Muestras literarias

Plaaay Ball

 
“¡Pelotero, la bola…!
¡Papiripa piripa!
Canción popular

 

Esa soy yo, la reina de la casa, la patrona
De la licuadora, de la ropa sucia, de los sartenes
Y la plancha, la mujer libre para elegir
Si gasto mi tiempo en ordenar o en limpiar,
Si gasto mi dinero en jitomates o en pan,
Si gasto mi esfuerzo en el mercado o en el salón.
Sara Sefchovich
 

 

En el interior de la casa número 42 de la calle Preparatorianos, de la Unidad habitacional Gustavo Díaz Ordaz, se vive un momento de gran expectación.

     Hasta la cocina llega la voz grandilocuente del cronista deportivo. La Nena observa como, en la estufa, hierven en la olla los frijoles bayos aromatizados con una rama de epazote, un ajo bien gordo y unos granos de cominos, dejando que el vaho empañe su gafas de sol que ocultan la ira reflejada en sus ojos. Está que trina de coraje. 

   En el radio Motorola que descansa indolente sobre el trinchador, Shakira canta:

“Porque este amor ya no entiende/

De consejos, ni razones/

Se alimenta de pretextos/

Y le faltan pantalones/

                                                 Este amor no me permite/

Estar de pie…/”

     El Rascahuele siente la presión de un mar de magma purgando por salir. Su robusta corpulencia adquiere la apariencia de un enorme jitomate maduro. Tiene las venas de su cuello abultadas. Los ojos enrojecidos y saltones. No parpadea. La mirada fija y atenta a lo que está sucediendo en la pantalla del televisor. Desde su frente amplia resbalan gruesas gotas de sudor.  Un temblor nervioso agita sus gruesos labios amoratados.

“Bruta, ciega, sordomuda/

Torpe, traste, testaruda/

Es todo lo que he sido/

Por ti me he convertido/

En una cosa…/”

La voz de Shakira se cuela como una intrusa hasta la sala-comedor. Doña Chelito mira a su nieto, el Rascahuele, con una mirada similar a la de la abuelita de las tablillas de chocolate.

     —Este de al tiro salió bastante bruto… ni parece de la familia –y alza la mirada al cielo resignada.

     El Rascahuele no aparta la mirada de la pantalla de 21 pulgadas del televisor Goldstar. Todo lo que lo rodea ha desaparecido de fregadazo como si hubiera sido tragado por un hoyo negro.

      La canción que canta Shakira no logra desconcentrarlo.

“Cuántas veces he intentado/

Enterrar en mi memoria/

Y aunque diga ya no más/

Es otra vez la misma historia/

     En la mesa de centro sudan la gota gorda las seis latas de cerveza Sol. Los limones partidos en cuatro dejan escapar sus agrios aromas. Cuadriculado, un queso panela reposa rezumando sueros y perfumes lácteos.

     Nadie recuerda el nombre ni los apellidos del Rascahuele. Mucho menos su edad. Bueno, ni siquiera doña Chelito. Es un cero a la izquierda. Es sólo el Rascahuele.

   Doña Chelito luce el amarillo uniforme (la de que amarillo se viste a su hermosura se atiene… o...) de las Águilas del América. Uniforme completo, incluido un gorrito bastante mamerto… hasta agita con desgano un banderín.

“Si pudiera exorcizarme de tu voz/

Si pudiera escaparme de tu voz/

Si pudiera arrancarme el corazón/

Y esconderme para no sentirme/

Nuevamente…/

     Sensual, la voz de Shakira, se desliza serpenteando desde la cocina.

   El Rascahuele nunca concretó el sueño de su padre, don Pepe (¡Que en paz descanse y en Gloria esté!), de ver a su hijo convertido en ingeniero civil. Tampoco heredó el oficio: locatario en el mercado Martha Sahagún.

     Como leona enjaulada la Nena va y viene, entra y sale de la sala, arrastrando sus enormes sandalias de plástico rosa.

   —De haber sabido que me ibas a tener de tu gata, sin sueldo y que, dicho sea de paso: te tiene que mantener, de mensa me caso contigo… Si les hubiera hecho caso a mis papacitos… Ah… pero no, me traías  toda encandilada… que si esto, que si aquello, y yo de pendeja te solté el aquellito… ¡Jesús, qué cruz!

