- En el 120 aniversario de su natalicio, los escritores y críticos literarios Evodio Escalante, Carmen Galindo, Víctor Manuel Mendiola y César Cañedo participaron en una mesa en homenaje al poeta
Para recordar los 120 años del natalicio del autor de Reflejos y Nostalgia de la muerte, los escritores y críticos literarios Evodio Escalante, Carmen Galindo, Víctor Manuel Mendiola y César Cañedo participaron el lunes 27 de marzo en una mesa en homenaje al poeta y dramaturgo en el Centro de Creación Literaria que lleva su nombre, en la que abordaron la poesía, el teatro y las actividades culturales del célebre escritor, cuya obra ha influido decisivamente en la tradición lírica mexicana.
“Xavier Villaurrutia es uno de los poetas más finos del grupo de los Contemporáneos y una de las inteligencias literarias más notables del siglo XX”, aseveró Evodio Escalante.
Agregó que Villaurrutia es autor de una obra rigurosa y breve; a su fallecimiento en diciembre de 1950, era autor de cinco escuetos libros de poesía: Reflejos (1926), Nocturnos (1933), Nostalgia de la muerte (1938), Décima muerte y otros poemas no coleccionados (1941) y Canto a la primavera y otros poemas (1948).
Dijo que el homenajeado aparece en todas las antologías poéticas mexicanas, pero se le da preferencia a los poemas aparecidos en los años treinta y cuarenta, y se presta una escasa atención a su producción de los años veinte.
Escalante dividió la poesía de Villaurrutia en tres etapas: el modo objetivista, el modo “surrealizante” o de un realismo bajo control y el retorno a las formas métricas de la poesía castellana, en la que escribió unas décimas magistrales.
Por su parte, el ganador del Premio de Poesía Aguascalientes 2019, César Cañedo, dijo que “luego de una serie de investigaciones, obsesiones y revelaciones, me he aproximado a la obra y vida” de Villaurrutia.
En su ponencia Retrato a Villaurrutia o la presencia del vacío, el profesor universitario señaló que el autor de Reflejos “cree en la voz estruendosa de su vacío: El enorme poeta ha hecho de la muerte un asunto de detectives.
“Dibujo un Villaurrutia luminario, aquel que se quita la vida por amor, soledad y desesperación (…) Su poesía tiene el efecto de no poder olvidarla en otros, en Elías Nandino, Octavio Paz y Manuel Ulacia; es ante todo su instalarse en las sombras lo que ha llevado a que otros busquen su oscuridad, inhalándola, y como un mar de sombras, entre más cerca se rompe, no llega a nada y entre más profundo y más distancia, el misterio persiste”.
La profesora universitaria y periodista Carmen Galindo negó que Villaurrutia se haya suicidado. Un amigo del poeta, Pepe Delgado, nos contó cómo fue la muerte de Villaurrutia. “Resulta que Xavier Villaurrutia le habló por teléfono a Delgado para que lo llevara al Palacio de Bellas Artes, porque leyó en el periódico que no se montaría la obra de Agustín Lazo. Le dijo que deseaba hablar con Salvador Novo para conocer lo que sucede. Delgado lo llevó y se quedó afuera de la oficina de Novo y solo escuchó gritos entre ambos poetas. Al salir, Villaurrutia le pidió que lo llevara al Sanborns de los Azulejos para tomar un té, para el coraje, porque no va a poner la obra de Lazo, sino la de un muchacho desconocido que se llama Emilio Carballido.
“Después, según nos contó el mismo Delgado, lo llevó en la noche a una fiesta. Villaurrutia lo despidió porque Miguel Córcega lo llevaría a su casa. Al día siguiente quedamos en vernos. Temprano fue a casa de Villaurrutia y una hermana de éste le abrió la puerta y le dijo que Xavier acababa de morir. También le comentó que se despertó muy mal y ella le preparó un té. Al subir a dárselo vio que estaba muerto.
“En cierta ocasión, Villaurrutia le comentó a Pepe Delgado que tenía miedo de que lo enterraran vivo y pidió que al morir le cortaran un dedo para saber si efectivamente había muerto. El doctor que revisó su cadáver le cortó un dedo al poeta y él mismo le curó la herida. A partir de ese momento corrió el rumor del suicidio de Villaurrutia, lo cual no es cierto”, relató.
Finalmente, Víctor Manuel Mendiola dijo que la lectura de los poemas de Villaurrutia debe ser cotidiana y fundamental entre los que escriben poesía, la gente que hace crítica literaria y el público lector.
Tras la ponencia, los asistentes acudieron a una muestra fotográfica sobre el dramaturgo, poeta y ensayista que vivió entre 1903 y 1950, la cual está integrada por el acervo del recinto del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), que incluye una mascarilla mortuoria.
Autor prolífico
Nacido el 27 de marzo de 1903, Villaurrutia estudió en el Colegio Francés y en la Escuela Nacional Preparatoria, donde inició su amistad con Salvador Novo y Jaime Torres Bodet. Luego de abandonar los estudios de jurisprudencia para dedicarse a las letras, estudió teatro en el Departamento de Bellas Artes y Arte dramático en la Universidad de Yale, becado por la Fundación Rockefeller. Impartió clases en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y fue jefe de la sección de Teatro del Departamento de Bellas Artes.
Integrante del grupo conocido como los Contemporáneos, al lado de Salvador Novo, Gilberto Owen, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet y Jorge Cuesta, entre otros, también fue cofundador del grupo teatral Ulises, proyecto que dio impulso al teatro experimental y de vanguardia, además de crear la revista Contemporáneos (1928-1931) y dirigir la revista Ulises (1927-1928).
Fue guionista de las películas Vámonos con Pancho Villa y La mujer de todos, entre otras. Escribió las obras de teatro Autos profanos, Invitación a la muerte —fundadora del teatro moderno mexicano—, Tragedia de las equivocaciones y la ópera La mulata de Córdoba, en colaboración con Agustín Lazo, con música de José Pablo Moncayo, la cual se estrenó en 1948 en el Palacio de Bellas Artes.
También escribió la novela Dama de corazones (1928) y fue traductor de los escritores William Blake, Anton Chéjov, André Gide y Jules Romains.
En 2010, se abrió el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, en el marco del 60 aniversario luctuoso del autor de Nostalgia de la muerte, el cual conserva el espíritu de fomento y estímulo a la creación literaria.