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Ocho poetas

Empezó su amistad con Rosario Castellanos en el último año de la secundaria “porque ella era muy desconfiada y muy tímida, y yo no era desconfiada, pero sí tímida”, recuerda. Ambas estudiaron juntas leyes, pero luego se dieron cuenta que no les gustaba. Decían entonces que existían dos clases de mujeres: “las bonitas y las estudiantes”.

Posteriormente las dos amigas llegaron a la Facultad de Filosofía y Letras, cuando se ubicaba en Mascarones. Ahí conocieron a Augusto Monterroso, Carlos Illescas, Otto-Raúl González, Ernesto Cardenal, Ernesto Mexía Sánchez, Manuel Durán Gili, Ramón Xirau, Jaime Sabines, Emilio Carballido, Sergio Magaña, Luisa Josefina Hernández, Luis Rius, Juan Bañuelos y muchas otras figuras que marcarían el acontecer cultural mexicano.

Dolores Castro participó con algunos de ellos en la revista Barcos de papel financiada por el IFAL, de la que fue jefa de redacción. También conoció a Margarita Michelena, quien era un poco mayor que ella, y a Juan Rulfo, quien asistía a las reuniones de la revista Poesía en América de quien dice “era un hombre de pocas palabras; pero cuando hablaba, había que escucharlo.”

“Yo nunca me he preocupado por triunfar en las letras, sino por contribuir con un grano de arena a que esa tradición tan difícil que es la poesía no se interrumpa; no competir con nadie, porque si en algún terreno no se debe dar la competencia es en la poesía...”, dice para explicar su aparente distancia de los círculos literarios.

Dolores Castro formó también parte del grupo Ocho Poetas Mexicanos. Se les llamó así por la antología que reunió su obra, publicada por Alfonso Méndez Plancarte. El grupo estuvo integrado por Alejandro Avilés, quien entrevistó a todos para El Universal , Roberto Cabral del Hoyo, Javier Peñalosa, Honorato Ignacio Margaloni, Efrén Hernández, Octavio Novaro y Rosario Castellanos.

Ella misma define que “era un grupo muy interesado por la poesía, no en los cocteles. Leíamos poemas y los criticábamos.” El lema del grupo, ideado por Dolores, fue “Cada uno su lengua, todos en una llama.”

De Javier Peñalosa, su marido, dice que siempre fue muy respetuoso con ella y con su trabajo. “Un constante diálogo con una persona sí es extraordinario.” Con él procreó siete hijos, y siendo ambos escritores, el dinero no sobraba en casa. Sin embargo, ella nunca dejó de escribir.

Ambos mantuvieron su vocación literaria, alejados de cocteles y eventos sociales. Además siguieron participando el grupo Ocho Poetas.

Ya casada, Dolores cuenta que le fue imposible asistir a muchas reuniones o presentaciones de libros: sus hijos se llevan un año cada uno. Sin embargo, entre hijo e hijo, siguió viendo a su amiga Rosario Castellanos. Incluso cuando ella venía de Israel —donde ocupó un cargo diplomático— procuraban verse.

Lolita nunca dejó de escribir. También traducía y estudiaba. “Creo que mi familia se consiguió un ángel de la guarda de tamaño sobrenatural y así pudieron vivir mis siete hijos...sí procuré que comieran para que no fueran tontos”, cuenta recordando esos tiempos difíciles.