“Bruta, ciega, sordomuda/

Torpe, traste, testaruda/

Es todo lo que he sido/

Por ti me he convertido/

En una cosa que no hace…/

     Como música de fondo, la canción que continua cantando Shakira…

  La Nena es la medianaranja del Rascahuele. La Reina del hogar. La dueña y señora de la casa.

   Doña Chelo vende en la vía pública sus frituras de maíz bañadas con salsa Valentina.

   La Nena aparte de ser la reina de la casa, vende perfumes, jabones de tocador, una surtida gama de cremas limpiadoras, humectantes, reductoras… y trastes de plástico de puerta en puerta y los domingos se apersona desde temprana hora en el tianguis para instalar su microempresa: la venta de toda clase de joyería de plástico.

   —¡Puedes levantarlo con confianza, amiga…! ¡Es de novedad! ¡Es de fantasía! ¡Son de moda! ¡Mira y levanta, amiga! ¡Compara calidad y precio! ¡Que por ver no se paga! ¡Checa! ¡Guacha, que merca tan chuladebonita!

   El Rascahuele no trabaja. Todavía no encuentra uno de su nivel. Inspector de espectáculos y alcoholes, regidor en el H. Ayuntamiento… Algo así, más o menos. Como para guevonear un día sí y el otro también. Sueldo segurito quincenalmente… Prima de vacaciones… Aguinaldo… y las respectivas mochadas.  Su sueño no realizado,  llegar a ser centro delantero.

“Ojerosa, flaca, fea, desgreñada/

torpe, tonta, lenta, necia/

desquiciada/

completamente descontrolada/

tú te das cuenta y no me dices nada/

ve que se me ha vuelto…/

la cabeza un nido…/”

       El universo del Rascahuele redondo, como un balón de fútbol. De ahí en más todo le vale un soberano comino. Pero, por razones económicas, jamás de los jamases ha podido asistir a un estadio a apoyar a los Cremas del América. Se tiene que conformar con verlo en la televisión desde la comodidad de su sofá… En al intimidad del hogar.

   El Rascahuele ha impuesto ––por sus purititos tompiates– en su casa, una regla inquebrantable: todos deben de estar perfectamente uniformados los días que juegan los Azulcremas. ¡Todos! Sin excepción… Incluida la abuela…

   En la azotea, junto a la antena de televisión, como si fuera el lábaro patrio, ondea la bandera de las Águilas. Siempre, llueva, truene o relampagueé.

   Por toda la casa hay toda clase de artículos con los colores del América: vasos, camisetas, ceniceros, chamarras, carteles, sudaderas, cachuchas, banderines, llaveros, bolígrafos, tasas…

   Su cama está cubierta con un edredón amarillo chingamelaretina con el logotipo bien grandote del Club América.

   Los días en los que gana el partido las Águilas en la casa del Rascahuele  se celebra a lo grande: doña Chelito tiene que hacer mole de guajolote y arrocito a la mexicana, el guacamole, las quesadillas de flor de calabaza, de hongos, carne deshebrada y quesito con su rama de epazote, las tostadas de oreja, trompa y pata, las quesadillas de flor de calabaza, hongos y quesillo con su rama de epazote, y la salsa taquera bien molcajetiada: la Nena. Y entre las dos financiar el tequila y las cervezas (pal desempance). Mientras, el sale a recorrer las calles del barrio pedaleando en su bicla… y ondeante, la bandera de su equipo.

   La Nena está hasta la madre del fútbol.

   —A ver, ¿por qué fregados no cambias de deporte? Mi comadre Manuela dice que en Cuba Fidel juega beisbol…

   —¿Quién dices que dice?

   —Quién va a ser… mi comadre Manuela…

   —Hazme el favor de no decir pendejadas, tu comadre no sabe ni dónde trae las nalgas… ¿Me das otro limoncito…? Digo… porfis… ¡Porque las chelas sin su limón…!

     —¡Virgen del amor hermoso!

