• En la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes se celebraron los 40 años de la publicación de Los ángeles enfermos
  • Con este libro ganó el Premio Nacional de Cuento en 1978

Entre amigos, lectores y familia literaria, el cuentista y poeta Agustín Monsreal (Yucatán, 1941) celebró los primeros 40 años de su icónica obra Los ángeles enfermos (el 3 de noviembre) en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, acompañado por los escritores Hernán Lara Zavala, Eduardo Antonio Parra y Fernando Sánchez Clelo.

Los ángeles enfermos fue el libro con el que aprendí a caminar en hombros de gigantes para poder ver siempre un poquito más allá. No sé qué tanto lo haya conseguido, tal vez por eso sigue vigente. No quise, en ningún momento, ser un escritor de oficio, de profesión, sino un escritor por destino, un destino que a veces sale muy caro y lo pone a uno a la orilla de tirar la toalla”, comentó Monsreal.

Añadió que “finalmente lo que siempre nos salva es el amor, incondicional, indiscutible e insustituible por la literatura. Eso me ha mantenido vivo y vigente. Ese amor que también se manifestó en Los ángeles enfermos es lo que le permite cumplir 40 años”.

 Durante el homenaje organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través de la Coordinación Nacional de Literatura, Agustín Monsreal recordó algunos pasajes del proceso creativo detrás del volumen, así como el esbozo de personajes e historias que a la postre se convertirían en 17 relatos que llevaron a su autor a ganar el Premio Nacional de Cuento en 1978 y un año después, en 1979, su publicación en la editorial Joaquín Mortiz en la Serie del Volador. Monsreal agradeció la presencia de amigos y lectores, a quienes leyó uno de sus primeros cuentos: Los lugares oscuros.

Por su parte, el escritor, editor y catedrático Hernán Lara Zavala abrió su intervención, en la charla moderada por Fernando Sánchez Clelo, al referirse al “sugerente título” del libro de Agustín Monsreal. “Un ángel enfermo también tiene una parte positiva, es decir, la belleza de ser divino, y estar enfermo también es lo que lo lleva a lindar con la locura, la perversidad, el secreto y la maldad por supuesto. Esa dualidad siempre está presente todo el tiempo”.

Además de rememorar cuando se conocieron en el extinto Café de las Américas, Lara Zavala aseguró que “el elemento unificador de Los ángeles enfermos, más que el espacio o el ambiente, es el tipo de personajes que Agustín explora en su imaginario lírico”.

En tanto, el escritor y ensayista leonés Eduardo Antonio Parra habló del reto que representó releer y resignificar Los ángeles enfermos después de décadas de haberlo hecho por vez primera. “Volver a leer siempre será un desafío para la memoria del lector y una puesta al día de los caminos que su imaginación ha recorrido. 

“Al transitar de nuevo por esas páginas uno no sólo recuerda las características de cada historia que lee, también intenta recuperar los efectos que ésta tuvo en su interior cuando se topó con ella en ese contacto primordial: las sorpresas poéticas que encontró en la prosa, las empatías con los personajes, y las identificaciones o rechazos al asombro del final”, concluyó Eduardo Antonio Parra.