Las novelas, la gran lectura del mundo
Carlos Rojas Urrutia
Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966) pretende acorralar a la desilusión, abrazarla desde distintos ángulos para así entender el mundo a partir de la perspectiva que proporcionan esos fracasos a los que está sometida la vida del hombre; ya sean decepciones amorosas, políticas o religiosas.
“Estamos encarcelados en la jaula del lenguaje, del tiempo, de la historia. Siempre he estado escribiendo un solo libro: el libro de la desilusión”, declara Palou, que ha publicado ya más de una decena de novelas y algunos libros de relatos. Cada nueva obra suya, es también un nuevo experimento con estructuras narrativas y personajes; que tienen en común, mas que un tono de voz, el tema del fracaso, la nostalgia y la desilusión.
Palou mismo utiliza cinco palabras en que afirma se encierra su búsqueda literaria: la desilusión; el desamor, “que es el mayor peso de la vida”; la memoria, “ya que estamos hechos de palabras y sólo somos memoria”; el dolor, “que es la melancolía de la vida”; y el humor, “porque el verdadero humor literario es también reflexivo”.
Desde su natal Puebla, Pedro Ángel Palou es de los pocos escritores mexicanos que han difundido su obra desde el lugar en el que escriben, sin tener que vivir en las grandes metrópolis del mundo para publicitar sus libros. Heredero de la llamada Generación de Medio Siglo, Palou tiene como aspiración pertenecer a la familia literaria de Juan Vicente Melo, Inés Arredondo, Juan García Ponce y Salvador Elizondo, procurando explotar esa escritura en que el autor se desdobla para ser el otro, en un juego interminable de espejos:
“Escribir es un acto quizá que tiene mucho que ver con la esquizofrenia. El poeta, a diferencia del narrador, es alguien que se introspecciona o que busca dentro de sí lo que está cantando; y el narrador, o por lo menos a la familia de narradores a los que a mí me gustaría pertenecer, siempre se está desdoblando. Siempre está no siendo él, sino los otros”.
Cuando apenas pasaba de los 25 años, Palou ya se había hecho acreedor a numerosas becas y reconocimientos. En 1991, recibió el Premio Ibargüengoitia por su libro de relatos Amores enormes, en que explora a manera de fábulas los amores de una jirafa, una ballena, un cocodrilo, un hipopótamo y varios animales más. Un año después, fue finalista del Premio Diana Novedades por su novela Como quien se desangra, sobre un comandante sandinista que ha sido herido y capturado durante la guerrilla nicaragüense.
En ese 1992, Palou publicó En la alcoba del mundo, un ensayo dedicado a Xavier Villaurrutia, que requirió de una investigación exhaustiva por parte del autor para recrear el país en el que se desarrolló el grupo de Los contemporáneos.
Desde esa época, el escritor poblano buscaba una forma de expresión que se alejaba de la imagen de provincia que había quedado en la literatura luego de la sombra enorme que había dejado el Pedro Páramo de Juan Rulfo. Al mismo tiempo, rechazaba la escritura que describía de manera simple y superficial la vida de los jóvenes en las grandes urbes.
En vez de eso, Palou quería explorar las estructuras de la literatura universal, mucho más complejas, sin por ello perder el aliento mexicano de los escritores del interior de la república, de eso lugares que él llama “la patria íntima”.
Fue así que en 1995 publicó Memorias de los días, una novela cuya estructura se inspira en las novelas de estilo medieval, ubicada en un hipotético 1999, fecha en que se espera, caiga sobre la humanidad el Juicio del Apocalipsis.
En Memorias de los días, Palou rehace el universo mexicano desde la fantasía, cuando Jorge Amado, luego de tomar algunos pulques, encuentra el valor para contar la historia de una niña que vendía playeras de las mariposas monarcas; hasta que una secta descubrió que ella era la reencarnación de la Virgen en pleno fin del mundo.
A esa niña, la asedian un brujo de Catemaco y una curandera de Huautla. La novela exalta ritos y religiosidades del México moderno, en un contexto en que el régimen del partido único ha dado paso al gobierno de un presidente vitalicio, que cuenta con un Consejo de Historiadores, encargados de rescribir la historia y censurar los hechos que manchan el sistema político.
“Me voy acercando a una forma nueva de realismo social que tiene que ver con una nueva manera de ver las cosas”, diría Palou en ese año, en que los críticos literarios comenzaban a fijarse en el trabajo que el poblano había desarrollado en los últimos años.
Palou estudió lingüística y literatura en la Universidad Autónoma de Puebla, donde más tarde realizaría la maestría en Ciencias del Lenguaje. El mismo año en que publicó Memoria de los días, realizó una investigación histórica sobre la literatura poblana, que sería editada en dos tomos bajo el título de Puebla, una literatura del dolor. Antología histórica de la literatura poblana (1610-1994).
Un año después, en 1996, Palou conoció a Jorge Volpi e Ignacio Padilla, y participó en la presentación de la Generación del Crack, a la que su nombre quedaría permanente ligado.
