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Literatura de la memoria

por Reyes Martínez Torrijos

Francisco Ignacio Taibo Mahojo (Gijón, España, 1949) es ensayista y narrador, con una predilección por el género policíaco. Su obra se caracteriza por la visión de la literatura, además de “proyecto político, también es sociología, es espacio de diversión y también memoria colectiva de un pueblo y un país“. Así, es creador de personajes obsesos por la toma de posición ante la realidad que los agobia: periodistas, detectives, políticos; y al parejo, rescata sujetos históricos como Pancho Villa, Ernesto Guevara, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio, Sebastián San Vicente, etcétera.

Nació en Gijón, Asturias, el 11 de enero de 1949. Debido a la tradición de izquierda de su familia, junto con su familia se marchó de España en 1958, durante la dictadura franquista, para instalarse en México, país donde el escritor radica desde los 8 años y del cual adquirió la ciudadanía.

De su acercamiento a la literatura, afirma: “Mi tío abuelo, que fue el alma constructora de nuestra familia y al que le rindo un homenaje en Primavera pospuesta, me inició en la lectura... Tengo la sensación de que aprendí a leer solo, no en el colegio. Mi padre periodista traía el periódico y preguntaba: ‘¿Qué dice ahí?’ Aprendí a leer por palabras, que es la manera como, cuando eres muy niño, empiezas a leer. No por sílabas sino por bloques enteros que identificas. Y entonces me recuerdo a los cinco años leyendo... Me salté la etapa de la literatura infantil. Leí comics, muchos... Era yo medio bobo porque leía unos comics muy bobos. Debía ser que era joven todavía... Tenía cinco años. Luego salté casi de inmediato a la novela de aventuras clásica. Me despaché todo. Me leí Verne completo, Salgari completo, ochenta tomos, me leí Karl May, me leí Zevaco, me leí Dumas, desde luego, me leí Sherlock Holmes. Entre los cinco y los nueve me devoré...”

Realizó estudios en las facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), además en la licenciatura en historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

Siguió los pasos de su padre, Paco Taibo, escritor y periodista, y para evitar la confusión, añadió el II a su nombre: Paco Ignacio Taibo II. Publicó su primera novela en 1976: Días de combate. En ella, aparece por primera vez Héctor Belascoarán Shayne, quien abandona una carrera de ingeniero para convertirse en detective en la ciudad de México.

El autor señala la génesis de la serie: “Nace de que cierta vez alguien me dijo que no podía haber novela policiaca en América Latina, que ese era un género anglosajón, y como me encanta la idea de llevar la contraria... Nace también de mi gusto por la novela policiaca como material de lectura, de la idea de que sociedades como la mexicana podían percibirse de una manera más clara y más directa si se ven a través del hecho criminal, pues lo criminal es lo que revela la esencia de la sociedad. La novela policiaca tiene la virtud de desentrañar los laberintos que articulan el crimen de Estado, el abuso del poder, la delincuencia cotidiana que surge desde la base de la sociedad.

En 1982, publica Héroes convocados un ajuste de cuentas por los sucesos de 1968. En esta novela, ficción y realidad se entretejen para reflejar un ambiente de suyo enfermo de irracionalidad: héroes literarios deponen un gobierno cuyo soporte es apenas algo más que el miedo. Revancha imaginaria contra una realidad febril. Uno de sus trabajos formalmente más débiles, pero apuntalado por su tema. En ese tenor, el autor mencionó: “Pretendo volver a la tradición de la novela que cuenta, la novela de acción, de tipos comunes y corrientes a los que les pasan cosas, porque la acción provoca, invita a la crisis.”

Luego, en 1986, fundó junto con el ruso Julian Semionov la Asociación Internacional de Escritores Policíacos (AIEP), de la que fue presidente. Fue director de La Semana Negra de Gijón. Se le considera el pionero del neopoliciaco en América Latina.

Otra de las vertientes de la creación de Paco Ignacio Taibo II se relaciona con la investigación histórica y su divulgación, que ha producido Ernesto Guevara, también conocido como el Che (1996), Arcángeles. Doce historias de revolucionarios herejes, (1998) y Pancho Villa. Una biografía narrativa (2006).

Sobre esta recuperación de la historia, Taibo II asegura: “Uno de los grandes problemas de este país es su falta de memoria. Entonces, por los mismos motivos por los que me hice historiador, para llenar un vacío, un hoyo en nuestro pasado, es por lo que aprovecho ese oficio para entrarle a la novela. He descubierto una serie de historias por contar, además de que creo que este es un buen momento para la novela histórica.”

De su extensa producción, han sido galardonados los siguientes libros: Bolshevikis (Premio Clavijero 1983), Repaso (Premio Café Gijón 1985), La vida misma (Premio AIEP 1987), A cuatro manos (Premio Dashiell Hammett 1991), La lejanía del tesoro (Premio Planeta-Joaquín Mortiz 1992), entre otros.

Además, es autor una autobiografía Paco Ignacio Taibo II. De cuerpo entero (1993); el libro de cuentos Doña Eustolia blandió el cuchillo cebollero (1982); Sombra de la sombra y De paso (ambos de 1986), Sintiendo que el campo de batalla... (1989), en novela.


En sus palabras

Durante mucho tiempo en América Latina se han creado falsas premisas, producto de nuestra condición de tercer mundo imitador. Hay una sobrestimación del papel del escritor en la sociedad y del valor del escritor respecto a sí mismo. Existe una especie de extraño esnobismo en los escritores latinoamericanos, que los convierte en figuras verdaderamente ridículas, pagadas de sí mismas, que dicen cosas como que el acto literario empieza y termina en ellos mismos. Tal vez la escritura, como fenómeno de creación, comience y acabe en uno mismo, pero eso no es literatura. La escritura es el acto de producir en palabra escrita un libro, mientras que la literatura es el fenómeno mediante el cual el libro empieza en el escritor y termina en el lector. Muchos de mis colegas quieren olvidar esto, aunque luego, a la hora de cobrar los cheques de las regalías de los derechos de autor, se acuerdan de ello. Y se quejan porque los lectores son tontos. Hay una especie de olvido de la esencia del camino literario. El camino de la literatura es el problema del encuentro entre el escritor y el lector. La literatura se produce cuando alguien lee lo que uno escribe y no antes.index