• Este 16 de mayo se cumplen 103 años del natalicio del escritor jalisciense

Aún en su ausencia, Juan Rulfo (1917-1986) busca superar ese atisbo de escritor telúrico, naturalista, que nace de la tierra para encumbrar un paisaje que tiene como escenario el México posrevolucionario. Empero, se sobrepone como una pluma humanista centrada en el hombre y sus nostalgias, dando paso a uno de los escritores legendarios del siglo XX y al autor mexicano más traducido en el mundo.

En el marco de la campaña nacional “Contigo en la distancia”, se recuerda que este 16 de mayo es el 103 aniversario del natalicio del guionista, fotógrafo y autor de Pedro Páramo (1955), obra traducida en más de 50 idiomas y precursora del boom latinoamericano.

El escritor jalisciense Emmanuel Carballo colocó a su paisano Juan Rulfo en la reivindicación de la literatura superponiendo su primera gran obra, El llano en llamas (1953), al afirmar que ésta rompía con una arraigada tradición de las letras hispánicas convencido de que la misión del escritor consiste en mostrar: “Deja atrás la literatura pedagógica y se compromete con la verdadera literatura, gozosamente libre de ataduras y autónoma”, escribió.

Pero luego vino Pedro Páramo, con una oleada de detractores que corrían la versión de que Rulfo no la había escrito en su totalidad y que también pasó por manos de sus colegas jaliscienses Juan José Arreola y Antonio Alatorre. Por otro lado, el escritor Miguel Guardia se sumó a las críticas previas a la publicación, pues según contó el propio Rulfo, “solo encontraba en el manuscrito un montón de escenas deshilvanadas”.

Pocos saben que Rulfo también enfrentó el “fuego amigo”. Alí Chumacero, quien editó y revisó Pedro Páramo, se convirtió en su crítico más cercano, pues detectó “una falla principal” solo un mes después de haberse publicado: “Pedro Páramo intenta ser una obra fantástica, pero la fantasía empieza donde la realidad aún no termina. Se advierte una desordenada composición que no ayuda a hacer de la novela la unidad que, ante tantos ejemplos que la novelística nos proporciona, se ha de exigir una obra de esta naturaleza. Sin núcleo, sin un paisaje central en el que concurran los demás, su lectura nos deja a la postre una serie de escenas hilvanadas solamente por el valor aislado de cada una”, escribió en la Revista de la Universidad, en abril de 1955.

Pero fue otra vez Emmanuel Carballo, junto con Francisco Zendejas, Alfonso Reyes y Carlos Elizondo, entre otros, quienes con su pluma acabaron con los recelos al trabajo del autor de El gallo de oro (1980). “La prosa está llena de vigor en todo momento, y el diálogo es increíblemente breve y efectivo. El resultado es un estilo que hará de esta novela una obra perdurable”, escribió Elizondo en julio de 1955.

La literatura de Rulfo encuentra su raigambre indigenista en las obras del escritor peruano José María Arguedas o del suizo Charles Ferdinand Ramuz, a quien admiró públicamente por “la sobriedad y precisión” con la que escribió Derborence (1934).

Más allá de los elogios de Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges, quienes encontraron en Pedro Páramo a una de las mejores novelas de la literatura hispánica, el autor de La vida no es muy seria en sus cosas (1945) pareció encontrar su asidero literario no en la estirpe intelectual de la época, sino en la prosa provinciana de los campesinos más desfavorecidos y la soledad absoluta a la que se enfrentan los pueblos originarios.

        
Hombre de renombre

 

Juan Rulfo nació en Apulco, Jalisco, el 16 de mayo de 1917. Fue director del Departamento Editorial del Instituto Nacional Indigenista y presidente honorario de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem). Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del consejo editorial de la revista El Cuento. Colaboró en publicaciones como PanLetras PatriasAméricaRevista AntológicaMéxico en la CulturaRevista Universidad de MéxicoEl Cuento y Proceso, entre otras.

La otra obra de Rulfo es Cartas a Clara, y en su trayectoria también destaca como fotógrafo y guionista cinematográfico, pues participa con un texto en la cinta La fórmula secreta de Rubén Gámez, la cual se concluyó en 1964.

Entre los galardones obtenidos por Juan Rulfo están el Premio Xavier Villaurrutia 1955 por Pedro Páramo; Premio Nacional de Letras 1970; Premio Príncipe de Asturias 1983. Desde 1980 el Premio Bellas Artes Juan Rulfo para Primera Novela lleva su nombre. Murió en la Ciudad de México el 7 de enero de 1986.

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