- El escritor fue galardonado con la máxima presea que otorga el Instituto Nacional de Bellas Artes
- Una prosa de intenciones meridianas, de caracterizaciones nítidas y profundas: Rafael Pérez Gay
Para reconocer su labor periodística, literaria y sus aportes a la cultura de México, la noche de ayer el escritor Héctor Aguilar Camín recibió la Medalla Bellas Artes, máxima presea que otorga el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) a los creadores de nuestro país.
La ceremonia se llevó a cabo en la Sala Manuel M. Ponce del palacio de mármol ante amigos, familiares y lectores, quienes celebraron el quehacer del periodista, historiador y novelista nacido en Chetumal, Quintana Roo.
A nombre de María Cristina García Cepeda, secretaria de Cultura, Lidia Camacho, titular del INBA, refirió que son muchas cosas las que tenemos que agradecer a este escritor, “sus cuentos y novelas, su pasión por la historia y el periodismo, su faceta de editor, su espíritu de cronista de su tiempo, su sorprendente capacidad para tender ese puente de ideas entre el pasado y la actualidad, para tratar de encontrar una brújula del futuro”.
Trabajo y esfuerzo, dijo, han sido puntos cardinales en la biografía de Camín, quien ha hecho de la escritura un compromiso y se ha dedicado a decir lo que piensa “con lecciones del pasado y las herramientas del observador permanente, las enseñanzas de lo vivido y lo visto.
“Héctor Aguilar Camín se ha dado a la búsqueda de la exactitud de las palabras y de la efusión de los recuerdos. Eso celebramos esta noche al entregarle la Medalla Bellas Artes, un reconocimiento a su obra y a hacer de las palabras un extraordinario placer”.
Al recibir la presea, el escritor agradeció la distinción y señaló que su vida ha tenido dos obsesiones largas y convergentes: la literatura e inevitablemente México.
Explicó que su pasión inició a los 15 años por contagio de las palabras de su madre y su tía, donde encontró la alegría de escribir la vida para completarla y honrar así las historias que le contaban, para llegar “al lugar de la epopeya que había en la boca de Emma y Luisa Camín”.
Y agregó: “Me hice escritor para contar la historia de mi casa, no fue una decisión artística, fue una necesidad melancólica, una larga demorada urgencia inevitable”.
En su literatura, dijo, ha mezclado realidad y ficción, ahí se encuentra lo que José Revueltas llamaba el lado moridor, el lado de la pérdida, el lado del destino. “Sin las historias que he podido escribir, mi vida sería infinitamente más pobre de lo que es y más ignorante de sí misma.
“Un buen lector justifica la existencia de un libro, podría añadir que un buen amigo, un buen amor, un hijo o una hija pueden justificar una vida”, señaló.
Luis Miguel Aguilar, hermano del escritor, contó algunas anécdotas familiares, el inicio y devenir de su vocación literaria, sus andanzas profesionales, aspectos y pasajes íntimos de su vida y el tribunal de “doña Emma”, su madre, quien le dio sentido a las letras de Camín.
“Ella era ese lector en quien Héctor pensaba y para quien escribía y ese era el tribunal literario en el que deseaba aprobación o ser absuelto”.
En su oportunidad, Rafael Pérez Gay indicó que Camín ha seguido dos pasiones literarias, combinando de forma extravagante el ejercicio periodístico con la fantasía y el deseo de la novela.
También relató algunos corredores de su vasta obra, historias como Mandatos del corazón, Adiós a los padres y El resplandor de la madera, entre otras, donde se hace evidente el rigor de este novelista que “fincó sus poderes narrativos en una prosa de intenciones meridianas, de caracterizaciones nítidas y profundas, de tramas magnéticas y desdichadas”.
A lo largo de 35 años ha compartido con él “su vocación de grandeza, esa forma del periodismo en la literatura en la cual no hay inteligencia sin tenacidad, también hemos aprendido juntos que en el mundo de la edición, de la prensa, de la vida misma, sin esperanza no crecen los olivos”.