La reconstrucción de la memoria
En 1993 Pitol se hizo acreedor al Premio Nacional de Literatura y Lingüística. Ese mismo año, publicó Luis García Guerrero, una semblanza-ensayo del pintor mexicano. Posteriormente, su amor al arte lo llevaría a escribir en forma de monólogo una serie de entrevistas con uno de sus grandes amigos en Juan Soriano. El perpetuo rebelde. El arte, para Pitol, se define así:
“El arte resulta un elemento necesario como el respirar, el hecho de ver una pintura, ir a la ópera o leer literatura o ir al cine son esas formas milagrosas de sentir que tiene el hombre. El arte es una de esas formas milagrosas que el ser humano ha creado desde hace miles de años para rebasarse y encontrar un espejo que lo supere”.
En 1999 Pitol recibió el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo y ese año la IV Feria Nacional del Libro de Xalapa le dedicó su edición. Desde entonces, Pitol se ha dedicado a la reflexión de la literatura y al recate de su propia memoria. Ese es el origen de uno de sus libros más conocidos, El arte de la fuga, donde hace reflexiones sobre la literatura, la escritura, la memoria, los viajes, los amigos, las ciudades y la música.
Más recientemente, publicó, Soñar la realidad, donde hace un análisis crítico sobre su propia obra literaria; y Pasión por la trama, una serie de ensayos sobre escritores que él califica de “excéntricos”, tales como Gogol, Schnitzler y Donoso.
Sergio Pitol volvió a radicar a Veracruz, en la ciudad de Córdoba, donde fue nombrado Doctor honoris causa 2003 por la Universidad Veracruzana. El FCE publicó en 2003 el primer volumen de sus Obras reunidas. Sus últimos libros son El viaje, donde reconstruye el diario que fue escribiendo en su peregrinar por los países soviéticos; y El mago de Viena, donde entrelaza las experiencias de su viajes con el recuerdo y la fantasía.
A Pitol, además de su obra literaria, se le deben traducciones de autores como Henry James, Joseph Conrad, Robert Graves, Jane Austen, Witold Gombrowicz; y de los escritores rusos hasta entonces desconocidos en México: Alexander Zeromsky, Kazimierz Brandys, Jerzy Andrezjewski y Bruno Schulz.
Para este escritor mexicano, galardonado con el Premio Cervantes en este año, hablar de héroes solitarios en la literatura es cosa menos valiosa que descubrir y escribir sobre el heroísmo del ser humano en general:
“Mi héroe es el género humano. Es fácil decir que la mayoría de los hombres son vulgares y estúpidos. Pero hay que reflexionar, por ejemplo, en la invención del lenguaje. Basta pensar que hubo alguien que inventó la “a” para reconciliarme con el mundo. Pensar en eso me produce tanto placer que entonces siento que vale la pena levantarse cada mañana, hacer cosas. Sí, la letra “a” es un triunfo del género humano”.