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El novelista

Como escritor incursionó durante las décadas de los 50 y 60 en la novela con sus obras El rey viejo y El agua envenenada. En 1951 hizo su primer y único intento por incursionar en la dramaturgia, y montó en el Palacio de Bellas Artes la obra Cristóbal Colón; un fracaso del que Benítez reía cada vez que lo recordaba.

“Había pensado que con una combinación de Salgari y Claudel podía triunfar. Fue el fracaso más grande que recuerda la historia del teatro mexicano. Me salvé de ser linchado y que incendiaran Bellas Artes porque todos dormían profundamente al final de las cuatro horas de representación.”

La puesta duró sólo cuatro días, y Fernando Benítez se paseaba por la Alameda Central regalando boletos para las funciones que nadie se atrevía a aceptar.

Escribió además, numerosos reportajes históricos, sobre una diversidad de temas que iban desde el sexo en el siglo XVII hasta la sobrepoblación en la Ciudad de México.

Carlos Monsiváis, discípulo y amigo, escribió en el cumpleaños 80 de Fernando Benítez: “Él, desde la vanidad más autocrítica que conozco, se precia por igual de sus éxitos que de sus fracasos, se enorgullece siempre de su profesión fundamental (periodista), se considera a la vez reportero, historiador y antropólogo, se ufana de su recorrido panorámico por el mundo indígena y convierte en anécdota permanente su trato con el poder y su vida en los suplementos culturales”.

En la última etapa de su vida, cosechó premios y reconocimientos por su aportación invaluable al periodismo mexicano; como son la Medalla Manuel Gamio al Mérito Indigenista (1986), Premio Aztlán 1989 otorgado por el Gobierno de Nayarit, Premio Nacional de Ciencias y Artes (Lingüística y Literatura) 1978. Premio Universidad Nacional de Docencia en Letras 1989, Medalla al Mérito Ciudadano 1992, la Medalla de Oro 1993 por su contribución a la cultura otorgada por el Estado de México; entre muchos más.

Los últimos años de su vida, Fernando Benítez seguía aún colaborando en suplementos y secciones culturales: “Mi corazón es todavía el de un adolescente, prisionero de un cuerpo que se deshace, no por días sino por horas. En plena destrucción llego a acudir a la albañilería de las ideas.”

El 21 de febrero del 2000, a los 88 años de edad, falleció Fernando Benítez por un paro respiratorio.