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La caligrafía heterodoxa

 

Aunque Emilio Carballido ha sido identificado como dramaturgo y su producción de obras teatrales es más cuantiosa que su narrativa, se niega a reconocer la superioridad y la preferencia de un género sobre otro. "No creo que haya inferiores ni superiores, hay géneros que tienen sus propias leyes. Hay algunos escritores que no pueden transitar varios géneros.

Hay excelentes narradores que están negados para la forma dramática. Otros nos movemos fácilmente de un género a otro. Luisa Josefina Hernández, por ejemplo, es un caso muy curioso de equilibrio. Prácticamente tiene el mismo número de novelas que de obras dramáticas, es una persona dotada ampliamente para los dos terrenos. A ella, en cambio, no le gustan las formas breves, pero no es que no se le den sino que no le gustan. Casi no tiene teatro breve y no tiene cuento. De joven escribió uno o dos cuentos, lindos por cierto, pero le gustan las formas amplias.

-Usted decía en la introducción de La veleta oxidada, que la diferencia del cuento y la novela consiste en la dimensión de la concepción y la complejidad del tema de la novela frente al cuento. ¿En que consiste esa dimensión de la que habla?

-El cuento, en general, relata un incidente, una evolución, un rasgo. En la novela encuentras un proceso amplio que recorre un camino muy diverso, muestra una trayectoria que madura y alcanza un desarrollo extenso. Aunque hay constantes, creo que ambos obedecen a una naturaleza propia de cada escritor. No es lo mismo la concisión de Pirandelo que la prolijidad de Chejov.

-¿Cuando aparece una historia, sabe desde el principio que va a escribir un cuento, una novela o una obra de teatro, las ideas le llegan con su género?

-Algunas se presentan muy completas y vestidas de pies a cabeza. Así como Atenea salió de la cabeza de Zeus. Otras veces no, en ocasiones se me presentan como El norte. Cuando empecé a trabajar esa novela, se me aparecían imágenes fragmentadas, pero no la historia completa. Me costó mucho trabajo desentrañarla y encontrarle la forma, incluso averiguar que no era teatro.

-¿Cómo se dio cuenta que no era teatro, intentó ceñirla a ese género?

-Me di cuenta que La veleta oxidada era una novela de procesos internos, no externos, no objetiva sino subjetiva.

-¿Y en el caso de la anécdota, la tiene de principio a fin?

-Sí, generalmente aparece muy redonda, pero mi primer impulso es llevarla al teatro. Esto ha cambiado en los últimos años. Las obras me llegan con su composición completa y no hay la dificultad de antes para descubrir su género. He aprendido a escuchar a las obras y aceptar la dimensión genérica que me proponen.