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La literatura al margen

En ese contexto, alejado de todo lo que hasta entonces le resultaba familiar, alimentándose de lecturas periféricas y exóticas (de los Balcanes, de algunas regiones de la URSS, de la nueva dramaturgia Checa), haciendo traducciones de la literatura rusa, una de sus grandes pasiones, fue que Sergio Pitol comenzó la construcción de su propio universo literario.

Su método de escritura consistía en rememorar el pasado, sentir en esa lejanía, en climas fríos, la calidez del recuerdo de la infancia. Entonces diría: “mis recuerdos se avivan en el choque del mundo desconocido y el otro, al que pertenezco”.

Asegura que en esa época, imaginaba una historia paseando por la ciudad, observando a la gente, y sobre todo, tomando notas de casi cualquier cosa en una libreta. Cuando la tenía casi del todo estructurada en la mente, debía meterse en un hotel, donde todo el entorno era absolutamente despersonalizado, alejado del barullo; y no salía de ahí hasta que tenía el boceto del relato terminado. Entonces, había de regresar a su ambiente, sus hábitos y su trabajo cotidiano.

Sobre la sustancia de su literatura, asegura que lo que escribe “viene de ese proceso alquímico en que entra una gran parte de elementos inconscientes, subliminales, que yacen en alguna parte de nosotros, que aparentemente no tienen importancia pero que por razones misteriosas, 15 o 30 años después, aparecen de manera vivísima y se vuelven de tal manera poderosa que tienes que escribir sobre ellos, porque son más vivos que cualquier presencia o conversación presente”.

Es en esta época en que Pitol publica sus cuentos más sobresalientes, entre los que destaca Nocturno de Bujara (Premio Xavier Villaurrutia 1981), donde dos amigos inventan una historia de un hombre que viaja a Bujara y es sometido a las más extrañas y placenteras torturas, incitando a una joven pintora a viajar a esa región del mundo. En 1984, se incluyó ese cuento en un libro de relatos llamado Vals de Mefisto, que en palabras de Pitol es “una de mis aportaciones a la literatura contemporánea”.

Comienza entonces a despuntar la literatura que marcaría la entrada definitiva de Sergio Pitol a la permanencia, con un mundo literario que reconstruye y hace reales los falsos valores, explora los deseos no liberadores y muestra una visión absolutamente cruel y disparatada de la realidad.