- Acompañada por María Teresa Espinosa, la poeta hará un recorrido por su obra literaria a partir de una selección de sus poemas más representativos
- El miércoles 30 de agosto a las 19:00 en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes
“Mi relación con la poesía se mantiene intensa y apasionada; entrañable y cómplice, como desde el primer día en que descubrí esa forma de dialogar con el mundo, conmigo misma, y con mundos inmateriales revestidos siempre de misterio”. Así se refirió a su trayectoria Leticia Herrera, quien después de cinco décadas de dedicarse a la poesía, se presentará para conversar al respecto en compañía de María Teresa Espinosa, este miércoles 30 de agosto a las 19:00 en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.
En la actividad Leticia Herrera Álvarez: 50 años de amor a las letras, la autora originaria de Coalcomán, Michoacán, hará un recorrido por su obra literaria a partir de una selección de sus poemas más representativos. “La poesía, confiable y apetecible, es vehículo seguro para el acercamiento a mundos sutiles apenas perceptibles por la intuición que conducen al asombro, siempre renovado, de la existencia humana.”
El primer acercamiento que tuvo con la poesía se dio no sólo como una necesidad de comprender el mundo, según dice ella, sino también para comprender la materia espiritual, emocional e intelectual que conformaba el universo interior de las personas: “fue el descubrimiento del mundo espiritual, del universo que me rodeaba, para acercarme a mí misma y encontrar mi lugar entre ellos".
Leticia Herrera a lo largo de su carrera ha colaborado con cuentos, crónicas y crítica literaria en revistas y suplementos culturales como Arena, El Búho, El Cuento, El Gallo Ilustrado, In Tolerancia, La Brújula en el Bolsillo, y Lectofilia (publicación virtual). Su obra ha sido traducida al inglés, francés, portugués, alemán, italiano y rumano. Autora del género “Chiribitas”, por el cual fue nombrada autora del año por la Editorial Universum de Italia e incluida en Globus, antología internacional de poetas de fin de milenio, 1999; parte de su obra se incluye en antologías de Austria, Brasil, E.U.A., Italia, México y Québec.
Su obra es vasta y abarca muchos géneros literarios. En cuento, se encuentra: La rosa de los vientos (colectivo, 2016). En dramaturgia: Día de reyes, Teatro, obra en un acto y cuatro escenas (2014). En poesía: Del presente efímero (plaquette, 1998), Ver al volar (1988), Atajo hacia el origen (1994), Lo cotidiano (plaquette, 1994), Los Hijos de Yocasta (1994), Como Chagall (2004), Moro mío (2006), Antología 1967-2006, vol. 1 (2006), Piel de Peces, poesía en prosa y dibujo (2010). En varia invención: Chiribitas (1995; 2003), Rielear. Crónica de un relato de novela cuenteada escrita en forma poética a manera de pinturas literarias muy cercanas al abstracto (2003), La pájara de Candora, poesía, collage, pintura, dibujo, diseño editorial (Colección Fuelle de Forja, Volumen No. 1, (2013), Poemas para romper un sacramento, poesía, dibujo, pintura, diseño editorial (Colección Fuelle de Forja, Volumen No. 2, 2015). En antología: Cantos de la colmena, volúmenes I y II (1987). Literatura para niños y jóvenes: Un globo en busca de libertad (1990), Cofradía de Coyotes (2013), El país de las sombras (1999), La fiesta (2000), Sinfonía natural (2000), Kipp y la ofrenda del día de muertos (2001), Día de reyes (2001), Zaima (2005); (2010 [edición electrónica]).
“La obra que más me exigió en todo sentido fue Rielar, crónica de un relato de novela cuenteada escrita en forma poética a manera de pinturas literarias muy cercanas al abstracto (2003). En ella no desafiaba o cuestionaba el mundo material ya conocido, lo que me demandaba un estado de alerta y disposición de ánimo suficiente para afrontar lo que pudieran desencadenar mis palabras; no sólo imaginaba un mundo posible más pleno o auténtico, más allá de las relaciones humanas convencionales; sino me aventuraba a lo desconocido sin asidero alguno que pudiera garantizar mi retorno.” De este modo la autora definió el poemario que la ha llevado a otro nivel de conocimiento sobre sí misma y sobre la propia poesía.
“Sentía miedo cada vez que me adentraba en el sueño y sustraía de él la materia espiritual que ahí se revelaba o los sucesos inverosímiles que ahí tenían lugar, sin embargo, era estimulante, irresistible la invitación a esa aventura. Un libro escrito en estado de duermevela fue algo que me exigió el desarrollo de una destreza de la cual desconocía sus posibles consecuencias adversas. Fue sin duda una experiencia arriesgada. Alguien ha opinado que podría tratarse del primer libro escrito de esa manera. Sería maravilloso si así fuera”, comenta.
Frente a los tiempos que vivimos, Leticia Herrera afirma que la poesía sigue siendo importante para muchas cosas. “Sencillamente para mantenerse en la vida. Para valorarla y celebrarla. Para darnos fortaleza frente a la muerte y renovar el sentido de nuestra existencia”.
Por último, habla un poco de sus planes y comenta que le gustaría ver publicada su obra inédita, la cual es numerosa, así como terminar los libros que aún están inconclusos. “Me gustaría que algún verso mío diera algo de valor a alguien. Me gustaría poder decir, algún día, algo que alguien necesitara escuchar para sentirse acompañado, comprendido, reconciliado, feliz”, concluyó.