El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura recuerda al polifacético escritor y político mexicano Agustín Yáñez al cumplirse 39 años de su fallecimiento, ocurrido un día como hoy, 17 de enero, pero de 1980.   

 

 

Considerado por Juan Rulfo como uno de los autores fundadores de la novela moderna en México, sin cuya obra “no podría entenderse la novela mexicana del siglo XX”, Agustín Yáñez nació en Guadalajara, Jalisco, el 4 de mayo de 1904. Fue escritor, político y desempeñó diversos cargos en la administración pública.

Agustín Yáñez Delgadillo estudió Derecho en la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara y la maestría en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se desempeñó como profesor universitario; director de Educación Primaria de Nayarit; rector del Instituto Científico y Literario de Tepic; jefe del Departamento de Bibliotecas y Archivos Económicos de la Secretaría de Hacienda, y coordinador de Humanidades de la UNAM.

Así también, fue gobernador del estado de Jalisco; secretario de Educación Pública; presidente de la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos; presidente del Seminario de Cultura Mexicana, de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua. En 1973 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura.

Yáñez es autor de textos como Espejismo de Juchitán (1940), Genio y figuras de Guadalajara (1941), Flor de juegos antiguos (1942), Los sentidos al aire (1964), Archipiélago de mujeres (1943), Al filo del agua (1947),La creación (1959), La tierra pródiga (1960), Ojerosa y pintada (1960), Las tierras flacas (1962) y Las vueltas del tiempo (1973), entre otros.

Agustín Yáñez pertenece a ese género de escritores cuya obra tiene como fin no solo la realización de valores estéticos sino también, a través de ellos, realizar valores políticos, morales y religiosos, dijo de él su colega Eduardo Lizalde.

Al celebrar los 70 años de Al filo del agua, publicada en 1947 y considerada una de las mejores novelas mexicanas de la primera mitad del siglo XX, Eduardo Lizalde dijo entonces: “Leer a Agustín Yáñez es un problema verdaderamente grande para cualquier lector y para cualquier escritor, pues no pudo haber sido un material de consumo popular por una sola razón: es de enorme complejidad, de enorme perfección y de enorme amplitud. Es, desde nuestro punto de vista, una obra de perfección literaria impresionante”.

El Premio Nobel mexicano, Octavio Paz, escribió alguna vez acerca de Al filo del agua: “La novela de Agustín Yáñez no es una descripción de una aldea de Jalisco hacia 1910, sino una tentativa por penetrar en ciertas zonas brumosas del hombre, ahí donde la humildad se confunde con la soberbia, la castidad se transforma en lujuria, la piedad en crueldad”.

El poeta Rubén Bonifaz Nuño, alumno de Yáñez, en sus recurrentes pláticas, cuando se trataba de hablar de él, decía: “Puedo recordarlo ahora, gigantesco tras el escritorio de la sala de clases, ante el conquistado conjunto de los discípulos”.

El escritor tapatío también tuvo participación en la industria cinematográfica nacional con el guion y argumento de la cinta Peregrina (1951), del director Chano Urueta. En 1977, Al filo del agua fue adaptada y dirigida por Rafael Corkidi.

Falleció a los 75 años el 17 de enero de 1980. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores en la Ciudad de México.