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por Paola Vázquez Almanza
Salvador Elizondo (ciudad de México, 1932-2006) es autor de una obra vibrante y compleja, concentrada en la riqueza del lenguaje y en el acto de la escritura por la escritura misma. En su obra se pueden descubrir una diversidad suntuosa de recursos que encarnan las más diversas voces y tonos. Esta riqueza proviene de la vasta cultura literaria de Elizondo, pero sobre todo de una curiosidad vital y un ánimo de desdoblamiento y experimentación.
Elizondo realizó estudios en la Universidad de Ottawa, Canadá, en Peruggia, Italia, en Cambridge, Inglaterra y en la UNAM. Formó parte del grupo Nuevo Cine, incursionó en el cine con su película experimental Apocalipsis 1900, fue becario del Centro Mexicano de Escritores, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de El Colegio Nacional.
Con su alta erudición, su vocación filosófica manifiesta en sus escritos, su ideal de rigor estético y el diálogo universal como punto de partida de su obra, Salvador Elizondo logró renovar la narrativa contemporánea.
Elizondo ?ganador del Premio Xavier Villaurrutia 1965?, con su habilidad para transfigurar el acto de la escritura, expuso las pulsiones más ocultas en Narda o el verano (1966); emprendió una compleja exhibición del estilo, la fantasía y el intelecto en El retrato de Zoe y otras mentiras (1969) y en El Grafógrafo (1972); realizó una fisiología del dolor en Farabeuf (1965); mezcló la narrativa policíaca con la especulación filosófica y la parodia en El hipogeo secreto (1968); hizo confluir la creación con la reflexión en Cuaderno de la escritura (1969) y Teoría del Infierno (1992), y a partir de su experiencia en una academia militar de Los Ángeles escribió Elsinore (1988).
Tortura, conocimiento, erotismo, rito, espiritualidad, crueldad y muerte son algunos de los temas o conceptos que aparecen constantemente en los textos de Elizondo, una búsqueda de lo esencial y lo trascendente, una exploración de las experiencias terminales y sensaciones tremendas.