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La imaginación transfronteriza

—Cuando los críticos y los estudiosos se refieren a ti dicen: “su literatura judía”, o “Esther Seligson pertenece a las escritoras judeo-mexicanas” ¿tu crees en eso, eres una escritora judía?
—Eso es una estupidez, quien lo dice no entiende absolutamente nada, es como decir literatura gay, literatura feminista, no creo para nada en esos estancos. Evidentemente no puedo negar que mi cultura es judía, pero lee Sed de mar, quítale Esther Seligson, y a ver qué chingado judaísmo hay ahí, no hay nada. Ahora en Isomorfismos, por ejemplo, ahí el personaje se llama Don Jesús, es un chaman, pero toda su filosofía es la de un talmudista. A mí me fascina ese entreverar, porque finalmente la búsqueda es la misma. No puedo decir que mi literatura sea judía porque hay elementos de la mitología griega, del hinduismo y del taoísmo, soy una lectora apasionada del I ching, del sufismo y de miles de cosas.

Ahora, evidentemente no voy a negar que soy judía, me molesta que me pongan en las antologías de escritoras judías, de antologías de escritoras judeo-mexicanas, en antologías de escritoras, punto. Primero, considero que mi literatura es más mexicana que judía y eso lo señalaron hasta en Jerusalén. Evidentemente el treinta por ciento del español que hablamos en México son palabras en Náhuatl, digo, el treinta por ciento y eso por irme por lo bajito. Nadie escribe el español como escribe un mexicano. Soy una escritora mexicana, por supuesto que sí. Me encanta el español que hablamos en México, un texto como El meteoro, en Hebras por ejemplo, yo quiero ver que lo traduzcan, pues no. Mi español es suficientemente complejo para que no lo puedan traducir.

—Sin embargo, “El entierro”, una de las prosas que forman “El jardín de la infancia“ sí es una verdadera discusión con la concepción judía del suicidio, desde el propio judaísmo.
—Sí es espantosa: pero fíjate, la discusión está entre la visión que tienen los judíos sirios, árabes como yo les digo, y los judíos ashkenazi. Ese texto surgió en un seminario que yo daba sobre Shakespeare; estábamos hablando de Hamlet y del suicidio, entonces  comenté que entre los judíos ashkenazi, o sea los centroeuropeos, al suicida se le entierra al lado de la barda del panteón que es tierra non santa, igual que a los cristianos. En la clase había una chica de la colonia siria, entonces me dijo que ellos los entierran boca abajo. Me pareció tan monstruoso, una interpretación del precepto muy aterradora. De por sí me parece horrible que al suicida no le den los consuelos, sea cual fuere la religión, me parece monstruoso porque quién tiene derecho a juzgar lo que el hombre hace. Si la Providencia Divina es toda compasión como lo dicen el hinduismo, el budismo y todas las religiones, yo creo que Su compasión tendría que ser mucho mayor hacia un suicida que hacia un gordo que se muere de muerte natural o aunque sea de cáncer. Yo quiero que me incineren y que echen mis cenizas, cosa que el judaísmo no permite, al Tíbet, si es que no me toca morirme por ahí. Toda esa interpretación fanática de los preceptos religiosos me produce un rechazo espantoso, rechazo todas las ortodoxias, empezando por la judía.