Imprimir

el canto del gallo

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través de la Coordinación Nacional de Literatura (CNL), realizaron la noche del miércoles la presentación de la obra ganadora del Premio Bellas Artes de Crónica Carlos Montemayor 2020, Honduras o el canto del gallo (2022) del escritor mexicano Diego Olavarría.

  

En la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, los escritores Diego Rodríguez Landeros y Federico Guzmán, moderados por la subdirectora de Documentación y Publicaciones de la CNL, Rosa Guadalupe García, ahondaron en el desarrollo y el enfoque analítico, personal y social que conjunta la obra.

Rodríguez Landeros, ensayista y narrador mexicano, mencionó que es un libro que destaca gracias a que se desplaza narrativamente en múltiples ámbitos y no solo en el aspecto personal de quien relata.

“Este libro resalta porqué se juega en varias dimensiones y no solo en el plano de lo personal anecdótico, pese a que su estructura es absolutamente transparente. Son textos muy breves que se leen en una sentada y, sin embargo, todos tienen una especie de giro final en su narrativa, la cual permite ver que nada es tan sencillo como se pensaba en un principio”, dijo.

Asimismo, destacó el tratamiento que el autor da a la realidad social de Honduras; ya que además de brindar descripciones sencillas y precisas de los lugares, los climas, la naturaleza y de las personas, también logra retratar los matices que existen en medio de la dura realidad sociocultural de aquel país.

En tanto, Federico Guzmán, narrador y especialista en literatura de viajes, señaló la imagen que Diego Olavarría proyecta a través de este libro: “Me fascina ese cronista que contrasta con aquel cronista absolutamente valiente, conquistador, violento, hábil, aventurero”.   

El también académico añadió que Honduras o el canto del gallo es un libro sumamente proustiano que conjuga un ciclo de reconciliación y de ruptura, que no convierte la violencia en folclor y en el que, a través de una mirada desprejuiciada sin querer distorsionar ni maquillar, el autor logra transmitir una perspectiva diferente.

“El libro resalta por su sencillez estilística y, sin embargo, a través de esta luz completamente natural, Diego va construyendo un tremendo misterio sobre sí mismo, sobre su identidad, sobre los recuerdos, sobre lo que significó su estancia hondureña”, agregó.

Diego Olavarría comentó en entrevista que su obra literaria nació de un proyecto de crónica experimental autobiográfica, en el que a través de un ejercicio de memoria y de reencuentro físico se desplazó al país que habitó hasta los 8 años y retrató los detalles de su viaje y su búsqueda interna y externa.   

“Crecí desperdigado por el continente en ciudades a las que jamás volví. Jamás regresé a esos lugares que fueron desapareciendo un poco de mi vida, pero al mismo tiempo adquirieron una proyección monumental en mí memoria, en cierto sentido. Cuando me convertí en adulto me di cuenta de esto y esa fue la primera curiosidad: volver a la ciudad de la infancia. Experimentar el regreso, el reencuentro y ver cómo los sitios de mi pasado habían trastocado mi memoria; pero, al mismo tiempo, observar cómo mi mirada había también cambiado y cómo era enfrentarse al pasado con los ojos del presente”, explicó.

El autor de El paralelo etíope (2015) apuntó que “en esta crónica quería jugar con lo que había: con Honduras como un territorio, como un objeto de análisis, de estudio histórico, sociológico, literario, pero al mismo tiempo atravesarlo con mi experiencia de vida, con las páginas tomadas de mi infancia y mi experiencia de viaje”.