Rubén Bonifaz Nuño, una de las obras poéticas más originales de la literatura en lengua española
“La poesía ha sido el único acto libre de mi vida. Lo demás es trabajo pagado para sobrevivir”, afirmó recientemente Rubén Bonifaz Nuño, poeta antes que nada, pero también ensayista, traductor de los clásicos grecolatinos y estudioso de las culturas prehispánicas de México. “Si la defino [continúa] ya no sería libre, es como meterla en una especie de cárcel; hago la poesía como sale simplemente”.
Ese era su método cuando fue publicado su primer poemario, La muerte del ángel, en 1945, y es así ahora, a ochenta y cinco años de su nacimiento, y luego de una brillante carrera literaria. “En 1945, cuando tenía 21 años, concursé en los Juegos Florales que se organizaban año con año en abril en la ciudad de Aguascalientes, coincidiendo con la Feria de San Marcos. Ese año gané el cuarto premio”, recuerda el poeta en una entrevista que le realizó Marco Antonio Campos: “Entonces yo estaba lleno de dudas sobre mis posibilidades literarias, y en esa ciudad se empeñaron en demostrarme que yo era buen escritor”, afirmó Bonifaz Nuño en esa ocasión.
Y es que, para él, la escritura, ese único acto libre, es también un acto de suma importancia. “Nunca me quité la ropa para escribir. Escribí siempre formalmente por respeto a la máquina y por respeto a lo que estaba tecleando”, confiesa.
Rubén Bonifaz Nuño nació en Córdoba, Veracruz, el 12 de noviembre de 1923. En su juventud se inclinó por las leyes, y estudió derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia entre 1934 y 1947. Con el amor por el derecho romano empezó su pasión por los estudios grecolatinos: “Grecia y Roma me dieron el sentido del orden y de la importancia del idioma. Puede pensarse que los griegos, que crearon tantas cosas, han sido superados en casi todas ellas, pero no en el dominio y el cultivo de la palabra”, asegura.
Ese interés por el cultivo de la palabra puede rastrearse en sus siguientes pasos: fue mientras estudiaba derecho que comenzó su carrera literaria (con ese cuarto lugar en los juegos florales de Aguascalientes) y más adelante obtuvo la maestría y el doctorado en letras clásicas en la UNAM.
Desde entonces ha sido un incansable promotor de la literatura clásica griega y latina. Como escribió el doctor Bulmaro Reyes Coria: “por el solo nombre de Bonifaz le llegan en seguida a la mente [al lector] los máximos poemas de la humanidad: Eneida de Virgilio, Ilíada de Homero, Metamorfosis de Ovidio, Cármenes de Catulo y aun la prosa de César. ¿Para qué hacer más extensa la enumeración, la cual, más breve o más larga, habría de quedar aquí sin otra explicación? En todo caso, los mexicanos bien sabemos que podemos gozar o estudiar estos y otros monumentos literarios sólo gracias a la cultura humanística y filológica de Rubén Bonifaz Nuño”.
También fue por 1945 cuando Bonifaz Nuño comenzó a estudiar las literaturas prehispánicas: “Para mí fue muy importante leer el libro Poesía náhuatl, traducido por el padre Ángel María Garibay, en la Biblioteca del Estudiante Universitario. Sin embargo ya había leído antes el Popol Vuh y el Chilam Balam de Chumayel. Todavía recuerdo líneas que me impresionan: ‘Se levantó la gran madre ceiba de en medio del recuerdo de la destrucción de la tierra.’ O: ‘Me voy, soy dios, pues; soy poderoso, pues.’”, compartió en otra entrevista con el también poeta Marco Antonio Campos.
Así, impresionado –como él mismo dice– Bonifaz Nuño optó por buscar nuevas formas de comprender los textos prehispánicos, porque “me percaté de que los textos que estudiábamos no eran prehispánicos, sino textos creados por los misioneros para amansarnos a los indios. Entonces empecé a dar en la cuenta de que no debíamos hacer mayor caso de estos textos porque están falsificados”. De esta rama de su conocimiento surge su libro para niños Cuentos de los abuelos, en el que busca encontrar el verdadero sentido de algunos mitos: “En los Cuentos de los abuelos escribí la lectura que pienso que era la indígena para sacar de allí las verdades que fundan esa creencia”, explica.
Rubén Bonifaz Nuño siempre ha mostrado un gran entusiasmo por compartir sus conocimientos. De ahí que resulte natural otra de las facetas de su trabajo: la docencia. Fue en 1960 que el poeta inició su carrera como profesor de latín en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Su activa y sostenida labor catedrática lo llevó a ser miembro de la Comisión de Planes de Estudio del Colegio de Letras Clásicas de la misma Facultad y a ocupar diferentes puestos dentro de la UNAM, en la que fungió como director General de Publicaciones, coordinador de Humanidades y director de la Bibliotheca Scriptorum Græcorum et Romanorum Mexicana.
