- Lección de poesía y Animal de silencios fueron los volúmenes comentados por Vicente Quirarte, Francisco Alcaraz y Adolfo Castañón
Jaime Labastida invocó a sus muertos en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes al leer el poema Donde todo se mira, que forma parte de su obra poética, la cual fue reconocida este fin de semana durante la presentación de dos de sus libros: Lección de poesía y Animal de silencios, en un acto organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través de la Coordinación Nacional de Literatura.
Un tanto abrumado por los “méritos exagerados” que le atribuyeron los poetas Vicente Quirarte, Adolfo Castañón y Francisco Alcaraz, quienes acompañaron al autor sinaloense de 80 años en la presentación de los referidos textos y en la cual Labastida confesó que el poema al que le dio lectura surgió al realizar una visita al panteón de Belén en Guadalajara.
“No visito normalmente cementerios, aunque siempre me han llamado la atención porque están enterrados muchos de mis antepasados, el cementerio de Belén es un panteón del siglo XIX totalmente clásico, donde están mis abuelos y mi tatarabuelo”, comentó.
Y sobre ellos escribió: Están aquí los muertos olvidados, nombres ilustres, personas sin relieve de los que nadie recuerda nada; en este panteón están las cenizas de mi abuelo, pero nadie está a salvo de la corrosión y el olvido. Lo que antes sucedió, sucede ahora.
En entrevista, Jaime Labastida recordó que en 1958 se publicó por primera vez uno de sus poemas en el suplemento México en la Cultura, del periódico Novedades, a invitación de Fernando Benítez, quien dirigía dicha publicación considerada por el poeta sinaloense como la mejor revista cultural del país.
“En primera plana aparecimos los poetas de lo que después se llamó La espiga amotinada, con un título muy extraño que le puso Benítez: Cinco poetas que todavía no conocen el amor, porque los poemas que le entregamos no eran amorosos, eran de otro tipo, por eso él inventó ese título”, rememoró el ganador del Premio Xavier Villaurrutia en 1996 por Animal de silencios y La palabra enemiga.
Durante la presentación, Adolfo Castañón afirmó que, en seis décadas, el autor ha plasmado su sensibilidad como artista y escritor de las vivencias a lo largo de los siglos XX y XXI de los cuales “ha sido protagonista, testigo y espectador crítico”.
Recordó que Jaime Labastida perteneció al colectivo de cinco poetas: Juan Bañuelos (1932-2017), Jaime Augusto Shelley (1937), Eraclio Zepeda (1937-2015) y Óscar Oliva (1938) y el propio Labastida Ochoa (1939), quienes conformaron La espiga amotinada, bajo la tutela de Agustí Bartra, poeta español versado en lecturas de distintas lenguas.
Por su parte, el poeta Francisco Alcaraz destacó la doble formación de Jaime Labastida como poeta y filósofo, disciplinas que logró conciliar.
Afirmó que casos más raros son aquellos poetas que asumen la filosofía no sólo como una manera de enriquecer su capacidad de análisis, sino como otra forma de vivir con las implicaciones que una doble identidad conlleva. “No cualquiera es capaz de conciliar esas dos cosas y ahí es donde se ubica el poeta y el filósofo Jaime Labastida, autor de una obra ensayística y filosófica de 10 libros de poesía”, dijo.
En su momento, Vicente Quirarte realizó una revisión del joven Labastida, que descubrió la filosofía de manera fatal a la poesía. “Labastida supo encauzar su sensibilidad a través de los caminos de la filosofía y la sensibilidad lírica. Su trabajo poético siguió en ascenso siempre al encuentro del poema extenso”.
Conmovido por quienes calificó como su familia, Jaime Labastida agradeció las palabras de los participantes en la presentación de sus textos y dio lectura a dos de sus poemas, ante familiares, amigos y lectores que se dieron cita en la Sala Manuel M. Ponce.