• Presenta su libro Trenes en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia
  • Miércoles 9 de noviembre a las 19:00 horas

El Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de la Coordinación Nacional de Literatura, invita a la presentación del poemario Trenes, la más reciente obra del poeta y ensayista Eduardo Langagne, quien estará acompañado por Eduardo Casar, Jorge Mendoza Romero y Miguel Ángel de la Calleja. La presentación se realizará este miércoles 9 de noviembre a las 19:00 horas en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, ubicado en Avenida Nuevo León 91, colonia Hipódromo Condesa, Ciudad de México.

 

En su nuevo libro, Eduardo Langagne explora la fugacidad de la existencia como tema poético y reflexiona sobre la imposibilidad de retener el amor, la vida y el instante poético. El carácter transitorio de la existencia se simboliza en este libro con la partida de esos trenes que dan título al volumen: “No volverán los trenes ya jamás/ llevan viejos pasajeros ebrios y nostálgicos…”.

 

La concepción de la existencia como un estado de tránsito absoluto, siempre escapando hacia el pasado, se vincula en la poesía de Langagne a la idea del poeta griego Constantino Cavafis, cuando éste afirmaba que lo importante no era el destino, sino el viaje en sí mismo. De este modo, como afirma el propio autor de Trenes, “en la idea del viaje se plasma esa fugacidad absoluta e indudable”. Así pues, en este poemario, el viaje aparece a la vez como representación de la experiencia y el aprendizaje vital.

 

En los poemas de Trenes, las distintas etapas de la travesía surgen como “esas estaciones plasmadas en el poema, donde el paisaje de alrededor es también un paisaje simbólico, es un paisaje descriptivo, es un ámbito, un contexto, que permite muchas reflexiones sobre los grandes temas de la poesía, los temas de siempre: el amor, la muerte, la vida”, expresa el escritor en entrevista.

 

En el carácter fugaz que los poemas del autor otorgan a la existencia, es posible escuchar un eco de la filosofía budista, la cual considera que la fugacidad y la impermanencia son las únicas cualidades de todo lo que existe y de las cuales se desprende el vacío absoluto como única certeza. Pero aunque en los poemas de Trenes se proclame el carácter fugaz de la vida, a diferencia del budismo, ante la impermanencia el poeta opone el poder del recuerdo y la evocación como hogar metafísico donde la existencia puede cristalizarse. Por ello, en el poema de largo aliento que abre el libro, la voz lírica exclama: “...en la luz de esta mujer me purifico/ ilumino mi espíritu/ hábito el lugar que evoco…”.

 

Si en los poemas de Trenes toda experiencia que ocurre en el presente se concibe apenas como un tránsito hacia el pasado, entonces el poeta nos coloca ante la existencia como una imposibilidad donde nada permanece. El amor, la vida y hasta la palabra poética se ponen siempre en fuga, escapando a la voluntad de la persona. Las vías del tren aparecen como símbolos de la imposibilidad, pues son líneas paralelas que nunca se juntan.

 

Por ello, como afirma la voz lírica: “el amor pensando bien no se termina/ sólo acaba esa unidad provisional de la pareja/ que tuvo una unidad paralela/ como las vías de un tren/ que corren hacia el tiempo/ -la poesía es una vida paralela-”.

 

Sobre este punto, el autor señala que la imagen de las vías férreas advierte sobre la necesidad de descartar la concepción de la poesía y la vida como proyectos trascendentes que deben buscarse en el futuro, como un destino al que forzosamente se debe llegar. Por el contrario, la propuesta es entender a la poesía y la vida como travesías que deben experimentarse a cada momento.

 

“La imagen de las vías nos hace sentir que la poesía es una vida paralela, una poesía que se vive con la vida de todos los días. A veces, la poesía está en el día a día y la vida real nos vuelve justamente el complemento para poder experimentar esa realidad”, apunta el autor.

 

Sobre su experiencia creativa, Eduardo Langagne ha dicho que el poeta no trabaja directamente con las emociones, sino con el recuerdo de las emociones que se experimentan a cada instante, las cuales se pierden inexorablemente en el pasado. De esta manera, no resulta extraño que el recuerdo y la memoria concebidos como la materia fundamental del poema, aparezcan como uno de los temas deTrenes.  Así, en los poemas de este libro, el proceso de construcción de la memoria que se realiza día con día surge como única defensa posible ante la fugacidad del presente.

 

“La construcción de la memoria se realiza cotidianamente, lo que está pasando el día de hoy, lo que hacemos en el ahora, será la memoria del día de mañana. El presente es esto que siempre está aquí, el presente tiene una permanencia. El viaje es la emoción permanente por estar vivo”, concluye el autor.

 

Eduardo Langagne, poeta y traductor mexicano. Nació en 1952. Es licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por el CIDHEM y maestro en Letras Latinoamericanas por la UNAM. Con su libro de poesíaDonde habita el cangrejo, de 1980, fue el primer poeta mexicano en obtener el Premio Casa de las Américas. En 1990 obtuvo el Premio de Poesía Gilberto Owen y en 1994 su libro Cantos para una exposiciónlo hizo merecedor al Premio de Poesía Aguascalientes, el más importante del país. Entre sus libros se pueden mencionar, XXX Sonetos (1998); Romances anónimos (con ilustraciones de José Luis Cuevas) (1999), La manzana en la cabeza (2000), Otra cebolla de cristal, (cuentos, 2009) y  Lo que pasó esto fue (2009). En 2006 publicó su traducción  de 35 Sonnets, de Fernando Pessoa.