Alma inquieta e incansable, el poeta fue también fundador de la cátedra Seminario de Traducción Latina; miembro de la comisión que reformó los planes de estudio del Colegio de Letras Clásicas; investigador en el Instituto de Historia; coordinador de Humanidades; creador de los centros de Lingüística Hispánica de Traductores de Lenguas Clásicas y de Estudios Mayas; director del Seminario de Estudios para la Descolonización de México y miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM. Además, en 1963 fue nombrado miembro de Número de la Academia Mexicana de la Lengua (cargo al que renunció en 1996); desde 1972 es miembro de El Colegio Nacional (1972) y fue presidente de la Sociedad Alfonsina desde 1986 hasta 2000. Además, fue siempre un estrecho y entusiasta colaborador de la Dirección de Literatura del INBA (hoy Coordinación Nacional de Literatura).
El trabajo de Rubén Bonifaz Nuño ha sido merecedor de diversos reconocimientos, tanto en México como en el extranjero. Prueba de ello es su pertenencia a la Academia Latinitati Inter Omnes Gentes Fovendae de Roma, desde 1984; la distinción Orden del Mérito de la República Italiana, en grado de Comendador, que se le otorgó en 1977; y el Diploma de Honor que recibió en 1981 en el XXXII Certamen Capitolino de Roma, que cuenta con el añadido de ser el primero otorgado a un escritor de lengua española.
En México, entre los diversos honores que se le han brindado destacan sus nombramientos como miembro del SIN como Investigador Emérito hasta 1993, y, desde ese año, como miembro del SNCA, como Creador Emérito. También, las distinciones como Maestro honoris causa por la UAEM, en 1980; Doctor honoris causa por la Universidad de Colima en 1984, por la UNAM en 1985 y por la UV en 1992; así como el hecho de que, en 1991, la Coordinación de Humanidades de la UNAM creara en su honor la colección de libros de poesía El Ala del Tigre. Estos reconocimientos son un pálido reflejo de la gratitud que se le tiene, pues Rubén Bonifaz Nuño ha sido siempre un pródigo formador de nuevas generaciones de poetas.
Sobre su obra, el poeta Marco Antonio Campos ha dicho: “De lo que he leído, que no sea una copia desdichada de traducciones o transposiciones sin densidad poética, creo que sólo dos libros de lírica mexicana en el siglo XX dieron nueva vida a la poesía de nuestros antepasados: Águila o sol de Octavio Paz y Fuego de pobres de Rubén Bonifaz Nuño. En poemas de estos libros hallo una viva adaptación de contenidos, de imágenes, de giros coloquiales y rítmicos”. No exagera: libros como Fuego de pobres, As de oros, Albur de amor, De otro modo lo mismo y El templo de su cuerpo, lo consagran como uno de los poetas más altos en lengua española.
Sandro Cohen, en el prólogo a su antología Luz que regresa –que reúne obra poética de Bonifaz Nuño y fue publicada en la editorial madrileña Visor a principios de este 2008–, escribe: “la versificación del poeta es compleja, rica en tonalidades e insinuaciones sonoras que juegan sabia y casi imperceptiblemente con los fondos, pero el resultado es una voz inconfundible, única. Se trata de una de las obras poéticas más originales de la literatura en lengua española”.
Cohen tiene razón. No por nada nuestro poeta homenajeado ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Letras 1974, el Premio Latinoamericano de Letras Rafael Heliodoro Valle 1980, el Premio Internacional Alfonso Reyes 1984, el Premio Jorge Cuesta 1985, el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2000, el Premio Francisco Javier Clavijero 2004; la Medalla Rosario Castellanos 2005 y el Premio Poetas del Mundo Latino “Víctor Sandoval” por su trayectoria, en 2007.
“El hombre es por naturaleza curioso y está de continuo preguntando y respondiéndose. Como además es vanidoso y quiere perpetuar sus hallazgos, es decir, preservar sus respuestas a determinadas preguntas y dejar su testimonio de las verdades que encuentra, inventa la escritura.”, dijo Rubén Bonifaz Nuño alguna vez. Curioso en su calidad de hombre, pero sobre todo, generoso, agrega: “Por eso he buscado que mis trabajos se introduzcan en las escuelas y en las casas. Que los niños antes de oír las grandezas de Inglaterra y de España, aprendan a conocer nuestra grandeza antigua y la vuelvan presente”.
El lenguaje no ha dejado de ser el gran amor de Rubén Bonifaz Nuño: un amor apasionado, fiel y que se desborda desde sus letras hasta el corazón del lector.
Información: México, CNL-INBA, 2008.