o   Estará acompañado por Pura López Colomé

 

o   El martes 28 de junio a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce; entrada libre

Como parte del ciclo Protagonistas de la literatura, será distinguido, por su destacada labor en las letras mexicanas, Francisco Hernández, ganador de los premios Nacional de Ciencias y Artes 2012 en el área de lingüística y literatura, Xavier Villaurrutia 1994 y Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 1982, entre otros, y celebrará 70 años de vida acompañado por la poeta Pura López Colomé, el martes 28 de junio a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. La entrada será gratuita.

 

A los 28 años de edad, el escritor veracruzano comenzó una carrera forjada por sí mismo, pues sus primeros libros fueron publicados por iniciativa propia. Gritar es cosa de mudos(1974) es su primer título, y a partir de esa entrega se han sucedido una a otra sus obras, muchas de ellas a partir de personajes que llaman su atención. Robert Schumann, Charles B. Waite o Georg Trakl son solo algunas de las presencias que rondan su poesía.

 

o   Estará acompañado por Pura López Colomé

o   El martes 28 de junio a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce; entrada libre

Como parte del ciclo Protagonistas de la literatura, será distinguido, por su destacada labor en las letras mexicanas, Francisco Hernández, ganador de los premios Nacional de Ciencias y Artes 2012 en el área de lingüística y literatura, Xavier Villaurrutia 1994 y Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 1982, entre otros, y celebrará 70 años de vida acompañado por la poeta Pura López Colomé, el martes 28 de junio a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. La entrada será gratuita.

A los 28 años de edad, el escritor veracruzano comenzó una carrera forjada por sí mismo, pues sus primeros libros fueron publicados por iniciativa propia. Gritar es cosa de mudos(1974) es su primer título, y a partir de esa entrega se han sucedido una a otra sus obras, muchas de ellas a partir de personajes que llaman su atención. Robert Schumann, Charles B. Waite o Georg Trakl son solo algunas de las presencias que rondan su poesía.

 

“Una vez me dijeron que soy como un ventrílocuo. A final de cuentas yo hablo en esos personajes, no dejo de ser yo”, comenta en su casa, donde es imposible desviar la mirada. Pinturas cuelgan de las paredes de la sala, la cocina y el baño, y también hay esculturas de artistas como José Luis Cuevas o Israel Meza Moreno Moris. No recuerda cuántas obras de arte tiene ni en dónde están localizadas con certeza, porque acaba de remodelar su departamento.

 

“Tanto cambiar para que todo quede igual”, dice durante esta charla con la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes. Lo que no ha quedado igual, en cambio, es su último volumen: Odioso caballo (2016), el cual marca una pauta en su obra al ser un poemario sobre situaciones sociales. Así llega Francisco Hernández a su séptima década de vida. La forma en la que pide cuentas sobre estas circunstancias fue remontando su memoria a la niñez vivida en Veracruz, y hace un reclamo directo a Dios, a quien materializó en un caballo para tratar de domesticarlo y verlo cara a cara.

 

-¿Cuál fue la relación que encontró entre religión y poesía?

 

-Hay algo imaginativo muy ligado, o bien, que liga a la religión con la poesía: religarse, de ahí viene la idea de religión. Siempre he creído que el hombre que vio a un árbol hendido por un rayo pensó que eso era producto de un ser superior, que eso no lo podía producir el hombre, la naturaleza; que era de arriba y había que reverenciar a esos dioses, como los han bautizado. Así me explico que empezaron a explicarse las religiones, la poesía, los miedos, el infierno, todo lo que nos puede pasar, o que no llueva o llueva demasiado.

 

-Y la poesía, ¿en qué momento aparece como un recurso para mitigar estas preocupaciones?

 

-Apareció como parte de mi humor negro. Dejé los poemas que me parecieron más logrados y saqué los que ya se habían ido por otro lado que no me gusta, como esa poesía de izquierda que puede llegar a ser tan obvia y poco poética. A mí lo que verdaderamente me importa es la poesía.

 

-Uno se relaciona de manera diferente con la religión conforme crece. ¿Usted en qué momento se encuentra en este aspecto?

 

-Siempre he estado separado, escéptico e incrédulo de todo eso. Siempre ha sido entre sí y no en cuanto a la divinidad y los dioses. Mi madre era extremadamente católica y mi padre agnóstico. No sabía por cuál de los dos decidirme. Acepté que mi mamá me obligara ir a la misa de 11:00 los domingos, pero siempre me iba hasta el fondo, y quedaba hasta atrás de la iglesia con un amigo para hablar de béisbol.

 

-¿Y en qué sí cree?

 

-De alguna manera en la palabra, en el lenguaje, en la poesía, en esos odiosos caballos que son dioses también, en que las máquinas no van a hacer que desaparezcan los libros, lo cual sigue siendo un asidero.

 

-Uno de los epígrafes de su libro dice: “Ríndete. Renuncia. Deja de escribir”. En entrevistas ha dicho que se siente cansado. Sin embargo, no ha dejado de escribir. ¿Qué lo mantiene con brío?

 

-Me gusta esa consigna, y quizá lo mejor será hacerle caso al doctor Williams. Si llega la inspiración, pues qué bueno, y si no, ni modo. Estoy cansado. Va a salir en el Fondo de Cultura Económica mi Poesía reunida en dos tomos en octubre, incluyendo poemas inéditos. ¿Y después de eso? No sé qué viene. ¡Ya estuvo bien! Si no se me ocurre nada pues ya tengo 70 años y 25 libros.