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Poeta, periodista, abogado, político e ideólogo liberal, Ignacio Ramírez El Nigromante, es considerado uno de los escritores más influyentes de su época, defensor de los derechos de los indígenas y colaborador en casi una decena de periódicos, fue promotor de la Biblioteca Nacional.

 

 

El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) conmemora este 22 de junio el 201 aniversario del natalicio de Ignacio Ramírez, uno de los grandes prosistas del siglo XIX, hombre de vasta cultura y uno de los artífices del Estado laico, considerado por sus contemporáneos el Voltaire mexicano y Apóstol de la Reforma, entre otros sobrenombres.

Ignacio Ramírez El Nigromante nació el 22 de junio de 1818 en San Miguel de Allende, Guanajuato, realizó estudios de arte y derecho en la capital del país colaboró en periódicos como El Monitor Republicano, Temis y DeucaliónEl Siglo XIXEl Demócrata, El Porvenir, El Clamor Progresista, La Sombra de Robespierre, El Semanario Ilustrado, La Chinaca, La Insurrección, La Opinión de Sinaloa, La Estrella de Occidente, El Clamor Popular, El Federalista, La Voz de México y en El Correo de México, entre otros.

Perteneció a la Academia de Letrán, en cuya ceremonia de ingreso pronunció su famoso discurso en el que dijo: “No hay Dios”, frase que Diego Rivera plasmó en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.

Ramírez Calzada escribió sobre diversas materias, entre sus obras destacan La lluvia de azogue (1873), Observaciones de meteorología marina y Lecciones de literatura (1884). Más de cien años después, el Fondo de Cultura Económica editó La palabra de la Reforma en la República de las Letras. Una antología general, que reúne sus textos. La Secretaría de Fomento publicó en dos tomos la obra dispersa de Ramírez que pudo encontrarse en periódicos de la época; pero con lo publicado basta para considerar que Ignacio Ramírez es uno de los altos representativos de las letras mexicanas.

La Enciclopedia de la Literatura en México señala que la poesía acompaña a Ramírez a lo largo de su vida, desde las composiciones de tono costumbrista, cívico y patriótico, hasta la lírica que canta la intensidad del amor –aunque, como se verá, en muchos casos se trata de un amor fundador del orden de la familia y del Estado– y el dolor del poeta materialista.

En el terreno político, Ignacio Ramírez fue uno de los más destacados miembros del movimiento liberal. Fue diputado del Congreso Constituyente y ministro de Justicia y de Fomento e Instrucción Pública, en el gabinete de Benito Juárez, y más tarde magistrado de la Suprema Corte de Justicia.

“Ignacio Ramírez fue el sublime destructor del pasado y el obrero de la Revolución”, dijo Justo Sierra en un discurso por la muerte de El Nigromante —ocurrida por un infarto el 15 de junio de 1879—, en referencia a su empeño por hacer transitar al país del “lenguaje de las armas” al “lenguaje de las letras”, como lo pensaba Benito Juárez al concluir la guerra de Reforma.

Miguel Ángel Castro, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, dijo que El Nigromante, como liberal puro, “defendió sus convicciones republicanas en todo momento apoyado en los procesos de la razón y el pensamiento ilustrado. “Lo más significativo de su vena poética radica, por una parte, en la intensidad de la defensa de sus ideas y en la fuerza de sus expresiones; por otra, en el humor cáustico con el que acompaña sus reflexiones vitales y su tardía pasión amorosa”.

El escritor Vicente Quirarte, miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua, aclaró que Ramírez nunca dijo “Dios no existe” sino que “No hay Dios”, expresión muy diferente a la determinante primera frase. “Pero ésta sintetiza el pensamiento laico de su época. “Ramírez encarnó el pensamiento radical y avanzado del liberalismo. Llamarse a sí mismo Nigromante fue una declaración de principios y una actitud ante la vida, pues se sabía responsable de una generación que debía apostarlo todo o no ofrecer nada”.