• No puedo concebir a la cultura literaria en México sin la presencia magnética de este recinto, dijo Adolfo Castañón
  • Miércoles 26 de junio a las 19:00 horas, participarán César Benedicto Callejas, Alberto Enríquez Perea, Adolfo Castañón, Héctor Perea, modera Javier Garciadiego   

El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) celebrará el octogésimo aniversario de la construcción de la Capilla Alfonsina, casa que habitó el escritor Alfonso Reyes y que en la actualidad es hogar de múltiples talleres y actividades culturales. La cita es el miércoles 26 de junio a las 19:00 horas, en la que participarán César Benedicto Callejas, Alberto Enríquez Perea, Adolfo Castañón, Héctor Perea, con la moderación de Javier Garciadiego. 

En 1938 comenzó su construcción, para lo cual el arquitecto Carlos Rousseau tomó como base descripciones y un dibujo hecho por Alfonso Reyes. “Estas son las líneas que escribo en mi casa, hecha con el esfuerzo de toda mi vida, para dar asilo conveniente a mis libros… ya está aquí el salón especial para recibirlos, de dos pisos con mezanine. Arriba, en un volado, estará mi escritorio. Tengo luz cenital, ventanitas alargadas en todos los nichos que dan a la calle, y una gran vidriera al lado de mi escritorio que recorre los dos pisos”, así describió su casa Alfonso Reyes.

En 1939 finalizó la construcción de la Capilla y ese mismo año Alfonso Reyes terminó su servicio diplomático y regresó a México, junto con su esposa doña Manuela Mota de Reyes y su único hijo. Reyes y su familia ocuparon la casa por 20 años hasta la muerte del maestro mexicano, conocido como “el regiomontano universal”.

El inmueble, bautizado por Enrique Díez-Canedo como Capilla Alfonsina, fue concebido como una casa-biblioteca, un taller, un vestíbulo o anfiteatro para alojar libros y recibir a amigos y visitantes, eventualmente estudiosos. “Es un lugar raro. Tiene algo de garaje y de teatro o capilla, también de laboratorio para cultivar ideas mediante libros, papeles, cuadros, mapas y objetos diversos. Tiene también algo de museo y de cripta”, comenta en una entrevista el narrador, ensayista y poeta Adolfo Castañón.

“Cuando murió Alfonso Reyes, uno de los primeros mensajes que recibió doña Manuela Mota, su viuda, fue del escritor cubano José María Chacón y Calvo. Este viejo amigo le recordó a Manuelita cómo Alfonso Reyes cobraba una vida más intensa cuando estaba cerca de sus libros, como en los viejos tiempos de Madrid. Chacón y Calvo la aconsejó para que mantuviera el espacio de la llamada Capilla Alfonsina lo más intacto posible. La Capilla fue adquirida por el gobierno mexicano gracias a esta iniciativa que supo reconocer en ese espacio un hábitat, un cronotopo”.

El “templo del saber”, otra de las designaciones del español Enrique Díez-Canedo a la Capilla, no sólo fue el hogar de Alfonso Reyes, también fue una morada para todos los amigos e invitados del maestro. Gran parte de los más importantes escritores, pintores y poetas mexicanos del siglo XX pisaron los pasillos de la Capilla; es imposible numerar a todos, pero por ahí pasaron Octavio Paz, José Gaos, Ramón Xirau, Juan José Arreola, Antonio Alatorre, Enrique Díez-Canedo, José Moreno Villa, Sergio Pitol. “La fotógrafa franco-alemana, Gisele Freund, captó a don Alfonso en este espacio que, gracias a esas imágenes, se convirtió en un emblema del santuario de las letras para la literatura mundial”, revela Castañón.         

Después de la muerte de Alfonso Reyes en 1959, la Capilla preservó su importancia como centro literario y cultural. “Lo que antes era una biblioteca privada se ha ido transformando con el tiempo en una especie de universidad donde, por ejemplo, se reunió muchas veces el grupo de estudiosos que llevamos a cabo la edición del Diario de Alfonso Reyes recién publicado, encabezado por José Luis Martínez y con la presencia de la propia Alicia Reyes, Jorge Rueda de la Serna, Alfonso Rangel Guerra, Javier Garciadiego, Alberto Enríquez Perea, Víctor Díaz Arciniega, Fernando Curiel y Belem Clark. No puedo concebir a la cultura literaria en México sin la presencia magnética de este santuario de las letras”, finalizó Castañón.