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Siete hijos, nacidos “porque yo quise”

 

Es madre de cinco hombres y dos mujeres, a quienes llama medio en broma “elemento civilizador”. Para ella “es muy distinto educar mujeres que educar hombres, si es que uno educa”, ríe. Cuenta que los hombres ocupaban dos habitaciones contiguas, reconocibles por el reguero de zapatos y demás pertenencias que había en ellas. “Cada uno de mis hijos nació porque yo quise”, afirma convencida.

Sus hijos se llevan un año entre ellos. Criarlos fue un constante escándalo, un tiempo muy difícil, y “muy bonito”, recuerda con cariño. Siempre disfrutó mucho a sus hijos, sobre todo “en la adolescencia, aunque fuera difícil, y luego fueron personas con las que podía conversar.”

Javier “es periodista y tiene también bastante facilidad para escribir”, trabaja en relaciones públicas. Ignacio es doctor en biología y funcionario de la ENEP Iztacala de la UNAM. Eduardo es psicólogo, está a punto de terminar un doctorado en formas de aprendizaje a distancia. Gustavo siguió la carrera de literatura española y dirige Lirio , una editorial independiente. Alejandro estudió biología, pero es director del departamento de cómputo del diario El Universal . Lolita estudió pedagogía y trabaja en la Biblioteca Nacional. Isabel trabaja en una oficina de relaciones públicas.

“Todos casados, Lolita divorciada. Ya ninguno vive aquí”, dice la maestra mirando sin nostalgia las múltiples puertas y adecuaciones que se han hecho a la casa a través del tiempo. En su misma cuadra viven un hijo y una hija suyos. Comenta riendo que “en casi todo Lomas de Sotelo vive la familia”.

Tiene trece nietos, que en realidad eran catorce, pero una de ellos, hija de Ignacio, murió a los dieciocho años en un accidente automovilístico. “Esa es mi vida”, resume con una sonrisa.

“Igual que pasa con los hijos que de pronto se independizan, así pasa con los poemas, como que se independizan. Fueron parte muy importante de una vida interior, pero ya son independientes,” explica refiriéndose a sus numerosos libros de poesía.

Explica que la última antología bilingüe francés-española que le publicaron en París le trajo grandes satisfacciones, ya que le permitió conocer de otra forma esa ciudad, porque antes la había visitado sólo en invierno. “Ahora la conocí en plena luz, y movimiento y hermosura.”