El rodaje de lo literario
Salvador Elizondo, hijo de un productor de cine, vivió su infancia dentro de los estudios de grabación, donde pudo ser testigo de los orígenes de la época de oro del cine mexicano. Durante su juventud, Elizondo asistía al Nuevo Cine y al cineclub del IFAL a discutir con sus amigos Flores Olea, Enrique González Pedrero, Julieta Campos y José de la Colina sobre el neorrealismo, Eisenstein y Martelet.
Elizondo, socio-fundador de la Cinemateca Mexicana, incursionó en el cine con la realización de Apocalipsis 1900, película con la que pretendió crear un inusitado lenguaje cinematográfico. Apocalipsis 1900 es un documental que ilustra un hipotético fin del mundo, mediante grabados en acero tomado de revistas científicas de principios del siglo XX.
A lo largo de su obra, Salvador Elizondo profundizó sobre el problema de la existencia humana y escribió de manera ingeniosa y erudita de acuerdo a un sistema de ilación, de impresiones, para formar un montaje lleno de tonos y voces que brilla por su ingenio:
“Aunque la estructura de las novelas de Elizondo es compleja, no lo son los elementos que la constituyen. Los personajes son signos y sus asociaciones y disociaciones, regidas por una suerte de lógica combinatoria que es también la de las afinidades corporales y mentales, producen un número limitado de situaciones que, a lo largo de cada novela se repiten casi exactamente. Ese ‘casi’, coeficiente de incertidumbre, es el origen del sentimiento de angustia que experimenta el lector. Los personajes son una cofradía al margen de la vida diaria, una comunidad clandestina.”, apuntó Paz en su magnifico ensayo sobre Salvador Elizondo (El signo y el garabato, 1968).