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  • Participan Ángeles González Gamio, Daniela Pastrana y Magali Tercero

  • La crónica es una forma de humanizar el dolor: Daniela Pastrana

  • Miércoles 5 de diciembre a las 19:00 horas en la Sala Adamo Boari

El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) invita a la próxima sesión del ciclo México escrito por mujeres, que en esta ocasión contará con la presencia de Ángeles González Gamio, Daniela Pastrana y Magali Tercero, mujeres cronistas que se reunirán para platicar sobre las particularidades de su trabajo creativo. La cita es el próximo miércoles 5 de diciembre, a las 19:00 horas, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.

 

En entrevista, Daniela Pastrana definió por qué eligió escribir crónicas, es decir, qué lecturas, qué autores, determinaron su vocación. Dijo que siempre le gustó contar historias. Su primera experiencia con los grandes relatos fue como a los cinco años, cuando su madre puso en sus manos una versión de la Biblia para niños (con viñetas) y otra del Quijote, también con viñetas. Desde entonces se aficionó a las lecturas épicas y extraordinarias.

 

Recordó que en la secundaria escribió algunos cuentos que ganaron concursos regionales y que su maestra de español le regaló Pedro Páramo, libro que la impresionó profundamente y que aún ahora es su favorito. Ya cuando entró a la universidad, a la carrera de comunicación, pensó en especializarse en cine, pero una clase con el maestro Raymundo Riva Palacio la inclinó finalmente por el periodismo. “El periodismo nos permite estar en la primera fila de los principales acontecimientos del mundo”, dijo él a su clase y entonces Daniela Pastrana decidió que ahí quería estar, en la primera fila.

 

Fue privilegiada, porque en los años noventa, cuando empezó a trabajar en Reforma, había un grupo importante de cronistas en México y en América Latina: en una ocasión, Reforma publicó cuatro crónicas del primero de mayo. Gabriel García Márquez fundó por entonces la FNPI (Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano); él abrió un mundo enorme para todos los periodistas jóvenes interesados en explorar caminos narrativos distintos a los de la pirámide invertida.

 

En cuanto a sus cronistas favoritos, Daniela Pastrana comentó: “Hay muchos a los que admiro y de los que he aprendido, sería injusto mencionar a unos porque en realidad, tomo modelos de muchos lados: de las grandes crónicas periodísticas, sí, pero también del cine y la literatura, y de muchas historias de colegas que están haciendo crónicas”.

 

A la pregunta de por qué se inclinó hacia la crónica social, reveló que los usos y costumbres de la prensa mexicana la inclinaron a ello: “En las redacciones, es común que a los colegas hombres los manden a cubrir temas importantes ?política, seguridad y economía? y a las mujeres nos asignen las fuentes sociales: comunidad, iglesia, derechos humanos, educación, salud, etc. Entonces, en Reforma empecé cubriendo los temas comunitarios de la zona oriente de la ciudad, la más pobre, y luego pasé a los temas suaves de la nota roja, como violencia familiar, delincuencia juvenil, reclusorios”.

 

Relató que “cada vez que había que cubrir un velorio, por ejemplo, me mandaban a mí a hacer la crónica. Yo lo odiaba, me sentía incómoda llegando a reportear ese dolor ajeno, pero aprendí a arreglármelas para pasar desapercibida y construir las historias con respeto al duelo. La crónica es una forma de humanizar el dolor, de ponerle rostro a la gente que es afectada por las malas decisiones de nuestros gobernantes y por las malas políticas públicas”.

 

Su paso por Masiosare, suplemento político de La Jornada (el cual dejó de existir en 2006), fue definitivo. De la mano del director Arturo Cano, un cronista natural, aprendió a tejer historias, no solo estéticas, sino también políticas, historias que encontraban la falla del sistema en cada tragedia. Aprendió también, después de recorrer el país contando historias de pobreza, que aún en las circunstancias más adversas, la gente ríe y sueña y se enoja. Y que eso también se debe contar.

 

Por último, al referirse a su trabajo actual, enfatizó: “Escribo de todo lo que creo que vale la pena contarse”. Así, ha hecho crónicas de conciertos y de juegos de futbol, de marchas a las que va poca gente, de la vida en Nueva York después del 11S, de la vida nocturna en la Ciudad de México y de seminarios de seguridad (que todos piden pero a los que nadie va). Pero como a todos en este país, desde hace tres o cuatro años, la violencia se me cruza en cada historia. Y creo que esta es la historia que los periodistas en México estamos obligados a contar. Una vez alguien me preguntó que cuándo dejaría de escribir sobre los pobres y yo contesté que cuando deje de haber pobres. Estoy convencida de eso, y de que hay historias que tenemos que seguir contando aunque se hayan contado muchas veces. El reto siempre es buscar uniforma diferente de hacerlo”.

 

Daniela Pastrana es periodista especializada en derechos humanos. Estudió en la Universidad Iberoamericana. Fue fundadora del diario Reforma y trabajó durante nueve años en La Jornada como reportera especializada en temas sociales del suplemento político Masiosare. Ha sido becaria de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y de la Fundación Prensa y Democracia (Prende). Es profesora de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y directora ejecutiva de la Red de Periodistas de A Pie, organización que impulsa un periodismo con mirada social. Hoy es periodista independiente, y corresponsal de la agencia Inter Press Service.

 

Crónicas suyas aparecen en los libros Vamos a portarnos mal (compilación de crónicas sobre la Protesta Social en América Latina), Horas infaustas (sobre la muerte de jóvenes en el News Divine) y Entre las cenizas. Historias de vida en tiempos de muerte (10 crónicas de ciudadanos que, superando el dolor, se han organizado para resistir a la violencia, y que fue presentado en la FIL el domingo 2 de diciembre).