• En el Palacio de Bellas Artes recordaron al periodista y escritor
  • Para Micrós, el periodismo y la literatura constituían una misma realidad: María Adame, Rafael Olea y Estela Treviño

A 110 años de haber fallecido, Ángel del Campo Micrós “sigue siendo un escritor vivo”, coincidieron los investigadores Dulce María Adame García, Rafael Olea Franco y Blanca Estela Treviño García durante la mesa realizada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

 

El investigador y profesor universitario Rafael Olea dijo que Ángel Efrén de Campo y Valle, nombre del escritor mejor conocido por los seudónimos Tick Tack y Micrós, hizo una sustancial contribución al periodismo y la literatura mexicana,  que esos dos ámbitos  constituían para él una misma realidad.

Comentó que el autor de la novela La rumba construyó historias en un ámbito urbano y sus personajes, hombres y mujeres, tienen un sufrimiento proveniente de su interior condición social y de una marginalidad por los orígenes, acentuada por los usos y costumbres de una sociedad inequitativa. 

Olea Franco explicó que en las historias de Micrós aparecen la niñez, personajes y situaciones críticos; historias de niños y animales abandonados; escenas de la vida familiar, frustraciones amorosas y otras similares. Fue un relator inigualable de las miserias visibles en la ciudad azteca y de hecho él defendía su inclusión en el realismo, de ahí que sus novelistas favoritos hayan sido Galdós y Pereda, incluyendo su cercanía con los realistas franceses.

La investigadora Treviño García dijo que el exalumno de la Escuela Nacional Preparatoria, donde recibió clases  de Ignacio Manuel Altamirano, fue un experto en las calles de la ciudad de México, las cuales conocía a la perfección, por eso sus cuentos y crónicas están dedicadas a ella.

Apuntó que Ángel del Campo, quien se desempeñó como periodista en El Liceo Mexicano (1885-1892), luego de abandonar sus estudios de medicina, por la falta de recursos económicos, mantuvo su espíritu aventurero y aguzó su mirada a un sentido crítico. El cronista observó la ciudad de otro modo, no solo vio su modernidad, sino sus contrastes. 

El excolaborador asiduo del diario y la revista de El Nacional (1890-1892) y El Imparcial, en cierta ocasión explicó que fue el espacio urbano de la Ciudad de México el terreno de donde nacieron sus crónicas. 

Micrós poseía una mirada atenta y sagaz hacia los espacios más diversos, lo mismo el Centro y sus calles aledañas, que sus vecindades y los bares miserables de la capital, agregó la especialista.

Dijo que Ángel del Campo fue una especie de voyeur errante, que contó lo visto y registró el comportamiento, al dar cuenta de las situaciones urbanas. Se le consideró un escritor moralista, pero a mi juicio esta categorización no tiene un sentido peyorativo, pues su moralismo se yergue para censurar todo cuanto atentaba contra el bienestar colectivo y la manifestación del espíritu, aseguró Treviño García.

Indicó que el autor nacido hace 150 años sostuvo en las páginas de sus columnas periodísticas una mirada implacable al mostrar críticamente los males sociales, como consecuencia de un régimen injusto, el Porfiriato.

Finalmente, Dulce María Adame García recordó que Ángel del Campo es autor de los libros Ocios y apuntes (1890), Cosas vistas (1894) y Cartones (1897), compuestos por relatos que presentan la pobreza de la capital mexicana, reflejan una preocupación de comprender aspectos sociales de las clases más desfavorecidas de la urbe.