   Ella hubiera preferido que el Rascahuele fuera profesor de primaria, que jugara dominó o de jodida chambeara de burócrata en la Presidencia Municipal. O sudara la gota gorda en un crucero como agente de tránsito…

   —Te deberías de buscar una chamba… Eso merito es lo que deberías de hacer, hacerle la lucha para encontrar un jale…, salir a conseguir las orejonas, en lugar de estar todo el santo día sentadote, soñando en que le atinas  a los pronósticos deportivos, viendo la tele y rascándote las verijas…

   —De que se te mete una idea, ni quien te la saque…  ¿A poco no? ¿A poco no? ¿A qué saben las tortas de huevo? ¡A huevo!

   Los tres hijos del Rascahuele: Roberto Carlos (a los doce años todavía se mea en la cama y se chupa el dedo gordo). Ronaldo es tartamudo, Toño colecciona toda clase de bichos: arañas, hormigas, moscas y todavía a sus seis años es incapaz de pronunciar  una frase completa.

          —¡No! ¡No! ¿Qué chingados estás haciendo, pendejo? –grita con desesperación el Rascahuele.

—   ¡La coloca! ¡Tira! Y… ¡Golazo! ¡Qué golazo! ¡Goooooooooooooool! –la voz del comentarista se prolonga has la mismísima estratósfera- ¡Bofo! ¡Bofo! ¡Bofo! ¡Bofo! ¡Bofo!

—    No da crédito a lo que sus enrojecidos ojos están viendo… ¡Ya nos metieron la ñonga  bien doblada!

—¡Golazo del Bofo Bautista!

—¡Perdimos! ¡No puede ser posible! ¡Perdimos! –repite inconsolable. Gruesos lagrimones resbalan por los gordos cachetes- ¡Por estar discutiendo babosadas contigo, perdimos! ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? –moquea sin dejar de gesticular.

     No, la Nena no sabe lo que acaba de hacer. Su encabronamiento ha ido en aumento. La ira la bloquea obnubilándola por completo.

   Al Rascahuele le hace mucha ilusión ganar en los pronósticos deportivos. Tiene toda su fe puesta en ellos. Es su única oportunidad de salir a la voz de ya de la jodidez.

   —Cuando gane todo ese montón de lana que se ha ido acumulando me voy a comprar una camioneta  hummer amarilla, con vidrios polarizados… ¡A huevo! ¡A huevo! Todos los modelos de uniformes y accesorios de las Águilas y mega cantidades de cerveza ¡Y que se chingue la Nena!, que si se apendeja  tantito así, la cambio por una o dos de diez y ocho. En el barrio se van a ir de nalgas. ¡Pico, estrujo, y arrempujo! Se les va a caer hasta el suelo la baba. Y a la abue le voy a comprar un triciclo amarillo bien perrón, no le hace que los del barrio le echen carrilla y le digan que es del PRD… Para que venda sus chicharrones y sus papas fritas bien bañadotas con salsa Valentina. La abue  se va a ver bien chingona pedaleando por todo el barrio. ¡A huevo! ¡Como chingados que no…!

     El Rascahuele bien podría ser modelo del pintor colombiano Botero, Fernando Botero…

 

     Doña Chelito entabla largas conversaciones con ella misma y le ruega a San Juditas que el Rascahuele o la Nena la ingresen de una vez por todas en un asilo. Así se podrá pasar las tardes viendo las telenovelas…

   —Por estar oyendo todas tus pendejadas… ¡Perdimos! –Y se mesa el grasoso y escaso cabello- ¡Perdimos! Yo tenía que estar apoyando al equipo al cien por cien! ¡Me desconcentras con tu averiguadera!

   La Nena para poder empezar el día se empuja dos Cafiaspirinas con una Coca-Cola chica.

   —Solo así se me calma la jaqueca -asegura.

   —Para que no digas que soy culero… En una clarísima demostración de amor profundo y verdadero… Ya cambié de deporte… ¡Plaaay ball!

      Y la lata de cerveza sale como disparo de bazuca en dirección de la frente de la Nena.

“Bruta, ciega, sordomuda/

Torpe, traste, testaruda,

Es todo lo que he sido/

Por ti me he convertido…/”

      Sigue cantando Shakira.

     —¡Ups!, dice doña Chelito.

 

2009

Jerez,  Zacatecas