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El Fakir Harry, la tentación de la novela
—La unidad de un libro como Ven, caballo gris ¿puede conducir, sin dificultad aparente, a la novela?
—Siempre he tenido la tentación de la novela pero se me ha dado más el cuento. Tengo muchas novelas comenzadas y algunas publicadas en serie como El Fakir Harry, de la que publiqué semanalmente el borrador. Pero Ven, caballo gris fue pensado como un libro de cuentos. Nunca he logrado terminar una novela, veremos si ahora lo consigo, en el otoño de mi vida triste.
—¿El Fakir Harry, va a continuar?
—El Fakir Harry surgió en una época en que teníamos muy pocas colaboraciones en mi suplemento, entonces yo dije, pues voy hace una novela por entregas. Era la posibilidad de hacer un borrador y así lo hice. Lo estoy trabajando ahora porque algunos capítulos salían más o menos decentemente otros salían espantosos, por la obligación de cada semana de entregar un capítulo. Fue una especie de apuesta que hice conmigo mismo y de intento de novela. No me gusta como quedó finalmente, pero me dio un borrador para trabajar.
Cuenta De la Colina que el Fakir Harry fue un personaje que existió en México en el año 43. Se hizo clavar en una cruz y cobraban un peso por verlo. Se convirtió en sensación, se contaban muchas historias, todas incoincidentes. Era extranjero, unos dicen que suizo otros que argentino, nunca se determinó la nacionalidad. Cuando lo desclavaron fue a un sanatorio, al salir se dirigió con su apoderado su habitación en el hotel Gillow y cuando abrió la puerta dijo: me muero, y se murió de una embolia. Surgieron muchas explicaciones de su muerte: una de ellas que se había muerto porque los clavos no eran realmente de oro y se le infectaron.
“Otros decían que apenas se había desclavado, quiso celebrarlo y había dado una gran comilona, se había ido a un burdel y había tenido diez coitos o una cosa así monstruosa y de eso se había muerto. Por eso me interesó hacer una historia que contara las versiones sobre la vida y muerte del Fakir Harry. La cosa más inteligente y más astuta que yo recuerde sobre el Fakir Harry la dijo un hombre muy ingenioso que se llamaba Guillermo Samperio: es un espía nazi que había elegido el puesto de observación más visible de México, por eso estaba clavado frente al cine Cinelandia. La visibilidad más invisible como sucede con el cuento de Poe. “La carta perdida”. Pero no hubo nada de eso, la embolia fue motivada por el peso de sus entrañas imnoviles”:
—Pero bueno, lo que me interesaba es que se había convertido en una especie de mito de mi infancia. Yo tenía entonces nueve años y todo México hablaba del Fakir, incluso en la escuela. Como no dejaban entrar niños algunos decían que se habían colado y que lo habían visto. Para mí era una obsesión, era un personaje muy novelesco para la imaginación de un niño de esa edad. Por esa época yo tenía anginas y tenía unas fiebres terribles, con delirios protagonizados por el Fakir Harry. Me impresionaba mucho que hubiera un hombre clavado en la misma ciudad donde yo vivía. Era un tipo de experiencia que no se daba en México. En fin, me impresionó tanto que tendí a eliminarlo de mi memoria, de modo subconsciente. Pero un día leyendo la Historia documental del cine mexicano de Emilio García Riera, él hablaba de una película en que intervino el Fakir Harry porque su verdadera profesión era de doble cinematográfico. Había trabajado en una película de episodios mexicana que se llama Las calaveras del terror, una de las pocas películas de episodios que se hicieron en México. En la cinta dobló a un actor que tenía que lanzarse a una laguna envuelto en llamas. Lo hizo y se salvó. Pero en el libro de Emilio García Riera, muy bien documentado, pero con errores, decía: y en está película trabajó el famoso Fakir Harry que había estado clavado en México y que murió en la filmación de está película al arrojarse a un estanque en llamas, lo que no coincidía con la realidad. Fui a la hemeroteca, indagué y mientras revisaba todos esos periódicos cargados de información momificada, sentí una opresión enorme. Tenía dificultad para respirar, deseos de romper las ventanas. Pero esto quiero explicarlo no como un delirio obsesivo sino como esas cosas que trabajan un poco subconscientemente y que al mismo tiempo te permiten seguir leyendo. Después de esa experiencia en la hemeroteca, le pregunté a mi mamá: ¿te acuerdas del Fakir Harry? y me dijo: cómo no me voy a acordar, tenías la obsesión del Fakir Harry, te enfermaste de las anginas, tuviste mucha fiebre, delirabas y me decías que el Fakir Harry estaba en la habitación contigo, que estaba ahí clavado, que estaba hinchándose y creciendo y que te iba a aplastar, que te iba a ahogar, todo esto no dicho tan coherentemente, pero eso era lo que mi madre me contaba. Se convirtió entonces en una experiencia proustiana y en ese momento mi magdalena mojada en el té fue el Fakir Harry. Eso es digamos la gran intuición mental en la que basa En busca del tiempo perdido. Es decir, al revivir una sensación real, vuelve nuestra memoria a los primeros momentos en los que tuvimos esa sensación, pero vuelve con toda la circunstancia alrededor y a partir de eso Proust logra revivir el enorme edificio que es En busca del tiempo perdido. A mí me pasó lo mismo con el Fakir Harry: por eso tuve esa experiencia opresiva en la hemeroteca. Alcoriza filmó la historia y si te fijas, me da crédito, fue un pleito que tuve con él porque se lo conté y lo llevó al cine. Hizo su historia con todo lo que yo no hubiera hecho, por ejemplo hacer un paralelo con Cristo, que me parecía que era una solución demasiado fácil.