Sobre la obra de Sabines
El filósofo y poeta Ramón Xirau opina que Sabines pertenece a esos poetas, como López Velarde o Neruda, “que intervienen en el mundo con la voracidad de quien desea poseerlo. Diríase que son poetas del cuerpo; poetas que corporalizan el mundo y lo asemejan a nosotros para establecer una función de eficacia causal entre el mundo y nosotros, entre nosotros y el mundo”.
Y pone como ejemplo el poema del escritor chiapaneco: “He mirado en estas horas cosas sobre la tierra y sólo me ha dolido el corazón del hombre”, para posteriormente afirmar que “Sabines sabe reconocerse en el ‘otro’, sabe hacerlo porque, con una visualidad táctil, se reconoce a sí mismo”.
Considera que la poesía del autor de Tarumba, Horal, La señal, Adán y Eva, Diario semanario y otros títulos “es a menudo trágica y muy frecuentemente tierna”, e indica que el mismo Sabines “es un poeta natural y naturalista como pocos colegas de su misma generación, pues quiere volver a la nostalgia de las cosas simples”, con el fin de mostrar y no demostrar.
Dice Xirau que Sabines “ha hecho del mundo una verdadera floración de nuestras propias encarnaciones”. De Horal a Yuria, su obra se inclina más al canto que a la escritura, de la misma manera que, sensibilizada, se aleja de las teorías para ser poesía de viva voz, concluye.
En cambio, Octavio Paz señaló que el chiapaneco “se instaló desde el principio, con naturalidad, en el caos. No por amor al desorden sino por fidelidad a su visión de la realidad. Es un poeta expresionista y sus poemas me hacen pensar en Gottfried Benn: en sus saltos y caídas, en sus violentas y apasionadas relaciones con el lenguaje (verdugo enamorado de su víctima, golpea las palabras y ellas le desgarran el pecho), en su realismo de hospital y burdel, en su fantasía genésica, en sus momentos pedestres, en sus momentos de iluminación”.
Agregó en Poesía en movimiento: “Su humor es una lluvia de bofetadas, su risa termina en un aullido, su cólera es amorosa y su ternura, colérica. Pasa del jardín de la infancia a la sala de cirugía. Para Sabines todos los días son el primer y el último día del mundo”.
En otro artículo afirmaría que Sabines “es uno de los mejores poetas contemporáneos de nuestra lengua. Muy pronto, desde su primer libro, encontró su voz. Una voz inconfundible, un poco ronca y áspera”. En conclusión, poeta verdadero y extraordinario, llamó Paz a Sabines.
En el ensayo Entre lo tierno y lo trágico, Óscar Wong analiza estilísticamente la obra de Jaime Sabines y afirma: “En él observo, con justeza, la emoción de ese yo poético trascendiendo su propia particularidad a partir de su visión singularizada del mundo. Busco a Sabines porque en gran parte de su discurso expresivo reconozco mi intención particular, mi propia propuesta estética: invocar la existencia, conjurarla, exaltarla, como símbolo de transitoriedad.”
Y añade: “El Sabines que reconozco y que me complace es el que consigue expresar con emoción, sensibilidad, peculiar intuición para el lenguaje, con el sentido necesario e insólito equilibrio, relaciones humanas universales. Sinceramente frágil, cotidianamente primordial, tiernamente violento y apasionado, es el Sabines que indudablemente tiene un sitio privilegiado en la literatura de México y de Hispanoamérica.”