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Correspondencia a la pérdida
Carlos Rojas Urrutia

Por tu tristeza ofende la injusticia
escándalo del mundo
?Juan Gelman


Juan Gelman (Buenos Aires, Argentina, 1930) tiene un profundo compromiso con la palabra poética y reconoce que su función social es dar belleza a la existencia humana; el poeta, exiliado de la Argentina en los tiempos de la dictadura militar, es reconocido como un símbolo de compromiso con la justicia, que rebasa el campo literario y da un ejemplo de dignidad, para no perdonar ni tampoco odiar, sino para recordar con ternura y así procurar la restauración del tejido social destruido por la violencia ejercida desde el poder.

Nacido en el barrio de Villa Crespo, donde asistió a sus primeras milongas, “cuando descubrí esa manera de conversar que se llama tango”, Gelman es una de las voces más altas de la poesía latinoamericana. Descendiente de una familia de judíos ucranianos y rusos que se embarcaron rumbo a Buenos Aires en los primeros albores de la revolución bolchevique, vivió de muy pequeño la efervescencia de las causas sociales. Más tarde, él mismo experimentaría la faceta más cruel de la dictadura que azotó a su país.

Ahora, presenta la reedición de Carta a mi madre, un libro “tramado” por Marco Antonio Campos ?“que es como mi hermano”? y Francisco Magaña ?“un chico increíble, que además de buen poeta se embarca en estas aventuras”?, que se publica en Ediciones Monte Carmelo, de Tabasco, y recupera la versión tipográfica y manuscrita de uno de los poemas más desgarradores de Gelman, que es a la vez un testimonio tanto humano como literario.

Carta a mi madre es un poema escrito en una noche febril de 1984 en Ginebra, en el que el poeta dialoga con su madre muerta para redimirse y encontrarse a sí mismo; recuerda además, su desesperación cuando desde el exilio buscaba un pasaporte falso para regresar a la Argentina a estar cerca de su madre que agonizaba.

La sutileza con que Gelman liga el recuerdo doloroso por su madre muerta, la dictadura militar y la impotencia ante sus circunstancias, es quizá una secuencia de su Carta abierta (1980), donde entabla una conversación con su hijo, asesinado a los 20 años. Cuando se le pregunta al poeta por las diferencias entre estos textos, sólo es capaz de hallarles una coincidencia: el tema de la pérdida.

Hoy, Juan Gelman cuenta 77 años y vive habitado por sus recuerdos. Ofreció una breve entrevista a la Coordinación Nacional de Literatura sobre este libro que presentará el domingo 25 de noviembre a las 12:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Gelman habla pausado y cordial, aún conserva intacto su tono argentino que enfatiza los sonidos palatales y pone un acento grave a las conjugaciones esdrújulas. A veces, cuando habla sobre su hijo, su madre o el exilio, pretende esconderse detrás de una risa débil y ahogada, que de todos modos, le queda como una película transparente que barniza su profundo dolor.

? ¿Qué significa para usted esta nueva edición de Carta a mi madre?
?Este poema se publicó como tal en la Argentina hace mucho tiempo. Luego formó parte de antologías y libros. La historia es que Marco Antonio Campos me pidió un día el manuscrito del poema. Yo le argumenté que era muy largo, pero en uno de sus cumpleaños, lo manuscribí como regalo para él. Luego, él y Francisco Magaña tramaron la publicación del libro; ellos hicieron la versión tipográfica, añadieron la versión manuscrita y un epílogo escrito por Marco Antonio Campos, en una edición a mi juicio bellísima.

?A lo largo de su trabajo poético ha ido encontrando y cambiando las herramientas poéticas con las que trabaja, para encontrar nuevos cruces en los temas que trata. ¿Cuál era el momento de su búsqueda cuando surge Carta a mi madre?
?Había escrito Citas y comentarios, un diálogo con San Juan de la Cruz y Santa Teresa; había escrito un libro de poemas en sefardí, estaba escribiendo Salarios del impío… pero este poema es particular en el sentido de que responde a algo que no se qué es. Tiene y no tiene que ver con todo aquello que estaba haciendo. Estaba en Ginebra, trabajando como traductor del sistema de la Organización de Naciones Unidas en el Palacio de las Invasiones. Una noche me vino el asunto, así que escribí. Después de eso, fijesé que curioso, me fui a una de esas máquinas de fotos, a verme la cara (risas). Me tomé una foto para ver quién era (risas)…eso que es uno, pero vaya uno a saber donde está y de dónde sale.

?Un poeta como usted, se reconoce en cada verso que escribe. ¿Cuál es el Juan Gelman que reconoce cuando relee Carta a mi madre?
?Lo que me invade es el sentimiento de la pérdida por supuesto. Entonces yo estaba en el exilio. No pude estar al lado de mi madre en sus últimos días. No podía entrar a la Argentina. Cuando lo leo recuerdo eso: era el año 82 y estaba la dictadura militar; yo tenía un juicio con prisión preventiva. Mi madre falleció el 7 de enero de ese año, mientras yo buscaba como desesperado un pasaporte falso para poder entrar. Me escribía con mi madre, sobre todo, le preguntaba por sus recuerdos: nació en Ucrania, a los 20 años estudiaba medicina, era la revolución rusa… nos escribíamos; ella me contaba, yo le contaba… en su última carta decía, “te dejo porque estoy cansada”. Yo ya sentía que se iba, por eso quería un pasaporte para entrar y verla. Cuando leo el poema, lo que me asaltan son todos esos recuerdos y sentimientos. No me fijo en cómo está escrito.

