Laura Esquivel, alquimista del amor y la cocina
por Adriana del Moral Espinosa
Como “cocinera, alquimista, bruja de negros cabellos largos y ensortijados, amante del hombre y de la vida, lópezvelardiana y lujuriosa”; así describe Elena Poniatowska a Laura Esquivel, la escritora latinoamericana con más libros vendidos en los años recientes.
Sin embargo, para Esquivel la escritura no es algo indispensable. “Si el día de mañana, por cualquier cosa, yo dejo de escribir, no me voy a sentir frustrada. Yo sé que igual estoy participando, igual estoy incidiendo en la sociedad a partir de mi casa. Y para mí es muy importante volver a darle ese sentido sagrado, de unión, que la casa ha perdido…”. Para ella “la literatura es parte de la existencia, pero no es mi vida.” Y explica: “la vida es ir al mercado, es bailar, cocinar, estar con mi familia, amar.”
Laura cree en las fuerzas de la naturaleza, las buenas vibras, el destino, el azar y la suerte. Aunque se ha dicho que su obra tiene rasgos de realismo mágico, apunta que “para mí lo que se ha dado en llamar realismo mágico es normal y cosa de todos los días. México está lleno de situaciones mágicas: en México todos los días suceden cosas que a los demás les sorprenden y a mí me parecen de lo más natural.”
En su opinión, “no hay recetas para escribir, lo fundamental es vivir intensamente todo lo que se haga, sea el amor o el escribir. Ser auténtico es lo que la gente siente y a lo que responde.”; por ello, “siempre he dicho que mi novela es el resultado de lo que soy como mujer, como hija, como madre”.
Una infancia junto al fuego de la cocina
Laura Esquivel es novelista, guionista de cine y televisión, dramaturga y educadora. Nació en la ciudad de México en 1950, en una casa cercana a la Escuela Normal de Maestros. “Era un barrio en donde todos los vecinos nos conocíamos y manteníamos una relación muy estrecha. Y de pronto todos comenzaron a emigrar, y esas construcciones maravillosas se fueron deteriorando.”
Dice que su madre y su abuela le heredaron el amor por el arte de la cocina, y su padre el amor por la vida. Empezó a cocinar a los siete años, porque a ella le tocaba preparar las salsas para las grandes comidas de su madre.
“Los primeros años de mi vida los pasé junto al fuego de la cocina de mi madre y de mi abuela, viendo cómo estas sabias mujeres, al entrar en el recinto sagrado de la cocina se convertían en sacerdotisas, en grandes alquimistas que jugaban con el agua, el aire, el fuego, la tierra, los cuatro elementos que conforman la razón de ser del universo.”
De su infancia también recuerda las fiestas del quince de septiembre, para las que su madre preparaba un festejo muy formal, y a Saturnina (Satu), una vieja sirvienta indígena que trabajaba con la familia para irse los fines de semana a Hidalgo a cultivar una parcela, donde lejos de ganar, perdía.
Se formó como educadora en la Escuela Nacional de Maestros y trabajó durante siete años con grupos infantiles. Más tarde fundó el Taller de Teatro y Literatura de la Secretaría de Educación Pública junto con un grupo de amigas y empezó a escribir obras de teatro infantil. Posteriormente hizo guiones para Canal 11 y algunas películas. Estudió teatro con Héctor Azar y fundó el Centro de Invención Permanente (Cápac) donde impartió talleres de teatro, música, radio y pantomima.
Como lectora, admira a Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Umberto Eco, Patrick Suskind, Vicky Baum, Jorge Amado, Elena Poniatowska, Ángeles Mastretta, Carlos Monsiváis, José Agustín y Gustavo Sáinz, así como la novela policíaca de Paco Ignacio Taibo II. Para ella, también “La familia Burrón es un texto fundamental en mi vida, y ha influido considerablemente en mi obra.”
Para ella la mesa y la cama son las principales fuentes de placer. Cuenta que en una ocasión, una periodista danesa le preguntó si acaso las mujeres habíamos luchado tanto para volver a lo mismo: la cocina. “No se trata de volver al pasado. Se trata de regresar a la casa sin verla como un castigo. Revalorizarla”, fue su respuesta.
El novelista que escribe sus guiones
La autora ha realizado numerosos guiones como Chido Guan el tacos de oro, que fue filmado en 1985 por su entonces esposo, el director de cine Alfonso Arau. “El cine me enloquece, es el arte de nuestro siglo…Además, es un trabajo de equipo que me resulta apasionante, por el gran arte que suele ser interdisciplinario.”
“La historia es la base del cine, pero hay veces que si se tiene un guión maravilloso, pero el director no lo sabe realizar, entonces no sirve de nada. El guión es una base importantísima, pero en lo personal creo mucho en el trabajo de equipo.”
También realizó la adaptación cinematográfica de la novela Regina de Velásquez Piña. “Creo que yo trabajo las novelas un poco como guionista de cine, porque a mi me encanta el cine y he hecho muchos más guiones que otra cosa.”
Su primera novela, Como agua para chocolate (1989), fue traducida a 33 idiomas, entre los que se encuentran el italiano, sueco, francés, ruso, húngaro, danés y japonés, y vendida en más de veintiún países. En esta novela por entregas rescata la educación sentimental de la mujer de principios de siglo.
Pero el éxito no siempre es dulce. “Con la publicación de la novela, de un día para otro se me vino el mundo público encima; fue algo tan apabullante que yo no sabía cómo manejarlo y lo único que quería era huir, esconderme (…)”
Con la enorme difusión que tuvo la novela, “el mundo íntimo que yo tenía bajo control desapareció, y apareció otro en el que yo no tenía ningún control: los viajes, las entrevistas, las conferencias, las presentaciones, la firma de ejemplares…llegó un momento en el que todas esas exigencias me desgastaron y hasta me arrepentí de haber escrito la novela.”
