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Fernando Benítez

por  Carlos Rojas Urrutia

Nació en la ciudad de México el 16 de enero de 1912. Quiso ser abogado, pero las lecturas de José Manuel Altamirano lo llevaron a la profesión a la que dedicó su pasión y vida por casi 70 años: el periodismo.

Vio la luz en la calle de Mesones, del Centro Histórico, dos años después de que Francisco I. Madero entrara triunfante a la Ciudad de México, y en medio de toda la violencia política de aquella Ciudad, un ladrillazo cayó del techo de su casa “y quedó a escasos centímetros de mi cuna”.

A los 17 años trabajaba ya como abogado, pero con poco éxito. En 1936, a los 22 años y bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas, una amiga secretaria lo recomendó para un empleo como reportero en el periódico oficial El Nacional.

“La técnica se aprende pero con la pasión se nace”, fue la premisa de Fernando Benítez durante todos los días de su vida. Cuando se iniciaba en el periodismo, se vivían tiempos oscuros en el periodismo cultural, que en palabras de Benítez “era el lugar donde se ponían los desechos de las redacciones de los periódicos”.

En el año de 1947, se encargó a Fernando Benítez la dirección del periódico El Nacional, la cual tuvo que dejar por una disputa interna con el entonces regente de la ciudad de México, Ernesto P. Uruchurtu.


Los suplementos culturales

Sin empleo, fue con Luis Manjarrez para pedirle 50 pesos y poder llevar a pasear a su novia. Manjarrez, sorprendido, lo llevó a conocer a un íntimo amigo suyo: Rómulo O´Farril, recién nombrado presidente del periódico Novedades. Fue así que Benítez incursionó en su más grande proyecto de vida: hacer suplementos culturales.

El 6 de febrero de 1949, vio la luz lo que sería uno de los más importantes suplementos culturales en la historia de Latinoamérica, y sin duda el modelo a seguir del periodismo cultural mexicano: nacía Mexico en la Cultura, que en la editorial de su primer número decía:

“…hasta hoy, la casi totalidad de nuestros suplementos eran simples desvanes donde iban a verterse los desechos de los diarios. Novedades ha superado esta deficiencia y abre una nueva perspectiva. Aspira, en primer término, a convertirse en un resonador de la cultura nacional…Abrimos una ventana al paisaje entrañable de México, al de su cultura que es en nuestros días conturbados, motivo de orgullo y una lección de callado heroísmo. Lo mexicano con trascendencia universal y lo universal que fecunde lo mexicano podrían servir como lema”.

Benítez había leído los suplementos culturales argentinos y españoles, y aspiraba a alcanzar la calidad literaria que tenían las publicaciones de José Ortega y Gasset y Jorge Luis Borges en sus propios países. Para comenzar, pidió ayuda a Alfonso Reyes “que prácticamente hizo él solo el segundo número del suplemento, dedicado a Grecia”.

El material humano con que trabajó Fernando Benítez en aquel suplemento se conformaba básicamente de exiliados españoles del régimen dictatorial de Franco, y de jóvenes escritores mexicanos.

Su equipo de trabajo abrió un nuevo camino para la crítica, la narrativa, la entrevista y el grabado en el periodismo mexicano. Los artistas, escritores y críticos mexicanos como Vicente Rojo, Carlos Monsiváis, Juan García Ponce, Juan Rulfo, José Emilio Pacheco y Juan José Arreola llenaron sus páginas; además, contaba con la presencia de españoles como León Felipe y Luis Cernuda; y escritores latinoamericanos de distintas nacionalidades como Gabriel García Márquez, Nicolás Guillén y muchos más.

“Yo no inventé nada. Sólo tengo el mérito de reconocer a los escritores, sin importar su tendencia ideológica”, afirmaba Benítez en los últimos años de su vida, cuando iba de recinto en recinto recibiendo homenajes y ovaciones tanto de sus amigos colaboradores, como de viejos y nuevos lectores. Lo cierto es que en sus suplementos, congregó a poetas, narradores, y críticos que establecieron una importante perspectiva en el trabajo intelectual de México.

