Nace Gatatumba de Eduardo Villegas
Evocación del encuentro
por Reyes Martínez Torrijos
Eduardo Villegas Guevara, quien ha caracterizado su creación literaria por el examen de la misma naturaleza humana, por la infancia en que comienza a manifestarse ésta, y las ciudades como personajes, ofrece Nace Gatatumba, su primer libro de creación poética. Dividido en cuatro apartados, se puede encontrar en el poemario un ánimo narrativo a pesar de su conformación en verso libre.
Ordenado cronológicamente, ofrece la visión del desarrollo de un amor, desde su temprana infancia, del autor y del sentimiento. La primera parte, “Infancia sin Gatatumba”, tiene como centro el territorio de la niñez, donde los padres y la musicalidad son una parte importante:
El sueño les estruja las mandíbulas para irse con raíces y todo
y los bostezos anuncian que no se han cansado de vivir.
Las manecillas del reloj los atosigaron constantemente,
pero mis padres ignoraron todo, menos del compás de su cumbia favorita.
La musicalidad como eje rector de esta vida familiar plagada de sencillez, de sobrevivencia, ante el estado de cosas ya predominantemente feroz, devorador: “Esa fiesta de balas no es la suya, pero, qué le vamos a hacer”.
En este primer momento, el poemario plasma esa desesperación ante los gestos más banales del ser humano, que le podrían hacer derrumbarse o sobrellevar algunas horas:
El espejo siempre se compadece de los desterrados (…)
También cercena miradas y, al final, miente un poco;
nos señala una belleza mayor que el día anterior,
pero cuando todos nos retiramos de su presencia,
el cristal honesto llora a solas, cansado de tanta verdad.
Relación de hechos que se pueden equiparar a una doble narración: visión del niño y del adulto. Quizá entendida también como discurso del presente, del infante, y evocación fatalista del derrumbe de las cosas, del secreto desmoronamiento de las certezas en un hombre maduro. Mirada dual, que se recrea en las líneas:
Nacidos como siempre
del mismo lodo del que formaron a Adán
la muerte y el horror nos toca a todos.
Sin embargo, estos días no huelen a cordero sacrificado…
La segunda parte, que nombra al libro, se prevé en el descubrimiento de la transformación en alguien distinto: “Mañana será un día difícil: / porque comenzaré a amarte.” Gatatumba es nuevo factor que modificará todo. Se erige a partir de aquí en centro de esta poética.
Campea la espera que deviene en el encuentro. Indescriptible de no ser por la amplitud de la referencia; por la evocación de las palabras como llaves para acceder a un más allá pleno de sensaciones. Este apartado, es dominado por la conversión de la espera en una sensualidad alimentada por el tiempo de la ausencia:
Ya vienes en camino con tu hoguera acomedida
para apiadarte de mis anhelos y de mis desvaríos.
Ayúdame a invocar una lluvia sin cenizas
mientras comienzas a lamer el fuego de mi cuerpo.
La espera se disipa en “Retrato de Gatatumba”, donde a pesar de la presencia ya se muestran los elementos de la lejanía: “Te recuerdo imperiosamente… / mientras me bebo de un trago esta lejanía”.
La cuarta parte es el final de esta narración poética. En ella, quedan los recuerdos rehechos, las palabras traducidas y dotadas de nuevos significados. Y el adiós final:
Pero ahora sí te doy la despedida
—aunque sea trámite sin importancia
para ti que te vas—.
También te digo que una despedida no duele,
es un gesto simple, tan natural como esta neblina
que poco a poco cubre la ciudad sin primavera.
Una historia cuyo fin y principio asemeja los extremos de un círculo. El autor evoca este significado y, quizás, el valor del libro completo:
Y entonces comprendí la utilidad del balcón que me heredaron mis padres.
Estaba ahí para conocerte y para olvidarme de la soledad.
Después germinaron sueños y se cosecharon caricias,
y mucho pero mucho más tarde, comprendí que ese balcón
también serviría para desahuciarme.
Así que no te creas que me falta valor para arrojarme de cabeza
pero primero romperé un par de versos en mil pedazos
para lanzar una lluvia de confeti al sitio por donde llegaste.