- Este 21 de junio se cumplen 116 años del natalicio del autor de El río: novelas de caballería y Miguel Ángel Asturias, casi novela
- En 1987 obtuvo el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas
Una vida de migraciones y exilio continuo lograron que el imaginario de Luis Cardoza y Aragón (1904-1992) aterrizara en una obra tan profusa como variada; desde la crítica artística hasta la poesía y la prosa convulsa, que conformaron una biografía única en la literatura latinoamericana y la más importante de la intelectualidad guatemalteca de mediados del siglo XX.
En el marco de la campaña “Contigo en la distancia”, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través de la Coordinación Nacional de Literatura, recuerdan este 21 de junio el 116 aniversario del natalicio del poeta, narrador y ensayista, autor de El río: novelas de caballería (1986) y Miguel Ángel Asturias, casi novela (1991).
Para el también escritor y editor Carlos López, Don Luis le dio seriedad a la poesía guatemalteca, pues la revitalizó abordando temas ontológicos, filosóficos, sociales y existenciales, los cuales no eran comunes en el país centroamericano del siglo XX. “También le quitó la solemnidad y el tufo a moralina que se venía practicando, además de alejarlo de los temas intimistas de la poesía lírica”, comenta en entrevista.
El autor de Helarte de la errata (2005) considera a Cardoza y Aragón “una voz potente en la literatura latinoamericana”, la cual encontró en México su asidero intelectual y el reconocimiento a su trabajo, mediante el cual expresó la gran influencia del movimiento surrealista tras fungir como diplomático en Suecia, Noruega, la ex Unión Soviética y Francia, entre otros países de América Latina como Chile y Colombia.
“Él fue amigo de los surrealistas y eso le abrió otra veta en su intelecto para poder crear, eso lo liberó, por ejemplo, de las ataduras marxistas porque ‘Don Luis’ se convirtió en un referente político, en un patriarca del exilio guatemalteco y tal vez latinoamericano; él jamás traicionó sus ideales, siempre fue consecuente con la revolución y las causas de los pueblos oprimidos y explotados”, afirma.
El escritor guatemalteco Julio C. Palencia estima que el autor de La torre de Babel (1930) y Guatemala, las líneas de su mano (1955) dejó libros, pero su aspiración nunca fue crear literatura: “La mentira del novelista, la tierra baldía del poeta, el desierto siempre inacabado del ensayo. La palabra cardociana es un pedestal, allí brilla el ser latinoamericano, se recrea y alza ante el lector avezado, maravillado”, señala.
En entrevista, el también poeta comparte que el autor de Apolo y Coatlicue, ensayos mexicanos de espina y flor (1944) fue tan surrealista como creacionista, ya que su prosa estaba alimentada de palabra poética, por lo que consideró que en su obra no hay desperdicio y “lo cardociano” no es la literatura de ningún signo: “Es el ser humano, es la existencia aprendida frágilmente con la palabra”.
México, su segunda patria
Luis Cardoza y Aragón nació en Antigua, Guatemala, el 21 de junio de 1904. Se estableció en México de 1932 a 1944. Regresó a su país natal, donde dirigió la Revista de Guatemala. Fue ministro en Noruega, Suecia y la ex Unión Soviética. Más tarde salió de Guatemala por motivos políticos y se estableció en México nuevamente, donde vivió los lapsos más largos de su vida.
Entre sus libros publicados destacan los poemarios Luna Park (1924) y Pequeña sinfonía del Nuevo Mundo (1948), y el premiado Miguel Ángel Asturias, casi novela (1991). Fue investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Publicó numerosos ensayos sobre artes plásticas y semblanzas de pintores mexicanos. Colaboró en diversas publicaciones, como Cuadernos Americanos, Diorama de la Cultura, El Gallo Ilustrado, El Nacional, Excélsior y La Cultura en México, entre otros.
Recibió la Orden del Águila Azteca en 1979; la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío 1986, Nicaragua; el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 1987; el Premio Pablo Neruda 1990, entre otros reconocimientos. Falleció en la Ciudad de México el 4 de septiembre de 1992.
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