Doce años después de fundar aquel suplemento cultural, mantuvo una confrontación con el director de Novedades. Iniciaba la década de los 60 y las posiciones del periodismo mexicano frente a eventos de la mayor trascendencia, como la revolución cubana y el asesinato del activista Rubén Jaramillo, eran más bien blandengues y poco críticas. Benítez defendió entonces los movimientos sociales, entró en conflicto con el gobierno de Adolfo López Mateos y se vio obligado a renunciar. Junto con él, salieron, en solidaridad, el resto de sus colaboradores.

Un año después, él y su equipo de trabajo fundaron por encargo de José Pagés Llergo, La cultura en México, como suplemento de la revista Siempre!. Bajo su dirección, se agregaron los nombres de Carlos Fuentes, Cristina Pacheco, Elena Poniatowska, Rosario Castellanos, Augusto Monterroso, Álvaro Mutis, Gabriel Zaid y Octavio Paz.


Los indios de México

Fue esa época en que Benítez condenó la represión de Días Ordaz al movimiento estudiantil y en 1972, “no sin nostalgia” tuvo que relegar su cargo de director a Carlos Monsiváis y comenzó a escribir, por intervalos y a lo largo de 20 años, la obra que lo colocaría, de una sola vez, en la cumbre del periodismo, de la antropología y de la literatura: Los indios de México.

Los indios de México es una obra de cinco volúmenes dedicados a las etnias indígenas que habitan en el territorio mexicano y resulta una radiografía de los usos y costumbres de esos pueblos. La obra, ha sido traducida al inglés, francés, italiano, ruso, polaco y ucraniano.

Afirmaba Benítez que ese trabajo, siendo no antropólogo sino periodista, fue hecho “por un remordimiento de pagar nuestras culpas, frente a esas poblaciones marginadas”.

El primer tomo está dedicado a los tarahumaras, tzotziles, tsetzales, chamulas y mixtecos. El segundo se consagra por completo a los huicholes; el tercero a los mazatecos y coras; el cuarto a los otomíes y mayas; el quinto a los tehuanes y nahuas.

“Mi trabajo con los indios ha sido una experiencia espiritual que ha enriquecido notablemente mi vida. Yo no les he dado voz a los indios. No, no es así. Pero si no he sido yo quien les ha enseñado algo a esos seis millones de mexicanos, son ellos los que me han enseñado a mí; no creo que ningún indio haya leído nada mío; ellos en cambio, me enseñaron que todos los dioses que hemos matado en Mesoamérica están vivos en la Sierra Madre Occidental. Y no solo están vivos, sino que rigen la vida de millares de mexicanos a quienes nosotros llamamos indios.”

Por esa aportación fundamental al estudio del indigenismo en México, recibió los Premios Nacionales de Literatura y de Antropología, de manos del presidente, a quien, con su sinceridad habitual, Benítez le dijo: “gracias, pero yo soy periodista”.

Por su gran labor cultural, fue nombrado de 1947 a 1967 asesor de la unesco en materia de periodismo y presidente del P.E.N. Club (asociación de escritores internacionales) de México.


Periodismo cultural

En 1977, regresó a los suplementos culturales por invitación de Manuel Becerra Acosta, y fundó Sábado en el diario Unomásuno bajo la misma línea editorial de sus suplementos anteriores.

Recibió el Premio Nacional de Periodismo en 1986. Entonces, Paco Ignacio Taibo I comentó:

“De los esfuerzos de don Fernando por crear un periodismo cultural en México todos somos herederos y todos nos enriquecimos con aquel grupo estupendísimo que reunió hace unos años, cuando en vez de recibir el premio nacional de periodismo lo mandaron salir de un periódico…aun muchos guardamos ejemplares de aquella aventura intelectual y nos asombramos de la capacidad de don Fernando para seleccionar cultos e inteligentes con tan gran tino”.

