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El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura recuerda a Carlos Pellicer, quien nació un día como hoy, 16 de enero, pero de 1897, en Villahermosa, Tabasco. Un escritor, ensayista y viajero sobre el que Octavio Paz escribió: “Es el más rico y vasto de los poetas de su generación”.

 

 

Carlos Pellicer Cámara fue considerado el poeta de más amplio registro y mayor intensidad de la primera mitad del siglo XX. Se adentró en distintos ámbitos, además de la poesía, pues trabajó como profesor de literatura e historia, periodista, crítico literario, promotor cultural, museógrafo, diplomático, senador e impulsor de las artes plásticas.

De acuerdo con los especialistas, Pellicer, quien falleció el 16 de febrero de 1977 en la Ciudad de México, se sumergió en las corrientes de vanguardia para, de esa manera, asimilarlas y convertirlas en una obra sólida y original.

Fue integrante del grupo literario conocido como Los Contemporáneos, junto a Jaime Torres Bodet, José Gorostiza, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen y Bernardo Ortiz de Montellano, entre otros.

A diferencia de ellos, el ganador del Premio Nacional de Literatura 1954 sintió un profundo interés por la riqueza del paisaje natural y los elementos que lo integran, por tal motivo la crítica no considera racionalista su poesía, sino como “un canto que celebra el mundo”.

Octavio Paz también llegó señalar que “la aparición de Carlos Pellicer y Salvador Novo fue deslumbrante. El primer libro de Pellicer refleja su asombro ante la realidad del mundo. Ese asombro no cesa: en 1966 la realidad lo entusiasma todavía. A nosotros también nos entusiasma esa poesía que hace volar al mundo y convierte en nube a la roca, al bosque en lluvia, al charco en constelación”.

“Nunca nos cansará esta realidad con alas. Cada vez que leo a Pellicer veo de verdad. Leerlo limpia los ojos, afila los sentidos, da cuerpo a la realidad”, aseveró Paz.

También sostuvo que “como los ríos de su tierra, la obra de Pellicer es larga y, como ellos, fiel a sí misma: su último libro podría ser el primero. En otro poeta esto podría ser un defecto. En él es una virtud, el mayor de sus dones. Conserva intacta la fuerza inicial: entusiasmo e imaginación creadora”.

El autor de El laberinto de la soledad, en su obra Las Peras del Olmo, afirmó que la poesía de Pellicer “está bañada —sobre todo a partir de Hora de junio (1937) —por un sentimiento que no es fácil encontrar en los poetas modernos: la humildad, el asombro, la alabanza al creador y a la vida”.

Pero no solo fue un poeta viajero o diplomático, Carlos Pellicer también se desempeñó como un gran promotor de la plástica, además de ser admirador de distintos exponentes. Fue uno de los encargados en organizar muestras de reconocidos artistas como el Dr. Atl, Joaquín Clausell, Juan Cordero, José Guadalupe Posada y José María Velasco.

Sin embargo, su faceta como poeta fue algo que lo destacó por sus peculiares características. Es así como, para Octavio Paz, la obra de Pellicer “sigue siendo un inagotable surtidor de alegrías verbales… La naturaleza, abandonada durante tanto tiempo por los poetas modernos, espera dormida, hablando de sueños. Pellicer nos ha dado a beber un agua nueva. Y como él mismo ha dicho: ‘El agua de los cántaros sabe a pájaros’”.