Sobre su incursión en la Generación del crack, Palou declaraba: “Desde siempre fuimos un grupo abierto. Nos invitamos unos a otros hasta quedar más o menos constituidos como estamos ahora. Y cada uno de los miembros fue saliendo de México, yéndose a España, a Estados Unidos….todos se fueron, menos yo”.
Residente de su estado, a partir de 1999, Palou fungió como Secretario de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla. Al margen de su labor como promotor cultural, continuó con su exploración sobre las distintas formas de construir una novela, que debido a su incursión en el crack, alcanzarían una proyección internacional, cuando el autor comenzó a publicar en editoriales españolas.
Paraíso clausurado (2000) es en palabras de su autor “una novela de la melancolía, acerca de la vida de un hombre que termina por romperse”. En este libro, Juan Gavito, poeta apócrifo, narra las peripecias de su vida, la razón por la que ha dejado de escribir, y al final, se encuentra con que vive en una especie de paraíso clausurado, encerrado dentro de las palabras; y aunque ha dejado de escribir, su obra literaria permanece, ahora en forma de narración oral.
Demasiadas vidas (2001), es, según Palou, “el libro más triste que haya escrito”, basado en la temática de su libro anterior, pero esta vez, tratando a la desilusión desde la perspectiva del sentimiento, sin disfraces intelectuales ni referencias racionales; una historia de búsqueda que sucede en algún puerto mexicano habitado por fantasmas.
Más tarde, Palou conjuntaría todos sus relatos publicados en libros anteriores (Amores enormes y Música de adiós) y agregaría el título de Los placeres del amor, para dar forma al libro Los placeres del dolor, una exploración a los sentimientos de amor y desamor.
Pedro Ángel Palou boleaba sus zapatos en una plaza poblana. Platicando con el bolero, fue que se enteró que ese hombre había sido años atrás campeón de boxeo; una carrera que se había visto truncada por “las viejas”. Esa lacónica explicación fue el detonante para que Palou comenzara una serie de entrevistas con boxeadores, ex-boxeadores y promotores, para adentrarse en el mundo del pugilismo.
Fue así que surgió su novela Con la muerte en los puños, donde el ex-boxeador Baby Cifuentes escribe en una libreta que el poeta Juan Gavito le ha obsequiado la historia de su vida.
A la presentación de esa novela, asistirían, en medio de una función de box, Elena Poniatowska, Eduardo Antonio Parra, José Sulaimán (Presidente del Consejo Mundial de Boxeo) y el campeón del mundo Ricardo “Finito” López.
Sobre Con la muerte en los puños, que le valdría a su autor el Premio Xavier Villaurrutia de ese año, Palou afirmaba: “Los boxeadores, esos personajes tan fuertes que son capaces de matar o de ser asesinados arriba del ring, son, debajo de los encordados, en la vida, seres humanos muy vulnerables y débiles. Si hay una mente compleja es la del boxeador”.
Después, en ese mismo año, Palou publicó Malheridos, una historia que se desarrolla en la anacrónica isla inglesa de Sark, el único territorio del Reino Unido que fue ocupado por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
Malheridos versa sobre el triángulo amoroso que forman un filósofo inglés que ha llegado a la isla a culminar el libro de su vida —sobre los últimos días de Ovidio—, su amante, una bella periodista francesa y el enigmático barón Lenz Klitsche, un alemán nazi que hará que la pareja enfrente serias dudas de identidad.
En 2004 Palou publicó dos nuevas novelas, Qlipoth, sobre un hombre que recupera por medio de la escritura el cuerpo de su amada en el recuerdo, lo que resulta una confirmación de la ausencia de la mujer que él desea (Qliphot es una fuerza maligna de la mitología esóterica); y Casa de la Magnolia, sobre le recuerdo de Maia, una mujer que va entrando en los 50 años cuando recupera en la memoria a Adriana, el primer amor que ella siente por otra mujer, en un libro que según su autor, busca establecer vínculos con Narda o el recuerdo de Salvador Elizondo.
Para el 2005, Palou fue nombrado Vicerrector General Académico de la Universidad de las Américas, Puebla, y publicó Quien dice sombra, en un ajuste de cuentas con su pasado remoto, cuando apenas tenía 15 años y asistía al taller literario de Miguel Donoso Pareja.
En Quien dice sombra, el autor recupera en el personaje de Ortega, un escritor que nunca lo es del todo, hundido en la redacción de un periódico de nota roja, el fracaso de los talleristas con quienes compartía experiencias en esa época lejana de su adolescencia, cuando todos los congregados en torno a Donoso Pareja pretendían “ser escritores y cambiar el mundo”.
“Escribir novelas es dar un salto al vacío cada vez. Es aprender a leer el mundo desde otra óptica, pues la escritura es una forma de conocimiento con la que se puede leer el mundo con mayor amplitud. La novela es la gran lectura del mundo”, sostiene Pedro Ángel Palou, que sigue fiel en su convicción de entregar novelas en que experimenta con las tramas, personajes y lenguajes, para establecer una forma de conocimiento fresca y renovadora.