• Edición compilada y prologada por José de la Colina, con epílogo de Gabriel Zaid 

  • Su prosa fluida y elegante podía prescindir del uso de la conjunción que sin restar naturalidad a la expresión 

  • Domingo 19 de febrero a las 12:00 horas en la sala Manuel M. Ponce del PBA

 

El libro Prosa sin que, del periodista fallecido José Alvarado Santos, se presentará al público el próximo domingo 19 de febrero a las 12:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, con los comentarios de Minerva Margarita Villarreal, Armando González Torres, José Luis Martínez S.José de la Colina, en un acto organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

 

Con motivo del centenario del nacimiento de José Alvarado, quien se negó a ser llamado escritor sino periodista, la Universidad Autónoma de Nuevo León publicó el año pasado Prosa sin que del otrora considerado “perteneciente al Olimpo periodístico mexicano” por la calidad de su prosa.

 

El autor escribió dos novelas cortas, así como cuentos, relatos e innumerables artículos, los cuales apenas se han reunido en unos cuantos libros. Prosa sin que surge con una selección y un prólogo de José de la Colina, amigo y colega suyo en el periódico Excélsior en la etapa de Julio Scherer, y con un epílogo de Gabriel Zaid.

 

El título hace patente un rasgo de estilo de José Alvarado: su maestría en el oficio al no usar la ripiosa conjunción que, característica que no restaba fluidez ni naturalidad a sus textos. De los artículos publicados durante más de treinta años en los diversos periódicos y revistas, de este “gran cúmulo”, provienen los 22 artículos que José de la Colina seleccionó para mostrar otra de las habilidades del periodista nacido en Lampazos, Nuevo León: su don de trazo al elaborar retratos.

 

Pocas pinceladas le resultaban suficientes a la hora de capturar la trayectoria peregrina de Alma Reed, el exilio de Max Aub, la difícil vida de Barba Jacob en México, la ironía de Julio Torri, la hondura americana de Carlos Pellicer o los mundos donde Borges deambuló, por sólo citar algunas de las figuras que aparecen en este volumen.

 

No obstante, el periodista demostró la misma cualidad notable cuando retrataba a personajes populares: el albañil derrotado por el alcoholismo o los versificadores de oficio.

 

Quizá por su naturaleza aventurera, infatigable curiosidad y extraordinaria sensibilidad, José Alvarado podía trasladarse en un pestañear de los rincones más insospechados de la Ciudad de México, con tipos vernáculos, a nostálgicas evocaciones de ciudades cosmopolitas con todos sus colores locales y personajes propios. Asimismo podía ir de un relato breve a un retrato o a un obituario.

 

Este talento al narrar también era propio de su conversación: dicen que el tiempo pasaba sin sentir escuchándolo hablar de los más variados temas en universidades, restaurantes, bares, cantinas o escaleras. Sí, escaleras.

 

José de la Colina cuenta que José Alvarado y él, “los dos Pepes”, se encontraron muchas veces en la gran escalera de Excélsior, donde sostuvieron animadas charlas sobre casi todos los temas, incluidas las escaleras, por supuesto.

 

José Alvarado Santos nació en Lampazos, Nuevo León, el 21 de septiembre de 1911, y murió en la Ciudad de México el 23 de septiembre de 1974. Narrador y ensayista, estudió Derecho, Filosofía e Historia en la UNAM. Fue rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León, perteneció a la Asociación Estudiantil Revolucionaria y al Consejo Universitario.

 

Colaboró en BarandalClaridadCuadernos AmericanosEl DíaEl NacionalEl PopularExcélsiorFuturoRomancePartidoRevista Mexicana de LiteraturaSiempre!Taller. Recibió el Premio de Periodismo 1929, otorgado por el Centro Libanés.

 

Entre sus libros publicados están: Memorias de un espejo (1953) y El personaje (1955), los cuales contienen sus dos novelas cortas, además de cuentos. Figuran también los de relatos: El retrato muerto (1965) y Cuentos (1977); los ensayos Tiempo guardado (1976) y Visiones mexicanas y otros escritos (1985); y los textos periodísticos reunidos en Escritos (1976), Luces de la ciudad (1978) y Alvarado el joven (1992).