Al recibir el Premio Nacional del Periodismo, declaró: “ahora que me dieron el premio nacional de periodismo, dije que ese sí me correspondía y les expresé que espero vivir 100 años más para que me den los premios nacionales de reportaje y artículo de fondo, que también merezco”.

Ese mismo año renunció a su cargo en el Unomásuno y en marzo de 1987 apareció el primer número del suplemento La jornada Semanal, dirigido y fundado por él mismo. En el 89 lo abandonó, para dedicarse de lleno a un nuevo proyecto periodístico: el periódico El Independiente, proyecto largamente acariciado, pero que nunca cristalizó. Al ser cuestionado sobre ese fracaso en el proyecto, Benítez hablaba poco: “mejor no tocar heridas frescas”.

La universidad de Guadalajara convocó en 1992 por primera vez al Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez y lo nombró doctor honoris causa, en una ceremonia donde fue ovacionado por un auditorio repleto y de pie. Con los ojos enjugados en lágrimas y las manos levantadas, Benítez se limitó a decir “soy un viejo lloroso”.

Paralelo a su brillante carrera periodística, fue maestro desde 1967 hasta 1991 en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, hasta que fue designado embajador de México en la República Dominicana.

En un coloquio organizado por sus alumnos de la UNAM en los años 80, Cristina Pacheco dijo sobre su trabajo periodístico: “Fernando es incapaz de sentirse sometido, incapaz de soportar la censura o la limitación, Fernando ha ido de un periódico a otro, y a su paso siempre ha significado en ellos un cambio en las letras”.


El novelista

Como escritor incursionó durante las décadas de los 50 y 60 en la novela con sus obras El rey viejo y El agua envenenada. En 1951 hizo su primer y único intento por incursionar en la dramaturgia, y montó en el Palacio de Bellas Artes la obra Cristóbal Colón; un fracaso del que Benítez reía cada vez que lo recordaba.

“Había pensado que con una combinación de Salgari y Claudel podía triunfar. Fue el fracaso más grande que recuerda la historia del teatro mexicano. Me salvé de ser linchado y que incendiaran Bellas Artes porque todos dormían profundamente al final de las cuatro horas de representación.”

La puesta duró sólo cuatro días, y Fernando Benítez se paseaba por la Alameda Central regalando boletos para las funciones que nadie se atrevía a aceptar.

Escribió además, numerosos reportajes históricos, sobre una diversidad de temas que iban desde el sexo en el siglo XVII hasta la sobrepoblación en la Ciudad de México.

Carlos Monsiváis, discípulo y amigo, escribió en el cumpleaños 80 de Fernando Benítez: “Él, desde la vanidad más autocrítica que conozco, se precia por igual de sus éxitos que de sus fracasos, se enorgullece siempre de su profesión fundamental (periodista), se considera a la vez reportero, historiador y antropólogo, se ufana de su recorrido panorámico por el mundo indígena y convierte en anécdota permanente su trato con el poder y su vida en los suplementos culturales”.

En la última etapa de su vida, cosechó premios y reconocimientos por su aportación invaluable al periodismo mexicano; como son la Medalla Manuel Gamio al Mérito Indigenista (1986), Premio Aztlán 1989 otorgado por el Gobierno de Nayarit, Premio Nacional de Ciencias y Artes (Lingüística y Literatura) 1978. Premio Universidad Nacional de Docencia en Letras 1989, Medalla al Mérito Ciudadano 1992, la Medalla de Oro 1993 por su contribución a la cultura otorgada por el Estado de México; entre muchos más.

Los últimos años de su vida, Fernando Benítez seguía aún colaborando en suplementos y secciones culturales: “Mi corazón es todavía el de un adolescente, prisionero de un cuerpo que se deshace, no por días sino por horas. En plena destrucción llego a acudir a la albañilería de las ideas.”

El 21 de febrero del 2000, a los 88 años de edad, falleció Fernando Benítez por un paro respiratorio.