- El investigador versó en la Capilla Alfonsina sobre la relación literaria y personal entre ambos escritores
“Sin duda alguna, había una reciprocidad entre Alfonso Reyes y José Luis Martínez. Digamos que el primero encontró al hijo adoptivo que quería y el segundo eligió un padre, un tutor, un guía. Son dos almas que se encuentran y se estimulan”.
La relación personal y literaria que mantuvieron ambos escritores fue el tema de la conferencia que dictó en la Capilla Alfonsina el investigador Víctor Díaz Arciniega, en el marco de las actividades que la Secretaría de Cultura realiza para conmemorar el centenario del natalicio de José Luis Martínez.
Acompañado de Javier Garciadiego, director de la Capilla Alfonsina, Díaz Arciniega dijo que José Luis Martínez y Alfonso Reyes se conocieron en 1939, al regreso a México de este último, luego de fungir como embajador en Brasil.
Inmediatamente, recordó, Reyes se incorporó a la vida literaria y cultural del país, por lo que el presidente Lázaro Cárdenas lo puso al frente de la Casa de España en México. El aún muy joven José Luis Martínez, que tendría 21 años, se apersonó por alguna vía, ya sea por carta, llamada telefónica o directamente en la oficina de Reyes. Seguramente el primer encuentro se dio a iniciativa del joven que estaba empezando a crear su vida literaria y a despertar sus curiosidades intelectuales. Se acercó a un maestro que le llevaba 30 años de edad; una diferencia muy significativa.
Reyes, continuó Díaz Arciniega, se caracterizó por su capacidad intelectual y su bonhomía, es decir, su trato preferencial hacia los jóvenes interesados en temas culturales, de ahí que viera con buenos ojos los escritos en periódicos de José Luis Martínez.
El investigador afirmó que el encuentro entre ambos “no fue nada del otro mundo, ningún protocolo, simplemente el deseo de un joven por conocer a un maestro, al que ya le había seguido la pista”.
Apuntó que existe otra anécdota sobre dicho encuentro. Martínez se acercó a Reyes por sugerencia de Mario de la Cueva, ya que la revista que tenía intención de publicar, junto con otros jóvenes, debería contar con la aprobación de Reyes. Existen documentos, por cierto, en los que el propio Alfonso Reyes sugiere que esa revista se llame Tierra Nueva, explicó el también ensayista y profesor universitario.
Señaló que, a partir de ahí, empezó la amistad entre los dos. El joven Martínez adquirió una lealtad hacia su maestro, lo tomó como guía y le mostró sus publicaciones, mientras que el autor de Visión de Anáhuac le seguía la pista y le sugería cosas.
Se leían el uno al otro, se escuchaban. José Luis Martínez visitaba con regularidad la casa de Alfonso Reyes, separadas a 20 minutos de distancia, caminando. Este acercamiento geográfico ayudó a un mayor conocimiento entre los dos, indicó.
“Es un hecho, porque así está asentado en el diario de Alfonso Reyes, que le tenía a José Luis Martínez una cabal y absoluta confianza, ya que se la había ganado a pulso y porque conocía al revés y al dedillo la obra de su maestro, lo cual quedó demostrado de una manera generosísima en varias de las publicaciones que hizo cuando era joven”.
Díaz Arciniega comentó que, pocos meses antes de morir en 1959, el traductor de Chesterton, Chejov y Sterne, le confió a Martínez una serie de documentos que consideraba “muy delicados”. “A la distancia, creo que don Alfonso era un poco exagerado porque sí eran delicados, pero no para que fueran un secreto de Estado. Esos documentos son las aprehensiones de un hombre mayor, muy celoso de su porvenir, confiadas al joven Martínez con el nombre de Cerro de la silla, un secreto privado de Reyes”.
Explicó que a Alfonso Reyes le preocupaba mucho que lo ponderarán con justeza, que tomarán en cuenta sus aportaciones al conocimiento y la reflexión de la literatura, además de su teoría literaria, de la cual fue un verdadero maestro, muy innovador en su momento.
Asimismo, en esos documentos, Reyes quería “que lo tomarán en cuenta los sabios del mundo porque percibía que no tenía el lustre de una trascendencia internacional y eso lo frustraba. En otras palabras, si él hubiera escrito sus tratados de literatura en francés o en inglés, hubiera alcanzado el éxito que pretendía. Por desgracia, escribía en español, y este mercado no se empezó a abrir hasta los años 80. Su vanidad estaba un poco vulnerable”.
Por último, Díaz Arciniega dijo que fue tanta su intimidad que Reyes fue testigo del segundo matrimonio de José Luis Martínez. “La suya era una relación de familiaridad, incluso Martínez entraba y salía de la casa de Reyes como si lo hiciera en la propia, y la nieta de este, Alicia, lo trataba como un pariente entrañable, a quien respetaba en todos los sentidos”.