o De manos de la directora general del INBA, María Cristina García Cepeda
o “Poeta comprometido, de obra íntima y necesaria, que enriquece vidas”
o Qué es una medalla: una imagen en el centro de la melancolía, dijo el poeta
A nombre de la Secretaría de Cultura federal, la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Cristina García Cepeda, hizo entrega de la Medalla Bellas Artes al poeta Francisco Hernández, máximo galardón que otorgan las instituciones de cultura del país a los artistas que han hecho importantes aportaciones al arte en México.
o De manos de la directora general del INBA, María Cristina García Cepeda
o “Poeta comprometido, de obra íntima y necesaria, que enriquece vidas”
o Qué es una medalla: una imagen en el centro de la melancolía, dijo el poeta
A nombre de la Secretaría de Cultura federal, la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Cristina García Cepeda, hizo entrega de la Medalla Bellas Artes al poeta Francisco Hernández, máximo galardón que otorgan las instituciones de cultura del país a los artistas que han hecho importantes aportaciones al arte en México.
La ceremonia se llevó a cabo la noche del martes en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes ante un numeroso público, en el que se encontraban familiares, amigos, la comunidad artística y el público en general, principalmente jóvenes.
Se trata –afirmó la directora general del INBA— de un homenaje al talento y a la escritura de un poeta que en cada palabra nos conmueve tanto, pero, además, aseveró, que ha revitalizado la poesía mexicana de nuestro tiempo.
“Pensamos en él como un poeta comprometido; con una obra personal, íntima, necesaria, que enriquece nuestras vidas. Es una obra que nos enfrenta lo mismo al desencanto que a la muerte, a la soledad, la violencia y, desde luego, a la propia poesía”, expresó la funcionaria.
García Cepeda recordó en el acto que Francisco Hernández dijo hace unos días que con frecuencia “duda de que sea poeta, que hace poesía en grado de tentativa”, a lo que consideró: “Querido Francisco, tus entrañables intentos nos emocionan siempre”.
Comentó asimismo que la obra poética del galardonado “ha tocado varias generaciones de mexicanos y nos ha acompañado en esa asombrosa aventura que es el conocimiento y la apreciación del universo de la poesía”.
Por ello, al entregar también un diploma, dijo: “Gracias Francisco por este importante legado, por ser un poeta de convicciones; tu trabajo es entrega y generosidad, es pasión y también es destreza” que todos agradecemos.
En su momento, Francisco Hernández, quien cumplió 70 años de vida, hizo un discurso en tres actos. En el primero agradeció a las instituciones mexicanas de cultura por el homenaje; a su padre, Faustino Hernández Valencia, quien le dijo alguna vez que debía ser un hombre de bien: “deja de publicar basura y escribe bien”; a quienes no creyeron en él como poeta, y a su esposa Leticia Roiz Jácome.
En el segundo acto compartió con el público lo que considera sus limitaciones: no ser traductor, no vivir más de dos meses en el extranjero, no tener gusto por las novelas, no ser militante político y no tener actividad docente, aunque sí haber dado talleres y haber escrito más de 25 libros y artículos periodísticos.
Llegado el tercer acto, expresó sentirse extraño en el Palacio de Bellas Artes y que al saber quiénes han recibido antes la Medalla Bellas Artes, se quedó “con la medalla de la boca abierta”. Y señaló: “A veces la vida no es tan seria como parece”, como afirmó alguna vez Juan Rulfo.
Luego se preguntó ¿qué es una medalla? y aventuró: ¿protección religiosa?, ¿metálico bálsamo capaz de ahuyentar una enfermedad pulmonar con algo de sordera y poco estilo? Pero, también, “un cero a la izquierda o a la derecha; una imagen en el centro de la melancolía que se desmorona cual un puño de polvo”.
El tercer acto lo dedicó además a leer tres de sus poemas favoritos: Hasta que el verso quede, Simulacro atigradoy Hugo Gutiérrez Vega a escena.
En el acto participaron también la poeta Pura López Colomé, quien hizo una semblanza del artista, y el pintor Francisco Castro Leñero, quien destacó la presencia de la imaginación, el gusto y la identidad en la poesía de Francisco Hernández.