• No respiramos: inflamos fantasmas, será presentado por Alberto Chimal, Violetta Estefanía R. Cavazos, Érika Mergruen y el autor
  • Miércoles 13 de agosto, a las 19:00 horas, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes
  • “Imaginar es jugar a ser reales, y este juego es lo más cercano que tenemos a existir: somos jugando” 

 

La que se ha dado en llamar la “literatura de imaginación” a fechas recientes por escritores como Alberto Chimal, para dar a conocer destacados autores mexicanos y desmarcarse del tipo de literatura escrita por autores como J. K. Rowling (Harry Potter), encuentra en el escritor michoacano Edgar Omar Avilés, sin duda, a uno de los principales exponentes de este género actualmente en México.  Su obra, compuesta por novelas, libros de cuentos o de minificciones, ha logrado el reconocimiento del público lector y ha obtenido algunos de los galardones más importantes de nuestro país, como  el Premio Bellas Artes de Cuento San Luís Potosí en 2008.

 

La siguiente entrevista muestra la opinión de este “cirquero de fenómenos”, como él mismo se denomina, respecto a temas como los límites entre la imaginación y lo real, su concepto de vida ligado a la escritura, su posición frente a "Las Grandes Preguntas", y el entramado siempre presente entre arte y la literatura, a propósito de su nuevo libroNo respiramos: inflamos fantasmas, que presentarán los escritores Alberto Chimal, Violetta Estefanía R. Cavazos, Érika Mergruen y el autor, el próximo miércoles 13 de agosto, a las 19:00 horas, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes. Entrada libre.

 

Edgar, ¿planteas tus historias desde una idea en particular de lo que significa imaginar?

Parto de la premisa que “imaginar” es el acto creativo en sí.  Imaginar es permitirnos asociar ideas de maneras insólitas para que surjan ideas como metáforas en las que se mueven los personajes.

 

¿Lo imaginado y lo real son conceptos diferentes? ¿Cómo los asimilas en tu literatura?

En el acto creativo, lo “real” (eso que los autopretendidos dueños del mundo dicen que es el territorio de lo posible) es un subgénero de lo imaginable. Hay pintores que eligen quitarle tonos o colores a la paleta de colores (pues solo les gustan los ocres o los azules, etcétera); bueno, así me parece que sucede con los escritores que solo pintaran con la gama de los colores del “realismo”. Quienes lo hacen por una necesidad expresiva, me parece que hacen lo correcto; quienes lo hacen porque creen que imaginar es “antiliterario”, están equivocados. El arte cuida de lo verosímil, no de lo cierto. Una narración debe ser verosímil dentro de su mundo ficcional. Elegir el subgénero de lo realista es muy válido, quizás algún día elija los trasmundos de lo realista, pero hasta lo que he escrito he preferido que lo posible y lo imposible cohabiten si es que así lo exigen la historia y los personajes.

 

¿Carece la realidad de elementos que la ficción sí posee?

No, la realidad es loquísima, llena de imaginación, de enigmas y de ficciones. La realidad más real está poblada de lo que nos pasa día a día, y de sueños, metáforas, conceptos, premoniciones y lo que aún son misterios. Solo hay quienes han editado la “realidad” y la pretenden volver una roca supeditada a lo obvio y al método científico. Sin embargo, en porcentaje, la realidad suele ser mucho menos redonda que la ficción, menos trazada, menos estética y con arcos dramáticos confusos. La ficción tiene la posibilidad de ser un encuadre de la realidad, uno que lo mejore para que sea más bella o más terrible, pero mejorada, siempre y cuando haya un escritor con la capacidad de mejorar el encuadre, donde la imaginación sea una de las columnas, como en verdad sucede.

 

Algunas de tus minificciones en No respiramos: inflamos fantasmas dan respuesta de manera eficaz a temas tan trascendentes como el tiempo, los sueños o Dios. ¿Es una forma de ironía hacia la seriedad de Las Grandes Repuestas? Creo que, así como las otras ramas del conocimiento humano (psicología, historia, matemáticas, filosofía, etcétera) tienen su forma de abordar las Grandes Preguntas, también la literatura lo tiene, y es por medio de una intuición imaginativa y gozosa puesta en personajes que sintamos cercanos. Lo que hago no es pretender dar respuestas (no creo mucho en las respuestas), sino proponerme preguntas desde otros ángulos, y mientras lo hago paso bien el rato y, espero, que el lector también lo pase bien.

 

Aunque parecieran géneros diametralmente distintos, encontramos algunas minificciones que podrían pasar por un buen verso si así se quisieren ver.

 

¿Eres un autor que está en contacto y se enriquece de otros géneros?

Me gusta mucho leer poesía y ensayo, y me da gusto que se note aunque sea un poquito. No por mí, sino por la sanidad de mis cuentos. De lo que leo, me gusta sobre todo cuando no queda claro a qué género pertenece, como en los ensayos poéticos de Gastón Bachelard o los diarios de Alejandra Pizarnik. De los géneros literarios deberían de preocuparse los editores y los académicos. El escritor, mientras escribe, no debería preocuparse tanto qué género escribe, ya el resultado dirá en qué estantería de la librería puede ofrecerse.

 

¿Por qué regresar con este libro a escribir minificción?

Desde hace quince años no he dejado de escribir minificción, solo que lo hago de manera lenta, mientras escribo otros textos. De pronto me encuentro con historias que tienen que ser contadas en una o cinco líneas, y no pretendo forzarlas para que se vuelvan novela. Este libro es el resultado del trabajo esos años, reunido. 

 

¿Qué crees que ha hecho que tu literatura esté posicionada en la literatura nacional como una de las más destacadas actualmente?

Pues, si acaso hay algo de gusto por lo que escribo, quizá sea porque en lo que escribo siempre hay historias. Me considero, más que un escritor, un imaginador que caza historias raras y personajes llenos de preguntas anómalas, y que luego busco encerrarlas en un papel para que no se escapen. Algo así como un cirquero de fenómenos.

 

Por último, ¿Qué tipo de personas crees que seríamos sin imaginación, sin sueños?

 

A mi juicio, la imaginación está comunicada directamente con la inteligencia. Al menos ese tipo de inteligencia es la que amo en los demás. Sin imaginación, seríamos más tontos. Los sueños son anhelos imaginativos y sin estos anhelos tendríamos menos voluntad de actuar. Es decir, seríamos autómatas, seres que solo sirven para los intereses de otros: de los gobernantes, de los empresarios, de la naturaleza, del Diablo o de Dios, de todos esos que crean héroes y villanos a placer y nos quieren reducidos a máquinas. Imaginar es jugar a ser reales, y este juego es lo más cercano que tenemos a existir: somos jugando. La imaginación y los sueños están relacionados, creo, con lo que nos hace ser, existir como individuos y con eso que llamamos alma.