Su novela En busca del tiempo perdido ha marcado la historia de la literatura mundial, pero pocos la han recorrido de principio a fin
Participan Alejandro Toledo y Rodrigo Landaeta
Martes 13 de noviembre; 19:00 horas en la Capilla Alfonsina
El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) invita a recordar Los 90 años de la muerte de Marcel Proust el martes 13 de noviembre a las 19:00 horas, en la Capilla Alfonsina, ubicada en Benjamín Hill 122, Condesa, ciudad de México. Su obra En busca del tiempo perdido, será comentada por Alejandro Toledo y Rodrigo Landaeta, grandes lectores de esta novela.
Alejandro Toledo comentó que la narrativa del siglo XX tiene dos cimas: Proust y Joyce. Como lector, él empezó leyendo a Joyce y, más tarde, cuando terminó de comprar los siete tomos de En busca del tiempo perdido de Alianza Editorial (que retoman y completan la traducción de Pedro Salinas), abordó a Proust. Recuerda que eso fue en 1986, cuando en México ocurría el Mundial de Futbol. Dijo que él no veía los partidos, sino que leía a Proust. Lo leía mañana, tarde y noche. Luego de largas horas de lectura descansaba tomando una siesta y en sueños continuaba habitando, de algún modo, el universo de esa larga novela.
A la pregunta de qué placeres y qué retos tuvo al enfrentar esta lectura, dijo: “Placeres, muchos. Uno de los primeros libros de Proust se llamó, precisamente, Los placeres y los días. No guardo muchos recuerdos de esa primera lectura completa de la novela porque la releí hace unos pocos años, en grupo, y he aprendido que esa lectura entre varios, comentada, enriquece mucho la experiencia. De aquella primera vez sólo recuerdo eso: que la historia inundaba mis sueños. De la última vez tengo muchísimos recuerdos. Propuse un taller de lectura de En busca del tiempo perdido con la idea de que acaso no agotaríamos los siete tomos, sólo pretendía encaminar a los lectores para que concluyeran, ellos mismos, la novela. Se creó una buena dinámica (entre cien y doscientas páginas semanales) y en nueve meses concluimos”.
Acotó Toledo que una de las asistentes con experiencia culinaria iba apuntando en un cuaderno los platillos que encontraba y luego buscaba la receta. Ese taller literario cerró con una gran comida en la que el menú lo marcó Proust, incluido el vino francés. Asimismo recordó que estuvo invitada Luz Aurora Pimentel, especialista académica en el tema, que enriqueció la sobremesa con sus comentarios.
Alejandro Toledo puntualizó que si con Joyce se siente a la ciudad en movimiento, con Proust ocurre que se siente al tiempo moverse: “La idea del tiempo perdido como se sabe, tiene variaciones, porque el protagonista hace eso, perder el tiempo, es un socialité entregado al ocio… Se pierde también porque se va, porque las cosas cambian, el mundo se transforma: aparecen la electricidad, el teléfono, los automóviles, los aviones. El mundo con el que arranca la novela no es el mismo que el de su desenlace. Esta sensación del tiempo que pasa es una de las experiencias más agradables, y profundas, que produce la lectura”.
El especialista puntualizó que no se requiere una preparación técnica para leer a Proust, como quizá sí ocurre con Joyce. Todo es cosa de paciencia y un buen espacio físico para emprender la lectura, dejarse llevar por el libro, entregarse al orbe en el que vive el joven Marcel: “La dificultad de En busca del tiempo perdido es su extensión”.
Por último Toledo dijo que en su charla retomará aquello que “señaló Salvador Elizondo, de que mientras Proust evoca Joyce invoca… aunque Elizondo contrastaba, seguramente, las dos obras maestras de estos autores: En busca del tiempo perdido y Ulises, una dedicada al pasado y otra al presente, a la crónica de un día específico (el 16 de junio de 1904)”. No obstante, siente que Proust arriba, en el tomo final, al presente, que es cuando todo se ata en el personaje y encuentra la cifra de la creación literaria con la cual armará su historia. Por otro lado, le parece que Retrato del artista adolescente de Joyce tiene muchos puntos en común con el proyecto proustiano, en tanto que se ve al artista crecer y encontrar las claves de su oficio.
Alejandro Toledo (Ciudad de México, 1963). Ha sido becario del Centro Mexicano de Escritores y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes; es actualmente miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Ha publicado diversos libros de conversaciones con escritores.
Autor de los volúmenes de cuentos Atardecer con lluvia (1996) y Corpus: ficciones sobre ficciones (2007); la novela corta Mejor matar al caballo (2010); los libros de prosa ensayística Cuaderno de viaje (1999), Lectario de narrativa mexicana (2000), El fantasma en el espejo (2004) y James Joyce y sus alrededores (2005, publicado en España en 2011 como Estación Joyce); los títulos periodísticos De puño y letra: historias de boxeadores (2005), La batalla de Gutiérrez Vivó (2007), Todo es posible en la paz: de la noche de Tlatelolco a la fiesta olímpica (2008) y A sol y asombro (2010); y las antologías Poemas y narraciones sobre el movimiento estudiantil de 1968 (1996, en colaboración con Marco Antonio Campos; segunda edición, 1998), El imperio de las voces: Fernando del Paso ante la crítica (1997), Dos escritores secretos: ensayos sobre Efrén Hernández y Francisco Tario (2006), El hilo del Minotauro: cuentistas mexicanos inclasificables (2006) y Larva y otras noches de Babel (2007, selección a la obra de Julián Ríos, con prólogo de Carlos Fuentes). Es coeditor (junto con Daniel González Dueñas y Ángel Ross), de Voces reunidas de Antonio Porchia, publicado en el 2006 por Alción (en Argentina) y Pretextos (en España). Está a cargo de las Obras completas de Efrén Hernández que edita el Fondo de Cultura Económica.