Trucar la realidad inmediata
por Alfredo Núñez
En la narrativa, dice Ana García Bergua (ciudad de México, 1960), las reglas del mundo cotidiano son transgredidas y burladas para intentar comprender los aspectos más desconcertantes de la naturaleza humana. Entre personajes que se ríen de la muerte o sobreviven a inundaciones que recuerdan el famoso diluvio universal, hay una imaginación rica y auténtica que, ávida de curiosidad, escarba en terrenos reflexivos con la pala de la sátira.
Hay en los textos de Ana García Bergua una preocupación por las minucias de la vida cotidiana, el habla común de sus personajes y los sucesos extraños que cambian sus vidas para siempre. Estudió Letras Francesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y Escenografía Teatral en el Centro Universitario de Teatro. Luego de dedicarse por algún tiempo a la escenografía teatral, incursionó de lleno en el campo literario con su primera novela El umbral: travels and adventures (1993), con la que obtuvo el Premio Iberoamericano de Primera Novela, en Santiago de Chile.
Con la publicación de El imaginador (1996), los límites de lo verosímil se traspasaron hasta el mundo de la irrealidad, y ya en Púrpura (1999), su segunda novela, hay una escritura entrañable, irónica y desenfadada, en donde asistimos a la educación sentimental de Artemio, un joven de 22 años que viaja del rancho a la capital. En esta novela se trastocan los parámetros con los que valoramos nuestros afectos hasta provocarnos una reflexión en torno al desarrollo de nuestra propia identidad.
Ana García Bergua publicó recientemente la novela Rosas negras (2004), donde presenta las costumbres de México a finales del siglo XIX, como una alternativa para comprender el presente. Con la ironía y el humor que la caracterizan, la autora teje una historia singular de muertos y aparecidos en el contexto del porfiriato.
Los personajes de Ana García Bergua constantemente intentan autoafirmarse y encontrar una personalidad que les sea propia. Su narrativa nos obliga a quitarnos las máscaras para entrar en el imaginario de sus textos, espacio donde nuestra capital es siempre una gran escenografía de abundancia y riqueza, pero hecha de maderas falsas y cartón, capaz de simular la grandeza. Se trata de una obra rica donde, tras la ironía, se encuentra una profunda reflexión en torno a nuestros valores culturales.
Fuente: Fundación México Unido