?Algo hermoso de su poema es que al final usted termina pariendo de sus entrañas a su madre, como una forma de sacarla de usted y meterla en el recuerdo. Al escribir Carta a mi madre, ¿en qué momento estaba de la separación de la madre que ocupaba sus recuerdos?
?Yo todavía no me separo de mi madre, esa es la verdad. Guardo de ella muchos recuerdos. Lo que usted interpreta del final, es una forma loca de querer morir antes que mi madre, por el amor perdido. Son esas fantasías que… que no.

? ¿En qué se diferencian el Juan Gelman que usted reconoce en Carta abierta y el que vislumbra en Carta a mi madre?
?En primer lugar me quedé huérfano de hijo; después, huérfano de madre. Es el tema de la pérdida. No hay diferencia.

?En una conversación que usted sostuvo con Dionicio Morales, hablaba del consuelo de la poesía, y usted citaba un poema chino anónimo; explicaba que si ese poema, escrito hace 3 500 años nos podía conmover, era la prueba de que la poesía es “una belleza imposible de aniquilar”. A sus 77 años, ¿considera que su trabajo poético es una prueba de esa belleza?
?Es imposible de aniquilar y es imposible de abarcar totalmente. Si uno sigue escribiendo es porque quiere agarrar a la poesía por la cola. Usted conoce casos de grandes poetas que han dejado de escribir o que escribieron poco. Ellos cerraron ahí su necesidad. Yo todavía la tengo. Qué le voy a hacer. Siempre digo que mi mejor poema es el que escribiré alguna vez, y lo digo en serio. Porque si no, de dónde sale ese montón de cosas; anoche mismo escribí un poema…de dónde sale, ¿a ver?

? ¿Aún encuentra nuevas y desconocidas herramientas y cruces para seguir escribiendo?
?Creo que sí. Alguna vez pensé y dije que es como si la obsesión fuera una especie de espiral, que a medida que pasa el tiempo uno ve desde distintos puntos. Creo que por esa razón Sor Juana Inés de la Cruz dijo que la espiral es el símbolo de la belleza. Tiene razón ella.

?Carta a mi madre toca un tema doloroso para usted. Además, usted escribió Carta abierta y en general, su poesía se lee desde el alma del exiliado, ¿le causa angustia el mundo en que le ha tocado vivir?
?Mire, sí he pasado momentos de angustia. El tiempo que me tocó vivir en lo particular sigue existiendo en lo general. Y cada vez peor. Cada vez peor. El dolor no se va. Uno convive mejor con sus dolores. Pero esas son pérdidas irreparables. Mi hijo hoy tendría 51 años. Yo lo conocí hasta los 20. Después, reencontré a ese hijo en mi nieta, a quien buscamos y encontramos. Pero nadie puede sustituir a un hijo. Mire, encontraron los restos de él 13 años después de su muerte. La desgracia de llevar el cajón, que no pesaba nada, porque eran puros huesitos, a enterrarlo… es antinatural, es otra cosa.

?El buscar y encontrar a su nieta se convirtió en un acto de dignidad colectiva…
?Era algo que le debía a mi hijo, quien me dejó huérfano de hijo pero me dejó una herencia, que era encontrar al suyo. Eso hicimos yo y mi mujer: encontramos a una chica que se parecía mucho a mi nuera, que además había sido adoptada por un tipo que trabajaba en una fábrica militar. Estuvimos tras esa pista como un año. Me parece desde ya que fue como dice usted. Pero es algo todavía más grande: la apuesta que hicieron decenas y decenas de miles de escritores, artistas, gente de a pie, que no me conocen y a quienes yo no conozco, que apostaron a lo imposible. Apostar a lo imposible, mire…es una cosa realmente muy grande. Eso siento de toda la solidaridad que recibí en todos los sentidos. Es cómo creer en un milagro. Cómo diablos 23 años después habríamos de encontrarla…

? ¿En qué está trabajando ahora?
?Escribo poemas.

Al despedirse, Juan Gelman muestra en una mesa, junto a sus discos revueltos, la única foto que conserva de su hijo; es un mozo guapo y sonriente que posa feliz junto a su esposa embarazada el día de su boda. “Así era mi hijo cuando se fue”, dice Gelman con una honda tristeza en la garganta. Luego se envuelve de nuevo en su sonrisa que enmascara otra cosa y antes de despedirse, me mira y agrega: “Pero bueno, es como dice mi nieto de 11 años: peor que haber muerto, es nunca haber nacido. Hay que pensarlo así porque si no…”.