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Una novela cincuentona

El joven que lleva a imprenta las quinientas y pico páginas de La región más transparente no es un novato. A sus casi treinta años, tiene ya una carrera larga en los medios impresos y un libro de cuentos: Los días enmascarados, de 1954. Sin embargo, su producción libresca no es particularmente acelerada hasta entonces, como lo sí lo es, y de un modo difícilmente equiparable, en los años posteriores. De 1954 a la fecha, su bibliografía suma algo más de sesenta títulos, entre novelas, cuentos, ensayos y obras de teatro, que van de la burla contra el Bajío del catolicismo ultramontano (Las buenas conciencias) a la revolución mexicana (La muerte de Artemio Cruz), del ensayo sobre el arte de la prosa mayor (Geografía de la novela) al México de la ciencia ficción distópica (Cristóbal Nonato), de la frontera (La frontera de cristal) al análisis político (Contra Bush) y de éste al thriller petrolero (La cabeza de la hidra) y a las artes plásticas (El espejo enterrado). Con todo, es difícil imaginar un impacto más fuerte para el lector que el que implica el recorrido en mil voces y mil escenarios de La región.

Fuentes mismo dice que el origen de esta novela colosal está, en buena parte, en La Celestina, el clásico español escrito del último siglo XV en el que, en efecto, la ciudad, en ese caso la de Madrid y particularmente el Madrid popular, se impone no ya como un escenario, sino a ratos casi como un protagonista. En cualquier caso, esta novela, una de las fundadoras del boom latinoamericano, con el que nuestro continente conquistó Europa gracias a los buenos haceres de sujetos como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, tiene mucho del siglo XIX y desde luego mucho del XX. Monumental y con vocación de ser omniabarcante, a la manera de las obras mayores de, digamos, un León Tolstoi –La guerra y la paz, por ejemplo–, tiene sin embargo una compleja estructura fragmentaria, no lineal, que da permanente entrada y salida a figuras extraídas de los rincones más diversos del universo chilango en los años comprendidos entre 1900, o sea el Porfiriato, y 1952, cuando irrumpe Miguel Alemán en la presidencia y la Revolución Mexicana sufre un cambio radical. Así, el lector se topa lo mismo con los Ovando, una familia de latifundistas, que con nuevos burgueses como Federico Robles, un revolucionario de origen campesino, o Gladys García, una fichera. Como en la literatura clásica, hay un guía por esos parajes, Ixca Cienfuegos, el personaje más reconocible de la obra, su emblema.