Escribir y bailar
“Nunca he sentido que escribo por catarsis; si yo no estuviera reconciliada en mi interior, no hubiera podido escribir… pero con un buen orgasmo seguro tienes catarsis.”, afirma Esther Seligson.
“Sólo escribo cuando tengo la sensación de que se va llenando algo y cuando ya desborda y tengo la primera frase ¡pas!, me siento y sale. Pulo muy poco los textos, y cuando sale es que ya salió o no salió.” Siguiendo la idea de Rilke, dice: “el Yo, al transformarse en Obra, encuentra su salvación y su disolución en el Universo.”
Su obra entera intenta aprehender la fugacidad. “En la existencia cotidiana nadie vive su vida, y por ello descubren el vacío y la nostalgia de la vida posible no realizada.”. Por esto, para ella la escritura es su forma de recuperar a través de la memoria lo vivido. Piensa que “el artista se vacía en su obra, vence con ella al tiempo.”
Los temas recurrentes en su producción son los sueños, el límite de la existencia, el tiempo, el lenguaje y la espiritualidad. Dice Ilan Stavans “sus personajes están siempre en busca de la piedra filosofal que les devolverá la felicidad perdida”.
Ilan Stavans escribió en El Universal que la obra de Seligson “esta repleta de referencias personales. Su narrador es casi siempre un ente asexuado, atemporal, amorfo. México tiene una mínima preeminencia en su labor: sus personajes son universales, sus circunstancias alegóricas, kafkianas o espirituales.” Desde su punto de vista, la escritora mexicana “es una autora judía, pese a que su narrativa esté lejos del proselitismo y con asiduidad toque temas que poco hablan de la religión hebraica.”
Su propia escritora la explica así: “No puedo decir que mi literatura sea judía porque hay elementos de la mitología griega, de hinduismo y de taoísmo, soy una lectora apasionada del I Ching, de sofismo y de miles de cosas. Ahora evidentemente no voy a negar que soy judía (...) Considero que mi literatura es más mexicana que judía y eso lo señalaron hasta en Jerusalén.“
Estudió en un colegio hebreo semiortodoxo. Aunque por veinte años renegó de lo judío, e incluso no se decía judía, finalmente volvió a sus raíces. Sin embargo, declara que rechaza “todas las ortodoxias, empezando por la judía, por supuesto.”
Alguna vez soñó ser bailarina, pero enfrentó una tenaz oposición de su madre. Luego, sin dejar de sentirse bailarina frustrada, tuvo un breve paso por la Facultad de Ciencias Químicas. Más tarde estudió Letras Francesas e Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Finalmente, “entendí que en las universidades no aprendes nada”, dice aunque ella misma ha sido maestra por mucho tiempo.