Para la autora, acostumbrada a “mundos íntimos y cerrados” fue “muy difícil asumir que yo tenía que empezar a hablar y a decir lo que yo pensaba con todas las consecuencias que esto trae.” Esquivel atribuye el enorme éxito de su obra a que “habla de un mundo que el progreso nos arrebató de las manos. Un mundo que tiene que ver con la tierra, con la sensualidad, con la emoción.”
El libro recibió el premio American Booksellers Book of the Year de Estados Unidos a los autores cuyas obras han permanecido largo tiempo en la lista de los libros mejor vendidos. Fue la primera ocasión que este premio se otorgó a un autor no estadounidense. Otros autores galardonados con esta distinción han sido Ray Bradbury, Tatcher, Susan Sontag y Salman Rushdie.
La novela surgió como guión, pero sólo posteriormente fue llevada al cine. Durante la filmación de la película, cuyo guión obtuvo un Ariel, la autora sufrió una trombosis cerebral. Después, un hermano de su esposo Alfonso Arau la acusó de plagio. La novela también recibió una dura crítica por parte de muchos intelectuales.
Sin embargo, el libro vendió cinco millones de ejemplares en todo el mundo y en 1992 la autora recibió el premio de Mujer del Año. Cuenta que una vez su amigo, el cineasta Alejandro Jodorowsky le dijo: “mira Laura, hagas lo que hagas, de todas maneras te van a criticar. Algunos gritarán que escribiste una obra maestra, otros que hiciste una mierda y te lo van a decir en tu cara.”
Por eso, afirma: “no me importa que me llamen escritora light, creo que las más de las veces lo dicen por envidia.” También sostiene: “no me importa que me llamen cursi por decir que creo en el amor, que me gusta estar en mi casa, cocinar y bordar, porque creo que cada uno de estos actos íntimos están transformando al mundo.”
La vida después de un best seller
La segunda novela de Laura Esquivel tardó cinco años en aparecer, ya que tuvo que interrumpirla en numerosas ocasiones para filmar Como agua para chocolate y escribir el guión de Estrellita marinera y otros más. La ley del amor (1995) transcurre en el año dos mil 200 en la Ciudad de México. Es una novela policíaca y de ciencia ficción que se considera la primera novela multimedia de México. Incluye un cómic y un disco con arias de Puccini y danzones interpretados por Eugenia León y Liliana Felipe que acompañan a la Danzonera Dimas.
Narra la historia de las vidas sucesivas de Rodrigo, Citlalli, Azucena e Isabel. Azucena, la protagonista, ejerce en el año 2200 el oficio de astroanalista, que consiste en tratar los trastornos que las personas padecen por acciones cometidas en sus vidas pasadas. La misión de esta mujer es restituir la armonía cósmica que fue quebrantada cuando los conquistadores destruyeron la gran Tenochtitlán y con ella la Pirámide del Amor.
En el mundo del futuro aparecen cámaras fotográficas que reproducen el aura de las personas y muestran sus pensamientos, aérofonos que permiten al usuario trasladarse de un lugar a otro por el espacio, la televirtual, que lleva al espectador al lugar de los hechos y computadoras que permiten hablar a plantas y flores. En cambio, la música está estrictamente controlada porque produce regresiones a vidas pasadas.
Las vidas pasadas de los personajes se relatan en un cómic del dibujante español Miguelanxo Prado, que se intercala entre las páginas de la novela. La música es no sólo una banda sonora, sino que también es el medio por el cual los personajes reviven épocas pasadas.
Íntimas suculencias. Tratado filosófico de cocina (1998) recopila catorce textos que ya habían sido publicados como prólogos, o dentro de revistas y periódicos. Algunos más fueron ponencias o discursos. En ellos, la autora propone soluciones para algunos de los problemas que aquejan al mundo actual.
Esquivel propone a un Hombre Nuevo, que surgirá “alrededor del fuego…como resultado de una labor de pareja”. Aunque la autora no precisa su descripción, sí da algunas características del Hombre Nuevo: “Es el hombre que no olvida que lo más importante no es la producción, sino el hombre que produce”.
También incluye reflexiones sobre la condición humana y algunas consideraciones en torno a su reconocida novela Como agua para chocolate. La cocina reaparece como uno de sus intereses primordiales, porque para ella es la única de las labores necesarias del hogar que presenta una posibilidad creadora.
Estrellita marinera (1999) es un cuento para niños que transcurre en una carpa de circo donde hay dos sirenos y una mujer de dos cabezas que se traslada al laboratorio de un científico loco. La historia inicia cuando María y Facundo reciben de sus respectivos abuelos una herencia sorprendente que cambiará y enlazará sus destinos. Con este libro, Esquivel siente que de alguna manera respondió a su formación como educadora. El libro de las emociones (2000) fue su primera incursión en el género del ensayo.
Tan veloz como el deseo (2001) está inspirada en la vida de su padre. Es un homenaje a los telegrafistas, y al propio padre de la autora, que falleció en abril de 1999, enfermo del mal de Parkinson. Narra la historia de Júbilo, un telegrafista de ascendencia maya con la capacidad para captar los sentimientos que las personas no pueden verbalizar.
La historia está ambientada en el México de principios del siglo XX y cuenta la historia de amor entre el protagonista y la aristócrata Luz María o Lucha, los problemas que afrontaron por pertenecer a diferentes clases sociales, su peregrinar por diferentes pueblos a donde Júbilo era asignado como telegrafista y los problemas que terminan por distanciarlos al grado de no hablarse por años.
En la actualidad, la autora prepara una biografía novelada de la Malinche, porque revela que siempre ha estado interesada en el tema del mestizaje.