sus autores del Centro de Creación Xavier Villaurrutia.

 

Los poetas Rocío González y Dionicio Morales presentarán de viva voz fragmentos de su obra poética cuando participen en el ciclo Lectura en voz de sus autores, que organiza la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes en el Centro de Creación Xavier Villaurrutia. El recital de poesía se realizará el próximo miércoles 18 de mayo a las 19:00 en la sede del Centro, ubicada en la calle Nuevo León 91, colonia Hipódromo Condesa.

 

Los asistentes a la lectura tendrán la oportunidad de escuchar la obra de estos poetas, quienes pertenecen a distintas geografías y generaciones, pero su obra encuentra un punto de contacto en la presencia de claroscuros poéticos donde coexisten el drama de la caída y la esperaza como ocurre con Rocío González o el contraste entre la gravedad y la luminosidad de Dionicio Morales.

 
 

*** Participan ambos poetas en el ciclo Literatura en voz de sus autores del Centro de Creación Xavier Villaurrutia.

 

Los poetas Rocío González y Dionicio Morales presentarán de viva voz fragmentos de su obra poética cuando participen en el ciclo Lectura en voz de sus autores, que organiza la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes en el Centro de Creación Xavier Villaurrutia. El recital de poesía se realizará el próximo miércoles 18 de mayo a las 19:00 en la sede del Centro, ubicada en la calle Nuevo León 91, colonia Hipódromo Condesa.

 

Los asistentes a la lectura tendrán la oportunidad de escuchar la obra de estos poetas, quienes pertenecen a distintas geografías y generaciones, pero su obra encuentra un punto de contacto en la presencia de claroscuros poéticos donde coexisten el drama de la caída y la esperaza como ocurre con Rocío González o el contraste entre la gravedad y la luminosidad de Dionicio Morales.

 

Sobre la poesía de Rocío Morales, Jorge Pech Casanova, ha destacado su riqueza de registros y contrastes y la caracteriza como un enceguecedor resplandor. En Rocío González, señala el crítico a propósito de su libro Azar que danza,  “se funden tumulto y cavilación, exploraciones y renuncias, desengaños y hallazgos sorpresivos”.

 

 

La autora explora el drama de la caída primordial, pues, como explica Jorge Pech Casanova, “en el turbión de la memoria la poeta recupera fragmentos de una interminable caída, los recompone de manera que su discurso se vuelva un organismo que respira solo, que se reconoce en la perplejidad a solas”.

 

 

Y sin embargo, para la poeta oaxaqueña no todo es catástrofe, advierte el crítico, pues Rocío González ofrece siempre una amorosa promesa de luz, esperanza que se manifiesta por ejemplo, en el verso que anuncia cálidamente que “un sinfín de amaneceres te rodea”.

 

 

Una muestra de este desasosiego esperanzado de la poesía de Rocío González es palpable en uno de sus poemas que forma parte del libro Lunacero, donde leemos:

 

 

“…a menos de un instante/ del abismo nuevo y conocido/ a menos de toda una larga borrachera/ de estupidez y ganas/ de consciente colectivo/ y egoísta sentido común/ estamos tiernamente empeñados/ en preñar/ más de estas matrices/ para perpetuar el mal desde su seno/ y esparcir trincheras/ aulas/ patios/ de tierna obstinación en vivir.”

 

 

Poesía de contrastes es también la de Dionicio Morales, de quien el crítico José Homero ha dicho sobre su obra más reciente que en ella se manifiesta una madurez poética caracterizada por un tono de gravedad. “Celebro la poesía del Dionicio maduro, en donde resuenan ya no los ecos de su poesía de juventud, sino ciertos aires, compases antiguos. Grave es la poesía de esta etapa última pero en su gravedad hay una emoción única que en su desolación nos estremece”, dijo el crítico en el prólogo al libro Retrato a lápiz, que reúne la obra de Dionicio Morales.

 

 

Por otro lado, Dionicio Morales, engloba el conjunto  de su obra poética bajo el signo de la luz. “Creo que mi hora en mi poesía es el día, porque predomina la luz en la mayoría de mis poemas. Quizá, porque como dijo un crítico, busco, y encuentro, el júbilo del mundo. Aunque es cierto que la noche –la oscuridad, lo negro- ocupa un lugar cómplice en mi obra, mi poética renace con la luz porque estoy seguro, como Isabel Fraire, de que si el mundo se quedara vacío, encontraríamos sólo la luz”, detalló el poeta en entrevista.

 

 

Rocío González (Juchitán, Oaxaca, 1962). Estudió lengua y literaturas hispánicas y la maestría en literatura mexicana y un doctorado de literatura latinoamericana en la UNAM. Ha sido colaboradora de revistas y suplementos culturales como Blanco Móvil, El Latinoamericano Internacional, El Nacional Dominical, Guchachi’ Reza, Hojas de Utopía, Ojarasca, Revista Universidad de México, Sábado, Viceversa y Zurda.

 

 

Fue becaria del INBA en 1991, del FONCA en 1992 y 1996. Ha obtenido Premio Nacional de Poesía Benemérito de las Américas 1998; el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa del Estado de Coahuila, 2002 por Lunacero.

 

 

Su obra poética se reúne en los libros Poemas (1988). Paraíso de fisuras (en coautoría con Natalia Toledo, 1992); Ángeles en vilo (1993); Interiores del tiempo, (1995); Las ocho casas (1998); Vislumbre (1999); Pasiones tristes (2004); Azar que danza (2006); Lunacero seguido de Como si fuera la primera vez (2006). También ha incursionado en el ensayo con el libro El lenguaje como resistencia (2008).

 

 

Dionicio Morales (Cunduacán, Tabasco, 15 de noviembre de 1943) es poeta y ensayista. Estudió letras hispánicas en la FFyL de la UNAM. Fue secretario particular de Carlos Pellicer; director del taller de poesía de la Asociación de Escritores de México.

 

 

En 2003 recibió el Premio de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada por su libro Las estaciones rotas y en 2003 obtuvo el Premio Juchimán de Plata, otorgado por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.

 

 

Entre sus libros de poesía se cuentan El alba anticipada (1967); Variaciones (1983); Inscripciones y señales, (1985); Romance a la usanza antigua (1989); Retrato a lápiz (1990); Señales congregadas (1993); Dádivas, (1995); Las estaciones rotas y Dádivas  (1996); Herido de muerte natural (2005), entre otros.

 

 

Sus ensayos se han reunido en los títulos Reencuentros (1990); La palabra y la imagen (1995) y Conjuros y divagaciones, 2000. Algunos de sus poemas y artículos han sido traducidos al inglés y al francés.